A menudo, los pacientes expresan en sesión insatisfacción consigo mismos o con su capacidad para abarcar de forma exitosa los distintos ámbitos de su vida: el trabajo, las relaciones afectivas, el autocuidado, los hobbies o el aspecto físico. A su vez, es habitual escuchar en sesiones un sentimiento avasallador de duda ante “lo que se debería hacer”.

¿Debería trabajar más y focalizarme en lograr objetivos? ¿Debería cultivar más hobbies y dedicar más tiempo a disfrutar del momento?

Estas contradicciones se ven atravesadas por exigencias internas que operan constantemente en nosotros al momento de tomar decisiones y orientar nuestra vida. Sin embargo, en la actualidad, dichas exigencias se ven cada vez más reforzadas por ideales de perfección a los cuales nos encontramos continuamente expuestos a través de la cultura y los discursos sociales, y que inciden sobre diversos aspectos de la experiencia subjetiva: lo laboral, lo personal o lo corporal.

En este artículo se abordará cómo la tendencia al perfeccionismo no saludable y al cumplimiento de expectativas poco realistas puede afectar la salud mental. Asimismo, se propondrán algunas claves para construir un equilibrio emocional frente a la exposición repetida a imágenes idealizadas de la vida.

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El perfeccionismo y su relación con la salud mental

El perfeccionismo es la tendencia a establecer estándares muy altos y exigirnos cumplirlos. Cuando se lleva al extremo, puede dar lugar a exigencias internas excesivamente rígidas y a una autoevaluación basada únicamente en si alcanzamos esos estándares o no.

Muchas personas se identifican con tendencias perfeccionistas que, en ciertos contextos, pueden impulsarles a trabajar con esfuerzo y compromiso. Sin embargo, es importante diferenciar entre el perfeccionismo como un «deseo de hacer las cosas con interés y dedicación» y el perfeccionismo desadaptativo, que está más relacionado con una «necesidad imperiosa de hacer todo perfecto», generando un malestar emocional significativo cuando se comete un fallo, por pequeño que sea.

La evidencia científica ha demostrado que el perfeccionismo es un factor común en diagnósticos de ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria y el trastorno obsesivo-compulsivo.

Un estudio reciente distingue tres tipos principales de perfeccionismo:

  • Perfeccionismo orientado a uno mismo: Se basa en altos estándares personales y la autoexigencia por alcanzar la perfección.
  • Perfeccionismo orientado a los demás: Se refiere a la expectativa de que las personas del entorno cumplan con estándares igualmente elevados.
  • Perfeccionismo socialmente prescrito: Se fundamenta en la percepción de que los demás (sociedad, familia, amigos…) esperan que seamos perfectos, generando una constante presión por cumplir con estándares impuestos desde fuera.

Este último tipo, el perfeccionismo socialmente prescrito, es el que más ha aumentado en las últimas décadas, especialmente entre los jóvenes. El aumento de la presión social por alcanzar la “perfección” que promueven los discursos contemporáneos como escalar laboralmente, acumular bienes, construir rutinas productivas, mantener relaciones sin fisuras o lograr cuerpos idealizados, impacta en el bienestar emocional, contribuyendo al desarrollo de trastornos de salud mental como la depresión o la ansiedad.

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Cuando construimos expectativas desde ideales externos

Las expectativas se entienden como creencias anticipadas sobre lo que es posible o probable que ocurra. Desde esta perspectiva, no solo guían nuestras decisiones, sino que también influyen de forma decisiva en nuestra motivación, en cómo interpretamos lo que nos sucede y en lo que creemos que somos capaces de lograr.

En este sentido, tener expectativas razonablemente altas puede ser muy positivo: nos orienta, nos da dirección y, muchas veces, nos ayuda a atravesar situaciones difíciles con una actitud optimista. Un ejemplo de cómo nuestras propias expectativas pueden influir en nuestro rendimiento es cuando empezamos un proyecto con una perspectiva optimista. Creer que podemos lograrlo genera en nosotros el impulso para empezar y seguir adelante.

Es decir, tener expectativas, ilusiones y aspiraciones forma parte de una vida psíquicamente viva.
Sin embargo, el problema aparece cuando las expectativas se construyen a partir de ideales externos que poco tienen que ver con nuestras posibilidades reales o con nuestros deseos auténticos.

Cuando construimos expectativas sobre cómo deberíamos ser o vivir en torno a presiones externas, y vivimos el cumplimiento de estas expectativas desde el perfeccionismo, podemos sentir que realmente, nunca podremos ser “lo suficientemente buenos”, que no podemos alcanzar ese ideal, entrando en un estado de fatiga mental y un diálogo interno cada vez más crítico.

En mi experiencia clínica trabajando con adultos, adultos jóvenes y adolescentes, la construcción de ideales basados principalmente en expectativas externas puede generar sentimientos intensos de vergüenza, culpa, baja autoestima y desconexión de uno mismo. Una manifestación habitual de esto es el sufrimiento que muchos sienten en torno a su imagen corporal al compararse con las imágenes retocadas de Instagram, TikTok o las campañas publicitarias.

Además, creo que en la actualidad es habitual que el sufrimiento no solo provenga de si estas expectativas se alcanzan o no, sino de una constante vigilancia sobre cómo se experimentan emocionalmente (parece que uno “debe” disfrutar de todo). Esto da lugar a una nueva forma de autoexigencia, donde incluso las emociones se transforman en un terreno más evaluar, dificultando el contacto con lo que realmente se siente.

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Algunas claves para sentirnos más a gusto con nuestras expectativas

La experiencia humana es única, y la satisfacción en ella suele construirse a través de un proceso de autoconocimiento, en el que se conecta con el deseo propio y con los valores que realmente importan para uno.

Sin embargo, no siempre es fácil saber cuándo estamos conectando con un deseo auténtico. Además, es imposible no verse influenciado por las modas o por los ideales que circulan en el medio social. Por ejemplo, con relación a la imagen física, es imposible no verse expuesto a las imágenes constante sobre cómo sería “la manera correcta de verse” o “lo que realmente es bello”.

Es natural que estas imágenes nos afecten. Pero es fundamental sostener una mirada crítica frente a estos modelos de perfección, y poder reconectar con nuestra forma singular de ver las cosas.

Se trata de entender la “artificialidad” de ciertas expectativas e intentar construir otras que, aunque sean altas, sean realistas y amables con uno mismo. Por ejemplo: “me gustaría sentirme saludable”, “quiero resaltar aquellas partes de mi cuerpo que me gustan” o “la belleza de mi cuerpo no se define por los cánones hegemónicos, si no por su unicidad y sus particularidades”.

Otra de las claves para aliviar el peso del perfeccionismo y las expectativas externas es cultivar la autocompasión. En lugar de ser excesivamente críticos con nosotros mismos por no cumplir con ideales imposibles, podemos aprender a tratarnos con la misma amabilidad y comprensión con la que trataríamos a un buen amigo. La autocompasión nos permite enfrentarnos a los errores de manera más constructiva, entendiendo que son parte de la experiencia humana y no reflejan nuestra falta de valía.

En definitiva, cuestionar las expectativas que nos son impuestas desde el perfeccionismo socialmente prescrito, no significa rechazar las aspiraciones propias, sino ser más conscientes de lo que realmente es importante para nosotros mismos y encontrar nuestra manera particular de orientar nuestras vidas.

Referencias:

Egan, S. J., Wade, T. D., y Shafran, R. (2012). The transdiagnostic process of perfectionism. Revista de psicopatología y psicología clínica, 17(3).

Flett, G. L., Hewitt, P. L., Nepon, T., Sherry, S. B., y Smith, M. (2022). The destructiveness and public health significance of socially prescribed perfectionism: A review, analysis, and conceptual extension. Clinical psychology review, 93, 102130.

Sobre la autora:

Emma es psicóloga sanitaria en Sinews. Atiende a adultos y adolescentes que acuden a consulta por problemáticas como ansiedad, depresión, duelo, autoestima, dependencia emocional… Además, es especialista en el tratamiento del trauma. Realiza sus intervenciones desde un enfoque integrador, que incluye una exploración de las relaciones vinculares primarias desde la mirada de la teoría del apego, así como una aproximación al problema desde una perspectiva cognitivo-conductual, empleando técnicas efectivas según la demanda de cada paciente.

Emma Chancellor Díez
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Emma Chancellor Díez
Psicóloga
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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