El periodo navideño se acerca y como cada año, nos vemos rodeados de bonitas luces, canciones repletas de mensajes positivos y tradiciones que reúnen a las familias. En muchos casos es la época más feliz del año (especialmente en el caso de los niños). Sin embargo, también es un periodo triste y nostálgico en el que nos acordamos de los que ya no están con nosotros y su ausencia se echa mucho en falta…

En aquellas casas en dónde los conflictos son habituales y la convivencia es difícil, estos tenderán a salir más a la superficie. Allí dónde la situación económica es muy complicada, las limitaciones se verán magnificadas… Es un momento en el que se potencian las características de cada familia y se viven con más intensidad. Para lo bueno y para lo malo.

Por este motivo, la Navidad puede ser una oportunidad para poner en práctica cosas que queremos o deseamos para los nuestros y que, normalmente, por limitaciones de tiempo y obligaciones diarias, no podemos llevar a cabo en otras épocas del año. Si la convivencia es difícil habitualmente, es importante aprovechar esta época para buscar modos de relacionarnos que sean gratificantes y nos devuelvan lo positivo de esas relaciones.

Sin embargo, muchas veces le dedicamos demasiada atención a aquello que es secundario (las compras, la comida y bebida,…) y nos olvidamos de lo que realmente importa: el tiempo compartido y disfrutado con los seres queridos (especialmente con los hijos). No nos damos cuenta de que el recuerdo de una experiencia vivida, disfrutada y compartida con los nuestros es un regalo que perdura toda la vida y no “caduca” ni se “estropea”.

En la sociedad actual los hijos están tan necesitados de atención que muchos de ellos preferirían estar con sus padres antes que recibir regalos.

Las fórmulas para hacer esto posible son casi infinitas pero han de adaptarse a las características de cada familia. Y no se requieren grandes inversiones de dinero para construir vivencias profundas y gratificantes.

Una tarde dedicada a jugar en familia a las cartas o a algún juego de mesa, a fabricar adornos o a pasear y hacer alguna actividad al aire libre es algo que los hijos valoran mucho. En otros casos, tener un presupuesto para poder realizar algún viaje o actividad en familia durante estas fechas puede ayudar a fortalecer los vínculos familiares.

Las actividades que se disfrutan, pueden repetirse año tras año, y acabar convirtiéndose en tradiciones familiares cuyo recuerdo evocara momentos felices.

Estas actividades requieren una implicación y dedicación plena y consciente lejos de las distracciones constantes (como los teléfonos móviles y demás aparatos electrónicos). Incluso una simple conversación, en la que uno se abre y comunica temas personales, y el otro u otros escuchan de forma activa y plenamente implicados, puede convertirse en una experiencia unificadora y agradable.

En definitiva, con un poco de esfuerzo y cierta planificación, estas fechas pueden ser realmente especiales y contribuir a hacernos sentir más unidos a los nuestros y más en paz con nosotros mismos.

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