Parte fundamental del crecimiento en los niños es fomentar la autonomía, esto refuerza su sentido de responsabilidad, su auto-confianza, su fuerza de voluntad y la auto-disciplina.

La autonomía es la capacidad de asumir las normas sin influencia externa. Cuando un niño decide que regla va a guiar su comportamiento y cual no, es capaz de hacer lo que cree que debe hacer. Los niños deben desarrollar su conciencia moral y razonamiento para fomentar no solo su autonomía sino su libertad, su fuerza de voluntad y su autoestima.

Pero, ¿Cómo podemos ayudar a los niños a fomentar su autonomía?

La responsabilidad es parte fundamental de la adquisición de la autonomía. Los niños necesitan saber cuál es la repercusión de sus acciones, asumiendo las consecuencias de las mismas. Esta responsabilidad se adquiere a partir de la experiencia, por lo que es importante que se les permita a los niños tomar decisiones, equivocarse y aprender de las situaciones a las que se enfrentan.

Los niños deben asumir que son los capitanes de su existencia, convirtiéndose en el motor motivacional de ellos mismos.

Los niños que desarrollan la competencia de ser responsables son capaces de valorar una determinada situación según su propia experiencia y lo que los padres esperan de él o ella, para así tomar una decisión adecuada.

Para que los niños puedan alcanzar la autonomía es importante tener en cuenta que:

  • Los padres deben conocer las habilidades de sus hijos comprendiendo que son capaces de hacer de acuerdo con su etapa evolutiva.
  • Los padres deben dar libertad a sus hijos, entendiendo que están en continuo proceso de aprendizaje.
  • Para que un aprendizaje se vuelva automático requiere práctica y tiempo, por lo que es necesario darle tiempo suficiente para que aprenda.
  • Al dar una instrucción ésta debe ser simple, clara, concisa y precisa, dejando poco espacio para los malos entendidos.
  • Las consecuencias sobre la decisión que tome el niño deben establecerse al mismo tiempo que la instrucción.
  • Los pequeños esfuerzos deben ser valorados, aunque no haya alcanzado el objetivo final. Es importante tener en cuenta el esfuerzo que han empleado los niños, la conducta se puede moldear hasta que consiga el objetivo planteado.
  • Dar el ejemplo es la mejor manera de que los niños aprendan lo que se espera de ellos. En ocasiones no saben que es lo que tienen que hacer, pero si los padres dan el ejemplo para que los niños imiten la conducta que se espera de ellos, será mas fácil el aprendizaje.

Es importante que los niños desde muy pequeños sean responsables de las cosas que hacen. Por ejemplo, si tiran el agua o la leche sobre la mesa hay que darle un trapo para qué lo puedan limpiar, con un año lo harán con dificultad, pero con tres años seguro podrá hacerlo sin dejar una gota sobre la mesa, también tendrá más cuidado cuando beba del vaso.

Otro ejemplo es cuando se niegan a salir con el abrigo, generalmente los padres se enganchan en una disputa que termina con el niño llorando y los padres enfadados. Aunque sea difícil hay que dejarlo tomar su decisión y aprender de sus errores. Por eso, dejarlo salir sin abrigo una vez con la finalidad de que pase frío y comprenda la consecuencia de la decisión que tomó.

Esto será un aprendizaje definitivo que perdurará en el tiempo.

  • Entre los tres y los seis años los niños pueden empezar a hacerse responsables de ciertas actividades como vestirse solos, recoger sus juguetes, ponerse los zapatos con velcro, cepillarse los dientes, ir solos al baño, ayudar a poner la mesa, ayudar a cocinar cosas sencillas, comer solos, entre otras cosas. Mientras la tarea se automatiza, seguramente le tomará mas tiempo en llevarla a cabo que a los padres, pero es importante que se le permita automatizar dicha tarea, esto sólo lo logrará a través de la práctica. El rol de los padres debería ser supervisar y moldear la ejecución de dichas tareas, realizando las correcciones necesarias. Igualmente, los padres pueden apoyar su autonomía dejando que el niño tome pequeñas decisiones, como elegir entre dos mudas de ropa para ir al parque, escoger la merienda de la tarde, o que actividad quiere hacer con papá o mamá el fin de semana. Estas pequeñas elecciones pueden convertirse en una manera de negociar con el niño para que lleve a cabo tareas que le resulten tediosas, como recoger los juguetes.
  • Entre los seis y los nueve años los padres deben permitir que los niños se hagan responsables de tareas como preparar la mochila, bañarse solo, mantener su cuarto ordenado, ayudar a preparar la comida, doblar y colocar su ropa, llenar el lavavajillas, anotar los deberes, cuidar el material escolar, cuidar de su mascota, poner y quitar la mesa solo, hacer sus deberes, ayudar a sacar la basura, entre otras. Los padres deben mostrarse dispuestos a apoyar a sus hijos a crear adecuados hábitos. Durante estos años es de vital importancia tener en cuenta que los límites y las normas deben estar bien establecidos. Las rutinas que previamente se han venido estableciendo pueden estrecharse un poco más con la inclusión de los deberes académicos. Es aquí cuando los niños tienen que entender que hay normas negociables, pero hay otras que no se pueden discutir. Los padres deben mostrar firmeza en sus decisiones sin convertirse en autoritarios, explicando por qué debe cumplirse una norma o regla en particular, cual es el objetivo que persigue y los beneficios que puede obtener por el cumplimiento de dicha norma o regla. Probablemente es el momento en que más motivación necesite el niño para llevar a cabo ciertas tareas, por lo qué los padres tienen que tratar en la medida de lo posible que la realización de estas actividades sea atractiva para los niños. Establecer un horario o división de tareas para cada miembro de la familia contribuye a generar el sentido de responsabilidad facilitando la convivencia entre todos los miembros.
  • Entre los nueve y los doce años una vez establecidos ciertos hábitos los padres deberían incrementar la responsabilidad de los niños. Actividades como limpiar su cuarto, hacer la cama, sacar la basura, anotar recados telefónicos, hacer pequeñas compras, organizar y planificar sus deberes, preparar platos sencillos, recoger el baño, ayudar a limpiar la casa y mantener el orden, pasear a la mascota, tener un juego de llaves de casa, salir solo, quedarse a dormir en casa de un amigo, entre otras cosas. Durante esta etapa el niño comienza a demandar cada vez más independencia, el rol de los padres pasa de ser supervisor a ser observador. Esto no quiere decir que las normas deban cambiar, estas deben mantenerse siempre firmes sin caer en el autoritarismo. Una actividad que puede contribuir a la autonomía del niño es asignar una cantidad semanal de dinero para que el niño pueda ahorrar o comprarse lo que desee. Esta asignación no debe ser muy elevada, lo suficiente para poderse comprar un par de paquetes de cromos, una chuche o ahorrarlo para comprarse alguna cosa mas significativa. Es enseñarles a los niños el manejo del dinero, las consecuencias de gastárselo todo en un capricho y la importancia del ahorro.
  • Entre los doce y los dieciséis años el rol observador de los padres puede ser en ocasiones difícil de mantener, sobretodo durante esta época donde los niños pasan a ser adolescentes. El desafío de las normas durante esta etapa es parte fundamental de ese proceso de autonomía, los adolescentes necesitan diferenciarse de los demás y de su familia, al mismo tiempo que deben reconocerse en su propia historia sin que su personalidad se disuelva. los padres han de propiciar y limitar los pasos de la independencia de los adolescentes, adecuándolos a su edad y a su carácter. Hay que escuchar a los adolescentes, tomar en cuenta sus opiniones, explicar por qué la norma debe mantenerse y darles un voto de confianza. Durante esta etapa hay que educarlos para la libertad como parte fundamental para formar su dignidad, que es la capacidad que tienen los adolescentes de escoger la mejor manera de vivir. Es necesario que se inculquen criterios para saber escoger y decidir, es fomentar la capacidad de reflexionar antes de tomar una decisión teniendo en cuenta las consecuencias positivas y negativas.

Dependiendo de la etapa evolutiva de los niños la autonomía es parte fundamental del desarrollo del niño. Es de vital importancia que al fomentar la independencia de los pequeños se establezcan hábitos relacionados con los estudios, la higiene, el sueño y la alimentación, así como su capacidad de compromiso y generosidad.  Los padres deben transmitirles confianza y seguridad a sus hijos, permitiéndoles explorar el mundo aprendiendo el sentido del deber y la responsabilidad.

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