
Generalmente, cuando tomamos la decisión de ir a terapia es porque tenemos algún problema en el presente que nos genera malestar y nos vemos sin recursos para poder manejar la situación de forma efectiva. A veces, este problema lleva un tiempo con nosotros (meses, años); otras veces, ocurre algo repentino en nuestra vida que hace que busquemos ayuda de forma inmediata. Independientemente del tiempo con el que llevemos conviviendo con el problema, lo que suele ocurrir cuando decidimos comenzar terapia es que este problema interfiere de forma significativa en el presente en diferentes ámbitos de nuestra vida (personal, familiar, laboral, académica, de pareja, etc.).
Durante la terapia, nuestro terapeuta nos va a realizar preguntas para entender cómo se manifiesta el problema (sintomatología), desde hace cuanto tiempo convivimos con él y cómo nos afecta a las diferentes áreas de nuestra vida. También nos va a hacer preguntas sobre nuestra infancia, adolescencia y edad adulta, pero especialmente, va a querer profundizar en las experiencias tempranas con nuestros padres o personas cercanas con las que crecimos.