El estrés laboral es un fenómeno generalizado en nuestra sociedad que se ha acentuado aún más desde el inicio de la crisis económica. La precariedad laboral, los salarios menguantes y la perdida de empleo o el desempleo han hecho que se disparen los porcentajes de trabajadores que lo sufren.

Es verdad que cierto nivel de estrés puede ser adaptativo e incluso puede llegar a motivar, aumentar nuestro rendimiento, y conseguir que llevemos una vida más estimulante, pero muchas veces, cuando sobrepasamos este umbral, el estrés nos acaba agotando, y repercute muy negativamente sobre nuestro rendimiento y nuestra salud.

El coste económico es enorme pero generalmente las empresas o las organizaciones están poco dispuestas a tomar medidas que reduzcan sus efectos si eso implica tener que modificar sus procedimientos o pensar en el bienestar del trabajador.

Algunas de las medidas que las organizaciones podrían tomar para reducir los niveles de estrés en sus empleados están ya tipificadas:

  • Establecer horarios de trabajo que eviten conflictos con las exigencias y responsabilidades externas ( en definitiva ser mas flexibles ).
  • Fijar cargas de trabajo compatibles con las capacidades del trabajador y permitirle recuperarse después de periodos más exigentes.
  • Permitir el uso de las capacidades personales de cada trabajador para lograr que su realización sea más estimulante.
  • Evitar la ambigüedad en relación al futuro ( estabilidad laboral y el fomento de progresión laboral).
  • Diseñar adecuadamente las condiciones del puesto de trabajo ( ambiente físico, capacitación adecuada ).
  • Fomentar la comunicación fluida dentro del entorno de trabajo ( entre iguales y a distintos niveles ).
  • Permitir la participación en la toma de decisiones.
  • Definir claramente las funciones y tareas a realizar.
  • Apoyar socialmente desde dentro de la organización a sus empleados.

Sin embargo, en las condiciones actuales del mercado laboral, estas medidas no dejan de ser un compendio de buenas intenciones con difícil implementación real.

¿Debemos pues renunciar a intentar vivir menos estresados en el trabajo?  La respuesta es claramente no. Podemos y debemos controlar nuestros niveles de estrés a pesar de no poder contar con la plena colaboración de las organizaciones.

¿Pero, cómo hacerlo?  Hemos de focalizar nuestros esfuerzos en aquello que está bajo nuestro control y sobre lo que podemos actuar: es decir, nosotros mismos.

Por último, me gustaría recomendar dos películas que aun siendo muy distintas, las dos tratan este tema y nos pueden ayudar a reflexionar sobre nuestra capacidad para modificar nuestro entorno: “¡Que Bello es Vivir!” (“It´s a Wonderful Life”)” y “Cadena de Favores” (“Pay it Forward”).

La primera es un clásico de Frank Capra, protagonizada por James Stewart y Donna Reed de 1946. En ella se cuenta la historia de un hombre que contempla cómo hubiera sido la vida de los que le rodean si él no hubiera existido…

La segunda es una película del año 2000 dirigida por Mimi Leder con Kevin Spacey y Helen Hunt que narra cómo un niño de 12 años piensa y pone en práctica un método que sirve para mejorar el mundo con la ayuda de la simple determinación y la voluntad de cada persona.

Cuando nos vemos agobiados por el trabajo, tenemos tendencia a dejar de lado toda una serie de hábitos saludables que nos protegen frente al estrés:

  • ejercicio regular,
  • patrón del sueño adecuado,
  • alimentación equilibrada,
  • relaciones sociales gratificantes y
  • actividades de ocio

y por el contrario adoptamos toda una serie de hábitos negativos:

  • aumenta o se inicia el consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias nocivas para la salud,
  • aumenta el consumo de medicación,
  • se come en exceso

Cuando el estrés se sufre de forma prolongada, pueden incluso aparecer diversos problemas de salud como:

  • dolores de cabeza
  • problemas cardiovasculares
  • problemas digestivos
  • problemas sexuales
  • agotamiento físico
  • insomnio

La depresión, la ansiedad, y el debilitamiento del sistema inmunológico son también consecuencias de un estrés prolongado e intenso.

Para prevenir y tratar este tipo de problemas tenemos que hacer un esfuerzo consciente para mantener y/o mejorar nuestros hábitos de salud general. Pero además de estos hábitos, podemos mejorar nuestros recursos y aprender nuevas habilidades para el manejo del estrés.

En primer lugar, es importante aprender a identificar los estresores que nos afectan y cómo lo hacen. De esta forma descubrimos patrones inadecuados y nos damos cuenta de sus efectos.

Además, el uso adecuado y permanente de distintas técnicas de relajación (respiración profunda, relajación muscular progresiva ) tienen un impacto directo sobre nuestro nivel de activación y nos ayudan a controlar mejor nuestro cuerpo. La reestructuración cognitiva nos ayuda a reformular y reinterpretar las situaciones y nos ayudan a cambiar de actitud. Otras técnicas como las auto-instrucciones, la solución de problemas, el control de la ira, y detención del pensamiento nos dotan de herramientas para aumentar nuestro auto-control.

El aprendizaje y/o la mejora de nuestras habilidades sociales también servirá como apoyo y nos protegerá frente a las demandas del ambiente.

Si a pesar de todos estos esfuerzos, no conseguimos controlar nuestros niveles de estrés, no debemos renunciar a sentirnos mejor y debemos buscar la ayuda de un profesional.

En definitiva, la valoración que hace la persona de las situaciones estresantes es muchas veces más importante que las características objetivas de dichas situaciones y si adoptamos hábitos que nos mantengan sanos y aprendemos a manejar esos estresores, veremos como controlamos mejor nuestras respuestas y vemos reducido el impacto negativo de dichas situaciones.

El estrés laboral tiene pues un gran impacto en nuestra sociedad y sus repercusiones se notan a muchos niveles. Afecta no solo al bienestar físico y psicológico del trabajador, sino que tiene un gran coste a nivel organizacional. La solución a este problema pasa necesariamente por un cambio estructural en la concepción y el funcionamiento del mercado laboral. Sin embargo, este cambio se antoja todavía lejano. Hasta entonces, no debemos renunciar a vivir más tranquilos y por ello hemos de centrar nuestros esfuerzos en modificar todos los aspectos que si están bajo el control particular de cada individuo. Esto requiere esfuerzo, constancia y mucha voluntad, pero los beneficios valen la pena. Es nuestra vida la que está en juego.

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