Desde la perspectiva industrial, los niños han dejado de ser simplemente niños para convertirse en clientes potenciales. Para la industria suponen un grupo con muchas posibilidades que reporta enormes beneficios económicos. Por ello se dedica mucho tiempo y dinero a estudiar sus gustos, y según eso, introducir en sus mentes informaciones muy concretas sobre lo que deben consumir.

Hay estudios que demuestran que niños a la edad de 2 años ya han aprendido a distinguir entre Mc Donald´s y Burger King y con 10 años cualquier niño promedio conoce y sabe diferenciar entre 300 y 400 marcas de productos.

La industria utiliza cada vez métodos mas directos y agresivos para alcanzar su principal propósito: vender. Con la aparición del internet, los niños (al igual que los adultos) están cada vez más expuestos a las campañas de marketing. Anteriormente esto se producía principalmente mediante la exposición a la televisión y a un sin fin de carteles publicitarios. Actualmente, un niño a la edad de 10 años pasa en promedio diariamente 90 minutos frente a la televisión, 18 minutos de este tiempo van dedicados a la publicidad. A esto hay que sumar el tiempo que cada niño a esta edad pasa navegando en internet, en donde los anuncios publicitarios están a la orden del día.

Y dentro de las campañas de publicidad, no hay nada más directo que la comercialización de productos comestibles. La industria alimentaria destina anualmente sumas de dinero desorbitadas específicamente para sus campañas de marketing. Gran parte de ese dinero va dirigido concretamente al anuncio de productos elaborados a base de azúcar y chocolate.

Los resultados mas directos de una saturación de azúcares son la obesidad y el sobrepeso en menores. Los últimos datos presentados en Barcelona por la Fundación Thao, destinada a combatir el exceso de peso en la población infantil, demuestran que la incidencia de este problema de salud sigue siendo «peligrosamente» elevada en España y nos sitúa a niveles muy próximos a los de Estados Unidos.

Según un estudio de la Fundación Thao, basado en una muestra de más de 20.660 menores, un 28,3% de niños de entre 3 y 12 años (casi tres de cada diez) tiene exceso de peso —un 7,1% padece obesidad y un 21,2% sobrepeso—, una cifra persistente que se ha mantenido en los últimos años y que, según la OMS, aumentará en los años venideros.

Gran parte de los niños con problemas de sobrepeso, desarrollan una enfermedad del hígado comparada con la que sufren las personas con un alto consumo de alcohol: el hígado no da abasto en su función de reducir la grasa del organismo. Además, muchos de ellos desarrollan enfermedades coronarias. A esto se suman malformaciones de los huesos debido al gravamen del sobrepeso. Muchos de estos niños también enferman de diabetes Tipo 2, conocida también como diabetes de la vejez, término que ya no coincide con las edades a las que afecta.

Pero a lo mejor, el mayor daño se produce directamente en la mente de los niños. La industria no solo les incita al consumo de todo tipo de dulces y azúcares, sino que también les induce a creer que ellos hacen parte de las historias que se utilizan en el marketing. La industria a reconocido muy bien que la mejor manera de incitar a los niños a consumir un producto es introducirse en el mundo de sus juegos y de sus deseos.

Para que un producto destinado al público infantil se venda bien, necesita una historia y un héroe. La industria alimentaria saca provecho de este conocimiento. Es por eso, que nos encontramos los supermercados plagados de figuras que en realidad pertenecen al mundo de los comics o al de las películas animadas, pero no a un envoltorio de galletas o a un recipiente de yogurt. Para la gran industria resulta todavía mucho más lucrativo lograr que el propio producto represente a un héroe, y así no tener que recurrir a la imagen de los superhéroes ya reconocidos de por si.

La comida empieza a dejar de ser comida para convertirse en embajadora de una marca. Las historias ya no son historias sino publicidad. Unos de los rituales mas importantes para los niños como lo son el comer y los cuentacuentos han sido comercializados. La industria intenta de esta manera introducirse y ocupar no solo los pensamientos sino también los sentimientos de los niños.

Los niños, cada vez adquieren a menor edad poder de decisión para determinar lo que sus padres compran para ellos: juguetes, ropa y comida. Con frecuencia, son ellos los que deciden lo que entra en el carrito de la compra. Y esta tendencia a la educación liberal de los padres es utilizada indiscriminadamente por la industria alimentaria para su propio beneficio: Los niños significan fidelidad en el consumo de sus productos, clientes a largo plazo, ya que sus gustos y preferencias se mantienen durante años.

El objetivo que me propongo con este artículo, es ayudar a los padres a reconocer los mecanismos del marketing infantil y que se tome conciencia de su significado. La industria promete a sus pequeños clientes no solo el sabor de una galleta, sino también reciprocidad, amistad y seguridad: la marca, tu amigo y tu compañero de juego. Así corrompe la industria el juego de los niños: un juego con la clara intención de inducir al consumo de un producto no es un juego apto para niños.

Y por último un punto más para reflexionar:

¿Por que motivo la industria alimentaria a gran escala no vende productos saludables y de calidad? Respuesta: productos poco saludables prometen altos beneficios económicos por que están elaborados a base de ingredientes baratos. Los beneficios económicos se reducen demasiado cuando se utilizan ingredientes naturales y de calidad para la fabricación de productos saludables.

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