¿Qué pensarías si te dijera que se estima que, en un día, una persona puede llegar a tener en torno a 60.000 pensamientos? ¿Te lo creerías? ¿Te parece mucho? ¿Te parece poco? ¿Cómo te relacionas con tus pensamientos? ¿Todo el rato le das vueltas a lo mismo? Si no tienes todas las respuestas, te invito a leer el resto del artículo, espero que tras la lectura de este artículo, puedas entender un poco mejor qué es un pensamiento.
Para comprender mejor el poder que tienen nuestros pensamientos sobre nosotros, te propongo que realicemos un pequeño experimento.
El poder del elefante rosa
Me gustaría comenzar realizando un ejercicio. Voy a pedirte que NO PIENSES EN UN ELEFANTE ROSA. Durante los próximos segundos, intenta centrarte en no pensar en elefante rosa. Me atrevo a adivinar que han podido ocurrir dos escenarios posibles. En uno de ellos, nada más leer “elefante rosa”, aunque la instrucción fuera no pensar en ello, no has podido evitar que la imagen del elefante viniera a tu cabeza. Seguramente, de manera involuntaria, su imagen haya aparecido en tu mente. Puede que, después de esta primera aparición, hayas intentado controlar no pensar en ello, escenario número dos. Sin embargo, ¿ha sido fácil controlar que no apareciera? Tal vez te hayas distraído, o te hayas centrado en otra cosa. A pesar de ello, apostaría a que cuando dejes de intentarlo, esa imagen volvería a tu mente. Y dirás, vale puede ser, pero ¿qué tiene que ver esto con mis pensamientos? Mucho más de lo que pensamos.
Tras este ejercicio experiencial, podemos extraer varias conclusiones. La primera de ellas es que muchos de nuestros pensamientos son automáticos, es decir, no estamos conscientemente haciendo un esfuerzo por tener pensamientos, los pensamientos viajan por nuestra mente de manera independiente. La segunda de las conclusiones que se puede extrapolar del ejercicio es que no querer pensar en algo, paradójicamente, tiene el efecto contrario, más aparece en tu mente. Por último, en tercer lugar, se puede ver cómo intentar no pensar en algo requiere energía y esfuerzo mental, no es algo que sea sencillo. En un momento determinado, dejar de pensar en algo puede ser beneficioso, a corto plazo es un gran alivio. Pero, si es una estrategia que requiere de gran esfuerzo, ¿es una estrategia que puede ser útil y asumible a largo plazo?
Es muy útil imaginarse nuestra mente como una autopista, en la que siempre hay tráfico. Dependiendo de la hora del día, hay más coches que otros. En algunas incluso hay atascos. Es una autopista que no se puede cerrar. La autopista sería nuestro cerebro y el tráfico y los coches los pensamientos.

Entonces, ¿qué es un pensamiento?
Ahora que hemos vivido en primera persona lo difícil que es controlar un pensamiento, es momento de preguntarnos: ¿qué es realmente un pensamiento?
En algunas ocasiones, hay personas que piensan con imágenes. A pesar de ello, en este artículo nos centraremos en aquellos otros pensamientos que no son imágenes, sino que son palabras. Si, has leído bien, los pensamientos no son ni más ni menos que lenguaje. Probemos con otro ejercicio, vamos a intentar crear cierta conciencia sobre lo que pensamos. En muchas ocasiones, ni si quiera somos conscientes de lo que estamos pensando, damos por hecho que tener ese diálogo interno a lo largo del día es natural y damos por hecho que lo que pensamos es certero y real. Pero, ¿y si te digo que no todo lo que pensamos es real? A veces nos engañamos. Antes de nada, sigamos con el ejercicio. Puede que te ayude cerrar los ojos. Concéntrate en lo que está pasando por tu mente ahora mismo y escríbelo más abajo.
- Pensamiento 1:
- Pensamiento 2:
- Pensamiento 3:
Tras el ejercicio, es como si hubiéramos sacado fuera de nosotros lo que llevamos dentro. ¿Qué forma y apariencia tienen ahora? Efectivamente palabras. Las palabras, palabras son. Quiero decir que, igual que nosotros podemos contar una historia, inventada desde 0, si el contenido de nuestra mente es lenguaje, ¿por qué no podría ocurrir lo mismo?
Para entender por qué el lenguaje es tan poderoso en nuestra mente, necesitamos mirar brevemente hacia nuestra historia como especie.

El lenguaje es una parte fundamental de nuestra naturaleza. Gracias al lenguaje, los seres humanos podemos evaluar las consecuencias de nuestras acciones, predecir o anticiparnos al futuro, aprender de nuestro pasado, acumular conocimiento y regular nuestras conductas y las de otros. De hecho, gracias al lenguaje hemos llegado hasta el punto al que hemos llegado, donde hay un gran desarrollo cultural, de conocimientos y de adaptación al ambiente. Por ende, podemos decir que el lenguaje ha ayudado a la supervivencia del ser humano. En el pasado era vital comunicarse, esto permitió a nuestros antepasados defenderse, atacar y por lo tanto, permanecer sobre la Tierra. Sin embargo, hoy en día, vivimos en una sociedad donde el peligro potencial hacia nuestra vida no es una realidad. En ese sentido, confundir el pensamiento con la realidad puede generar un gran malestar.
Por ejemplo, antiguamente cuando una persona decía que les iba a atacar un mamut, les iba a atacar un mamut, el pensamiento y la realidad coincidían, la alerta y la amenaza eran reales. Sin embargo, hoy en día podemos pensar que nos van a despedir, vamos a enfermar o que nos va a pasar algo malo y no ser real, no tener evidencias de ello. Por lo tanto, el pensamiento y la realidad son dos dimensiones distintas.
Por esto mismo, si tenemos “pensamientos positivos/agradables” pensamos que tendremos experiencias positivas y, por el contrario, si tenemos “pensamientos negativos/desagradables” tendremos experiencias negativas. Es una relación causa-efecto, si pienso de una determinada manera entonces ocurren unas determinadas cosas. Al relacionarnos así con nuestra manera de pensar, es lógico que queramos escapar, huir y evitar todos aquellos pensamientos “negativos”. Pero, como hemos visto antes, cuanto más intentamos huir de un pensamiento, más nos acompaña.
Intentamos evitar lo inevitable
Aunque sea una realidad que puede no gustarnos, el sufrimiento forma parte inherente a la vida. Sufrimiento entendido como pérdidas, decepciones, la tristeza… Estos son momentos o emociones por las que todos pasamos. A pesar de ello, en las sociedades más modernas, el desarrollo parece que va en pro de rechazar la incomodidad. Pero, ¿podríamos mover una montaña?. Podríamos intentarlo, pero seguramente no lo conseguiríamos. Con esto ocurre lo mismo.
Aunque evitar el sufrimiento pueda parecer una respuesta lógica, la realidad es que en las sociedades actuales esta estrategia puede volverse en nuestra contra. Actualmente se entiende la realidad como dos equipos enfrentamos: o me siento bien o me siento mal. Si me siento bien, es que pienso en positivo, es normal y puedo vivir bien. Por el contrario, si me encuentro mal, es porque pienso en negativo, no es normal y entonces ya no vivo en la comodidad. Nuestro objetivo prioritario es sentirnos bien porque pensamos que sentirnos mal es negativo, por eso intentamos evitar las dudas, las preocupaciones, las emociones “negativas” (si es que eso existe). La verdad es que, si esos sentimientos tienen un motivo, intensidad, frecuencia y duración coherentes, forma parte del ser. Hay otras ocasiones en las que evidentemente será un problema a trabajar con un profesional.
Algunos ejemplos se pueden ver con frases como:
- “No llores”
- “No te preocupes”
- “Piensa en positivo y te olvidarás de todo”

Cuando intentamos escapar de toda incomodidad, puede llegar a ocurrir lo que se conoce como Trastorno de Evitación Experiencial. Este problema se da cuando la persona utiliza la evitación como una estrategia generalizada, afectando a muchas áreas de su vida y limitando su funcionamiento. Nos construimos nuestra propia trampa, intentando escapar de recuerdos, pensamientos, emociones o imágenes que nos generan malestar, acabamos evitando todo aquello que también nos proporciona bienestar. Cuando evitamos algo que nos incomoda, sentimos un alivio inmediato, esto refuerza el hecho de evitar. Es como un círculo sin fin, en el que nos construimos un castillo en el que estamos la mar de cómodos, pero que tampoco son hace felices por todas las cosas que estamos dejando de hacer.
En conclusión, entender que los pensamientos son la realidad nos lleva a sentirnos mal cuando el contenido de estos pensamientos es aversivo. Como no nos gusta pasarlo mal, evitamos, y al intentar evitar el pensamiento solo le estamos haciendo más fuerte. Aceptar nuestra humanidad, con todas sus luces y sombras, no es rendirse: es empezar a vivir de una manera más plena.
Existen muchas estrategias que pueden ayudarnos a construir una relación más saludable con nuestros pensamientos. Como hemos visto, los pensamientos son como compañeros de viaje: no siempre podemos controlar quién sube a bordo, pero sí podemos decidir cómo convivir con ellos. En el próximo artículo hablaremos con más detalle sobre algunas de estas herramientas.
Mientras tanto, recuerda que no tienes por qué atravesar este camino en soledad. Si llevas tiempo sintiéndote mal, si el malestar interfiere en tu vida o simplemente si sientes que necesitas apoyo, buscar ayuda profesional es un acto de valentía y cuidado hacia ti mismo. Un acompañamiento adecuado puede marcar la diferencia y ayudarte a encontrar nuevas formas de vivir en mayor bienestar.
Sobre la autora
Laura Redondo Fidalgo es Psicóloga Sanitaria y Neuropsicóloga en Sinews. Aborda problemáticas que van desde la ansiedad, la depresión, el duelo y la autoestima, hasta los problemas en las relaciones interpersonales, entre otros. Su orientación es cognitivo-conductual, pero integra herramientas y técnicas de otras corrientes, como las Terapias de Tercera Generación, según las necesidades de cada paciente, gracias a su constante formación.
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Psicóloga
Niños, adolescentes y adultos
Idiomas de trabajo: Español e inglés