Los ansiolíticos son medicamentos que se utilizan para tratar la ansiedad patológica, es decir, aquella que no es adaptativa.

Para tratar la ansiedad patológica (trastornos de ansiedad), existen medicamentos cuyo efecto es inmediato y otros cuyo objetivo es modular el funcionamiento cerebral a largo plazo.

La elección de uno u otro, así como del tipo de ansiolítico concreto, es una decisión clínica que debe tomar exclusivamente un profesional de la salud tras una evaluación completa. Este artículo tiene carácter informativo y no sustituye en ningún caso la consulta médica.

¿Qué ansiedad es patológica?

No toda la ansiedad es patológica y conviene diferenciar. La ansiedad en si es una reacción emocional normal de supervivencia que se manifiesta cuando nos enfrentamos al estrés o a una amenaza. La ansiedad patológica, sin embargo, es más excesiva y va más allá. Se trata de una preocupación desproporcionada, persistente y que interfiere en el funcionamiento de la vida diaria, como en las relaciones interpersonales, en los estudios o en el trabajo. La ansiedad patológica afecta a la salud y puede desencadenar problemas médicos si no se maneja.

La ansiedad patológica se manifiesta de diferentes maneras. En algunos casos, es aguda y aparece de golpe ante una situación concreta o sin causa aparente. En otros casos, la ansiedad se mantiene de forma prolongada y constante, definiéndose como crónica.

Dentro de la ansiedad patológica existen diversos trastornos de ansiedad.

  • Trastorno de ansiedad generalizada
  • Trastorno de pánico
  • Trastorno de ansiedad social
  • Trastorno de estrés postraumático
  • Trastorno de estrés agudo
  • Ansiedad secundaria a otras afecciones médicas

Todos ellos tienen en común la presencia de miedo o preocupación. Con frecuencia hay solapamiento: se puede tener más de un trastorno de ansiedad a la vez. Además, a lo largo del tiempo, puede ir cambiar de forma y aparecer como un trastorno de ansiedad distinto o incluso como una depresión mayor.

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Tipos de ansiolíticos y cómo funcionan

El tratamiento farmacológico de la ansiedad se basa en los síntomas que describe el paciente y no necesariamente en la “etiqueta” de su diagnóstico. De ahí la importancia de que sea un médico experimentado (psiquiatra) que indique el plan de tratamiento a seguir para cada paciente en concreto.

El tratamiento farmacológico se basa en diferentes clases de medicamentos. Cada uno actúa sobre mecanismos distintos del sistema nervioso y tiene indicaciones, tiempos de acción y perfiles de seguridad diferentes.

Antidepresivos ISRS e IRSN

Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN) constituyen el tratamiento de base más utilizado para los trastornos de ansiedad. A pesar de su nombre, estos medicamentos no se limitan al tratamiento de la depresión. Muchos pacientes sienten confusión cuando se les prescribe un “antidepresivo” sin identificarse como deprimidos. Sin embargo, la explicación es neurobiológica: la ansiedad y la depresión comparten mecanismos cerebrales y circuitos regulados por los mismos neurotransmisores. Por eso, estos fármacos son eficaces para tratar la ansiedad, incluso cuando no hay un ánimo deprimido aparente.

Su efecto terapéutico no es inmediato. Pueden tardar entre dos y seis semanas en comenzar a hacer efecto, por lo que es fundamental tener paciencia al iniciar el tratamiento. Estos son algunos de los fármacos de cada uno de los grupos:

  • ISRS: sertralina, fluoxetina, escitalopram, paroxetina, citalopram, fluvoxamina.
  • IRSN: venlafaxina, duloxetina, desvenlafaxina

Estos fármacos suelen ser bien tolerados. Sobre todo al inicio, pueden aparecer efectos secundarios leves, que suelen ceder en el tiempo, como molestias digestivas y cambios en el sueño. También sudoración o alteraciones en la función sexual. Con los IRSN, en ocasiones puede observarse aumento de la tensión arterial. La mayoría de estos efectos tienden a disminuir con el tiempo y pueden manejarse con el acompañamiento médico.

Benzodiacepinas

Las benzodiacepinas (BZDs) actúan de forma rápida sobre la ansiedad. Inhiben la actividad excesiva de las neuronas, proporcionando un efecto calmante casi inmediato. Por ello, son especialmente útiles en situaciones de ansiedad intensa o en ataques de pánico. También pueden utilizarse como un tratamiento de apoyo temporal mientras se espera a que un ISRS o un IRSN haga efecto. Según su vida media, las benzodiacepinas se clasifican en:

  • Acción corta: midazolam, triazolam, etc.
  • Acción intermedia: lorazepam, bromazepam, etc.
  • Acción larga: diazepam, clonazepam, flurazepam, etc.

Aunque todas las benzodiacepinas son potencialmente adictivas, el riesgo de abuso y dependencia es mayor cuanto más corta es su vida media. Esto se debe a que, al desaparecer antes su efecto, los síntomas de rebote aparecen más pronto, lo que puede favorecer un uso repetido y problemático. Por otro lado, las benzodiacepinas de acción larga conllevan riesgo de acumulación, especialmente en personas mayores o con problemas de hígado, pudiendo provocar somnolencia diurna y aumentar la probabilidad de caídas.

En cuanto a los efectos adversos de las BZDs, a corto plazo, pueden provocar sedación, somnolencia y disminución de los reflejos. A largo plazo, existe riesgo de dependencia, tolerancia, sedación excesiva y alteraciones cognitivas. Por estas razones, su prescripción está muy regulada.

Betabloqueantes

Fármacos como el propanolol actúan sobre los síntomas físicos de la ansiedad, como las palpitaciones, el temblor o la sudoración. No actúan directamente sobre los pensamientos ansiosos o sobre el estado emocional, pero pueden ser muy útiles en contextos de ansiedad escénica o por rendimiento, como una exposición oral o una entrevista. Aunque su uso suele ser puntual, también requieren prescripción médica, ya que pueden alterar la tensión arterial y la frecuencia cardíaca, y no son adecuados para todas las personas.

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Tratamientos naturales o sin receta

Existen muchos productos comercializados como ansiolíticos “naturales”, entre ellos la valeriana, la melatonina o el triptófano. Si bien algunas personas describen cierto beneficio, la evidencia científica que respalda su eficacia es limitada. Además, estos productos pueden interactuar con diferentes medicamentos recetados y generar una falsa sensación de seguridad que retrase la búsqueda de ayuda especializada en Salud Mental. Por todo ello, no deben sustituir a un abordaje profesional ni utilizarse sin supervisión.

Buspirona

Es un ansiolítico que ya no se comercializa en España desde el año 2016, por lo que actualmente no es una opción terapéutica en este país. Durante años fue una alternativa interesante para el tratamiento del TAG.

¿Cuándo buscar ayuda profesional?

Como hemos dicho anteriormente, la ansiedad no es siempre patológica, sino que forma parte de una respuesta emocional esperable ante situaciones de estrés o amenazas.

Las señales que pueden orientar a buscar una evaluación especializada para la ansiedad patológica son: la persistencia en el tiempo, la interferencia en el normal funcionamiento vital (trabajo, estudios o relaciones), la frecuencia marcada de los ataques de pánico, la prolongación en el tiempo del insomnio, la evitación constante de situaciones por miedo, y el uso o búsqueda frecuente de sustancias para “calmarse”.

Automedicarse, seguir consejos no profesionales o usar ansiolíticos obtenidos sin receta puede tener consecuencias graves, incluyendo dependencia, efectos secundarios inesperados, interferencias farmacológicas y el enmascaramiento de trastornos mentales más complejos.

En una primera consulta psiquiátrica, el especialista realizará una entrevista clínica detallada, explorará los antecedentes personales y familiares, evaluará los síntomas emocionales y físicos, y propondrá un plan de tratamiento individualizado que puede incluir medicación, psicoterapia o ambos. En algunos casos, se solicitan pruebas médicas complementarias para descartar causas médicas.

En Sinews, encontrarás un equipo de psiquiatras y psicólogos experimentados, listos para ayudarte a manejar la ansiedad de forma segura y eficaz.

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¿Cómo se determina qué ansiolítico es adecuado?

La elección del tratamiento ansiolítico corresponde al médico, quien, tras una evaluación clínica completa que considera múltiples factores, puede sugerir distintas opciones de tratamiento apropiadas para cada paciente.

Entre los factores que el médico considera se encuentran el tipo de síntomas de ansiedad, su duración (agudos o crónicos), la intensidad y la frecuencia, así como la gravedad de las consecuencias de dichos síntomas y el grado de afectación en la vida diaria. También se valoran otros síntomas psiquiátricos concomitantes, como depresión, insomnio o abuso de sustancias. Se tienen en cuenta los antecedentes médicos y de salud mental, incluida la historia de adicciones. Se considera la edad, los tratamientos actuales (por las posibles interacciones) y los tratamientos previos junto con los efectos adversos que hayan producido. Finalmente, se considera el estado de la función cognitiva, ya que las benzodiacepinas pueden empeorar la confusión mental en pacientes con deterioro cognitivo.

Es importante destacar que el tratamiento se orienta más por la naturaleza de los síntomas que por la “etiqueta diagnóstica”, ya que muchos trastornos psiquiátricos comparten mecanismos neurobiológicos. En consecuencia, dos pacientes con distintos diagnósticos pueden beneficiarse de medicamentos similares, mientras que 2 personas con un mismo diagnóstico pueden requerir tratamientos diferentes.

¿Qué esperar al inicio de un tratamiento para la ansiedad?

Iniciar un tratamiento para la ansiedad implica entender que los resultados no siempre son inmediatos, especialmente en el caso de los antidepresivos. Es habitual que los síntomas tarden varias semanas en mejorar. Este periodo puede ser difícil, sobre todo si se presentan efectos secundarios transitorios como problemas digestivos o inquietud. La comunicación abierta con el médico durante esta fase es clave para ajustar el tratamiento si es necesario.

Medicamentos como las benzodiacepinas o los betabloqueantes pueden proporcionar alivio casi inmediato de los síntomas físicos o de las crisis agudas. No obstante, no corrigen la causa subyacente y su uso continuado puede ser contraproducente.

A lo largo del tratamiento, ocurre con frecuencia que el médico deba ajustar las dosis, cambiar de medicamento o incorporar una segunda opción de tratamiento si la respuesta no es completa.

La combinación con psicoterapia, especialmente de tipo cognitivo-conductual, es fundamental. Esto permite ir modificando los patrones de pensamiento que desencadenan o alimentan la ansiedad, mejora la tolerancia al malestar y promueve cambios cerebrales duraderos.

¿Por qué los médicos limitan las benzodiacepinas?

Los médicos limitamos el uso de benzodiazepinas porque, aunque son muy eficaces a corto plazo, también conllevan riesgos importantes. Pueden producir sedación inmediata y disminución de los reflejos, algo que debe advertirse a los pacientes para evitar situaciones peligrosas, como la conducción o actividades que requieran plena atención. Su uso es especialmente delicado en personas mayores, en quienes aumenta el riesgo de confusión, alteraciones de la memoria y caídas.

A esto se suma que, si se usan de forma prolongada, pueden generar dependencia física y tolerancia, lo que dificulta su uso seguro a largo plazo. Además, las benzodiacepinas son un tratamiento sintomático: alivian la ansiedad, pero no corrigen la causa subyacente. Por ello, el papel del médico no se limita a recetar un fármaco, sino que incluye identificar el problema, explorar sus posibles orígenes (que pueden ser psicológicos u orgánicos) y orientar un plan terapéutico que sea beneficioso no solo en el corto, sino también en el largo plazo.

¿Por qué las benzodiazepinas no se venden sin receta?

Las benzodiazepinas no están disponibles como medicamentos de venta libre en farmacias porque requieren control médico estricto.

La falta de supervisión médica puede favorecer un uso indiscriminado, con incrementos progresivos de la dosis debido al desarrollo de tolerancia, lo que conlleva riesgos graves tanto para la salud individual como para la salud pública.

Esta regulación busca proteger a los pacientes y garantizar que las benzodiacepinas se utilicen solo cuando son realmente necesarias y de la forma más segura posible.

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¿Por qué las benzodiacepinas pueden ser adictivas?

Las benzodiacepinas producen un alivio rápido e intenso de la ansiedad, lo que hace que el cerebro lo perciba como una experiencia muy positiva. Influyen en el “circuito de recompensa”, el mismo que se activa cuando sentimos placer o alivio. De este modo, con el uso repetido se refuerza la experiencia de bienestar, y el cerebro la registra como algo altamente valioso, impulsando a la persona a buscar repetirla y a la dependencia.

Con el uso continuado, aparece el fenómeno de tolerancia, que significa que el organismo se acostumbra al medicamento y, una dosis que al inicio era eficaz, deja de producir el mismo efecto. La persona siente entonces la necesidad de aumentar la cantidad para recuperar aquel alivio inicial, entrando en un círculo difícil de romper y peligroso para la salud.

Los ansiolíticos son tratamientos eficaces cuando se utilizan correctamente, en el marco de una estrategia terapéutica profesional. Aunque existen múltiples opciones, desde antidepresivos hasta benzodiacepinas o betabloqueantes, ninguno de ellos debe usarse sin indicación médica. La ansiedad, en sus diferentes formas, puede tratarse con éxito, pero requiere un enfoque individualizado, basado en el conocimiento científico y guiado por médicos especialista en Psiquiatría.

Si sospechas que puedes estar sufriendo un trastorno de ansiedad, el primer paso es consultar con un profesional que te oriente de forma segura y adaptada a tu situación personal.

Sobre la autora

María Isabel Zamora es médico con doble especialidad en Psiquiatría y en Neurología. Tiene experiencia en la atención a pacientes de consultas generales de psiquiatría, y de forma más especializada, en la atención a pacientes que combinan síntomas psiquiátricos y neurológicos. Ha trabajado con pacientes de psicogeriatría y con pacientes de diversidad funcional. Tiene experiencia en deterioro cognitivo, síntomas psicológicos y conductuales de la demencia, síntomas psiquiátricos relacionados con trastornos neurológicos o con dolor crónico, autismo, TDAH, trastornos adaptativos, depresión, ansiedad, adicciones, trastorno bipolar, trastorno obsesivo compulsivo, trastornos del sueño, trastornos de conducta alimentaria, etc.

Dra. María Isabel Zamora
Departamento Médico
Dra. María Isabel Zamora
Médico especialista en Psiquiatría
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español, inglés y francés
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