La importancia de poner límites y cómo hacerlo: niños y adolescentes

La importancia de poner límites y cómo hacerlo: niños y adolescentes

Nos encontramos a diario con situaciones de «desobediencia» por parte de los niños. Es normal y necesario que ocurra cuando el niño está en los momentos de afianzamiento de su individualidad. Y más ante personas con las cuales la implicación emocional es intensa, por lo que no debemos sentirnos como víctimas.

Siempre hay dificultades y contradicciones a la hora de educar a los niños, pero tengamos presente que la falta de constancia y claridad para transmitir las normas hace niños inseguros y nerviosos (más crisis, rabietas, y caprichos). Quienes conviven con el niño tienen que ponerse de acuerdo respecto a las normas y pautas educativas que le van a pedir.

Si la desobediencia es continuada, debemos pensar que el niño no está feliz, que está pidiendo ayuda.

¿Por qué a veces nos provocan?

El niño pierde los límites con facilidad, lo que le angustia, entonces convoca al adulto para ver si nos pasa lo mismo y para saber con nuestro ejemplo cómo hay que reaccionar. Lo que le tranquiliza es ver nuestra seguridad (no es que esté pidiendo un azote para calmarse).

Los adultos debemos ir adaptando nuestra autoridad al nuevo individuo que va creciendo, con deseos y derechos propios que se topan con las limitaciones correspondientes a los deseos y derechos de los demás.

¿Para qué sirven los límites?

Durante todo el crecimiento el niño necesita unos límites y normas que le ayuden a conocer sus posibilidades, saber hasta dónde puede llegar y lo que se espera de él. Se trata de proporcionarles un marco de referencia y no tanto de cómo hacer cuando el niño se pone «imposible».

Los límites ayudan a crecer, mientras que los castigos crean ansiedad y baja autoestima. A través de ellos, puedes enseñar a tu hijo o hija autodisciplina; aprenderá a lidiar con sus propias responsabilidades sin ser recordado, desarrollando estrategias para imponerse límites a sí mismo.

Los primeros límites tienen que ver con los cuidados que se proporcionan al bebé en la atención a sus necesidades básicas, y le permiten ir diferenciando poco a poco lo que es él de lo que son los demás, lo interno y lo externo, con lo que podrá avanzar en la organización de su personalidad.

Los límites también ayudarán al niño a aprender a lidiar con emociones incómodas como la frustración, el enfado, el aburrimiento o la tristeza. Cada límite es una oportunidad para aprender a gestionar emociones.

A través de los límites, enseñamos a nuestro hijo o hija que nos importa. Muy a menudo, los niños ponen a prueba nuestros límites para ver como reaccionarán los adultos. Implementar consecuencias negativas por romper las normas muestra que el adulto no está dejando que la situación se descontrole, creando seguridad en el niño.

Gracias a los límites, aprenderá a ser capaz de aplazar la satisfacción inmediata de sus deseos, lo que favorece la convivencia y la socialización. También podrá avanzar en su autonomía, desde el control externo que le proporciona el adulto hasta desarrollar sus propios criterios, siendo responsable de sus actos y dueño de sí.

¿Cómo poner límites?

A la hora de poner límites, debemos tener en cuenta ciertos factores que nos ayudarán a hacerlo correctamente:

  • Tener claro que los límites son necesarios para el niño
  • Mostrarnos tranquilos cuando solicitamos o prohibimos algo al niño, así estará más dispuesto a cumplir lo que se le pide. Es decir, no esperemos a poner límites cuando ya han superado nuestra paciencia.
  • Si ante una pequeña frustración el niño reacciona con una rabieta, debemos esperar a que se le pase, contenerle físicamente si hay riesgo de que se lastime, y después poner en palabras lo que ha sucedido («te has enfadado por…»).
  • Cuando prohibimos algo, podemos ofrecerle la alternativa permitida. Saber brindarle alternativas le ayuda a aprender a decidir.
  • Es mejor seleccionar y establecer lo más prioritario que le vamos a pedir, y esperar  a que esté conseguido antes que intentar que respete nuevas normas. Ni desgastar nuestra autoridad ante detalles intrascendentes, ni caer en el extremo del «dejar hacer» para todo.
  • Ofrecer explicaciones o razones para fundamentar las exigencias («se puede romper… «puedes hacerte daño… «no es tuyo…») sin intentar justificarnos. 
  • No caer en intentar discutir el porqué del límite. Basta con dar una explicación razonada de la expectativa que tenemos, a veces el silencio es una herramienta poderosa.
  • Pocas consignas, pero claras y expresadas en forma positiva (las consignas negativas invitan al rechazo, crean más resistencias y ganas de transgredirlas). Es decir, exprésale lo que quieres, no lo que no quieres.
  • Que las normas sean adecuadas al nivel madurativo del niño (asegurarnos que el niño las entiende) Coherentes, no contradictorias, ni arbitrarias. Y además, han de ser verdad.
  • El límite hay que ponerlo a tiempo y hacer que el niño lo conozca, incluso que sepa cuánto tiempo dispone para reaccionar ente la norma propuesta. No siempre podemos exigir obediencia inmediata en cuanto intentamos poner un límite, ya que no buscamos un sometimiento sino un aprendizaje. 
  • Involucra a tu hijo o hija en la creación de los límites o las normas de la casa. De esta manera, no sólo están motivados para seguir los límites y las rutinas al haber participado en su creación, sino que además están aprendiendo habilidades para resolver problemas.
  • Intentemos no mezclar las distintas situaciones; no es el mejor momento para «enseñar» normas cuando dedicamos un rato a disfrutar a través del juego y la conversación.

Poner límites en adolescentes

En adolescentes, ser capaz de poner límites es una de las mejores formas de mejorar la comunicación y generar más confianza, para así poder reducir los conflictos. A estas edades, saber establecer y moldear límites (quizás de cuando eran más pequeños) obliga a reconocer el hecho de que tu hijo o hija está creciendo y que necesita que el control establecido cuando era más pequeño se afloje y adapte a sus nuevas circunstancias para que pueda madurar.

Es especialmente importante en adolescentes que el límite esté muy claro; se puede utilizar la siguiente fórmula:

Límite o regla (lo que no se permite) + excepciones a la regla + consecuencias de no cumplir

Puntos importantes para tener en cuenta al poner límites en adolescentes:

  • Sé consistente con las normas, es de especial importancia estar de acuerdo con todas las personas de la casa en cuales son los límites y no olvidarse de aplicar las consecuencias. La adolescencia es un periodo en el cual es normal intentar encontrar inconsistencias en las reglas que nos ponen para poder incumplirlas.
  • Permite que entienda las consecuencias naturales de sus actos y decisiones. Muchas veces, no es necesario poner un límite, sino hacer entender a tu hijo o hija que va a responsabilizarse de las consecuencias de sus actos. Por ejemplo, si sus actos tienen como consecuencia un coste económico, se responsabilizará de pagarlo con su propio dinero, o realizará una tarea en la casa que equivalga monetariamente.
  • Respeta de la misma manera que quieres ser respetado. Los adolescentes están empezando a crear su propia identidad y a entender su lugar en el mundo, y para ello necesitan sentirse respetados como individuos por sus padres. Es a través del respeto mutuo que conseguimos poner límites que ellos mismos decidan respetar.

Al fin al del día tenemos que recordar que las normas y los límites son imprescindibles, pero desde el apoyo, el afecto y sobre todo el entendimiento que nos haga comprender la dificultad que se da entre cumplir con unas determinadas normas y límites y la necesidad del niño de afirmar su independencia y autonomía. 

Hemos de encontrar un equilibrio entre la socialización de nuestros hijos y su necesidad de afirmación, autonomía e independencia. Es desde aquí desde donde serán capaces de afrontar las emociones negativas que aparezcan a lo largo de sus vidas sin tener que recurrir a modos alternativos (alcohol, drogas, violencia…) para gestionarlas.

María José Rubio Alfonso
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
María José Rubio Alfonso
Psicóloga
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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Después de Lucía: Duelo, acoso y violencia

Después de Lucía es una producción mexicana que trata temas como el bullying y la violencia en las aulas de manera cruda y fría, entrelazando esta temática principal con problemas como el duelo, la falta de límites en adolescentes y la falta de habilidades de gestión emocional entre muchos otros.

La película cuenta la historia de Alejandra, quien se muda Ciudad de México con su padre tras la muerte de su madre en un accidente de tráfico en el que ella estaba presente. Allí, se desencadenan una serie de eventos que dan lugar a un bullying que va incrementando hasta llegar a explotar. La trágica muerte de Lucía, la madre, ha convertido a Roberto (el padre) y Alejandra en seres vulnerables, que aún no han superado el duelo. De ahí el título de la película, ya que ésta vulnerabilidad es facilitadora para que ocurra el acoso hasta tan alto grado, no siendo la protagonista capaz de contar con su padre como fuente de ayuda y apoyo.

La película se ocupa de desencajar al espectador, utilizando una narrativa muy  pausada y realista, en la que conocemos lentamente a Alejandra, y junto a ella descubrimos todas dificultades por las que pasa. A ratos podría pensarse que tanta frialdad frente al sufrimiento es imposible en los jóvenes, pero la realidad puede superar a la ficción.

Duelo no procesado

En la primera mitad de la película, vemos varias escenas en las que sutilmente el director refleja la falta de un procesamiento sano del duelo de Lucía. La primera escena muestra como Roberto recoje el coche del accidente en el taller y lo deja abandonado en la calle, sin haber una explicación al expectador de que está pasando. También vemos como Alejandra dice que su madre se quedó en Porto cuando le preguntan por ella, o como Roberto no quiere usar las mismas cosas de la antigua casa. A través de estos ejemplos de evitación ante la imposibilidad de afrontar la realidad, además de pequeños detalles y muchos silencios y explosiones repentinas de emoción, Michel Franco sienta los cimientos sobre los que se mantiene toda la violencia posterior.

El acoso

La relación de Alejandra con sus compañeros empieza de lo más normal, chica nueva que se junta con el grupito de los populares, van a una fiesta, beben y se drogan juntos y ella mantiene relaciones sexuales con uno de ellos, quien lo graba todo. Aquí empezamos a ver los comportamientos autolesivos de Alejandra, quien accede a ser grabada sin imaginar que puede ocurrir después. La viralización del video en la escuela es el desencadenante de un acoso que va incrementando exponencialmente, pasando de las molestias verbales a la violencia física y sexual y a la exclusión social, siendo ignorada, mientras que padece todo tipo de maltrato. Además, se ve como los dispositivos electrónicos facilitan el rápido incremento del acoso.

Para comprender el film se tiene que ver el fenómeno de naturalización de la violencia en las escuelas, cada vez más instaurado, convirtiéndose en una violencia «normal», «cotidiana».

Causas y consecuencias del acoso en Después de Lucía

Vemos como la relación de Alejandra con su padre es aparentemente buena y “relajada”, siendo en realidad bastante frágil y superficial, con ninguna confianza y basada en mentiras e incubrimientos, haciéndo a la protagonista más vulnerable. No tiene apoyos para defenderse, reciéntemente huérfana de madre, con un padre que no sabe como dedicarle tiempo de calidad, siendo la chica nueva que necesita amigos como sea. Hay también una culpabilidad latente en Alejandra por la muerte de su madre, que no se llega nunca a explicar al expectador; esta culpabilidad puede ser causante de la actitud pasiva que muestra ante el acoso, casi dando a entender que “me lo merezco”.

¿Dónde están los adultos?

Algo que queda muy patente a lo largo de la palícula es la falta de presencia adulta, no solo por parte de Roberto que no se entera hasta el final de lo que le ocurre a su hija, sino también de los profesores y padres de otros alumnos. Hay una escena, en la que vemos cómo maltratan a alejandra en su cumpleaños después de una clase en la que no se ve un solo adulto intervenir de ninguna forma, aunque esto sucede dentro de un aula del instituto. Tampoco en las reuniones en las casas de los compañeros ni en los viajes escolares, apenas vemos la presencia de adultos que pongan ningún tipo de límites.

La tribu social

Una de las complejudades más grandes en la adolescencia son los códigos generados entre pares. Uno de ellos, latente en esta película, es que denunciar equivale a exclusión, ya que el que se la lleva “se aguanta”. Alejandra se atiene a estos códigos ferreamente, siendo el momento en el que miente al ser preguntada directamente que está pasando el punto de no retorno. Aquí los agresores son conscientes de su impunidad y todo empieza a desencadenarse a una velocidad vertiginosa.

Se observa también la instauración de los roles y la desesperanza por salir del rol de víctima. Vemos al principio que uno de los chicos del grupo es el que cumplia este papel antes de llegar Alejandra al ser un adolescente con sobrepeso. En cuanto se abre la veda para acosar a la protagonista, este es uno de los personajes que más fuertemente acosa, ya que ve la oportunidad de que otro se quede con el rol que el cumplía hasta ahora, y siente que pertenece al grupo de manera más fuerte.

Las consecuencias del acoso que vemos en alejandra son evidentes: angustia, tristeza, aislamiento, fobia social,indefensión aprendida, ansiedad, ideación suicida y depresión. Las secuelas del bullying suelen acompañar a las personas hasta su vida adulta derivando en adultos depresivos, con tendencia a las adicciones o  propensos a desarrollar un trastorno psicológico.

Conclusión

Después de Lucía no es una película “fácil” sino hiriente, incómoda y cruda que te hace sentir la desesperanza de la protagonista y genera sentimientos de angustia, indefensión y rechazo. El gran logro de esta película es que consigue que sientas el dolor de los personajes. El expectador se encuentra con ganas de que termine o que pase algo que genere algun tipo de justicia.. y el desenlace no dejará a ningún visor indiferente.

María José Rubio Alfonso
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
María José Rubio Alfonso
Psicóloga
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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Distintas formas de limitar el uso del smartphone en adolescentes

Distintas formas de limitar el uso del smartphone en adolescentes

Los dispositivos electrónicos son herramientas muy útiles que se han convertido en una parte intrínseca de nuestra vida hoy en día. Utilizados de forma correcta se convierten en un valor añadido y de forma incorrecta se convierten en un obstáculo.

Lo primero que debemos entender es la extensión de la importancia de estos dispositivos en nuestra vida. Como adultos profesionales, los hemos integrado en nuestro día a día como herramienta indispensable para trabajar, socializar, reservar eventos, pagar, hacer deporte, entretenernos, organizar nuestras agendas y un infinito etcétera.

Teniendo en cuenta esto, ¿por qué esperamos que para los adolescentes no sea igual? El uso de dispositivos electrónicos es tan necesario para el correcto funcionamiento de las diferentes áreas de su vida como para los adultos, se podría argumentar que incluso más teniendo en cuenta el papel omnipresente que ha pasado a tener la tecnología en la educación en los últimos dos años. Sabemos que hay tanto ventajas como desventajas en el uso de estos dispositivos y aún así, cuando vemos a un adolescente con un Smartphone parece que solo recordamos lo segundo.

Tal vez esto se deba a que nos asustan más los posibles efectos adversos que los posibles beneficios. Sabemos que por un lado el uso correcto de dispositivos electrónicos puede ayudar en la socialización, crear nuevas formas de aprendizaje, incrementar la capacidad de solución de problemas y tolerancia a la frustración (videojuegos), posibilitar la creatividad y libertad de expresión, y permitir un acceso ilimitado a la información. Pero por otro lado el abuso de la tecnología entre los jóvenes puede provocar adicción y aislamiento, mayores niveles de ansiedad, trastornos de la conducta, bajo rendimiento escolar, depresión, estrés y falta de interés por lo que les rodea.

Lo que es importante reconocer aquí es la diferencia entre las causas de las ventajas y desventajas. Las ventajas asociadas al uso de dispositivos electrónicos aparecen con el correcto uso de éstos, y las desventajas aparecen cuando hay un abuso. Son el mal uso y el abuso por tanto, lo que debemos evitar.

Consejos

Si te preocupa un uso excesivo por parte de tu hij@ adolescente, puedes poner en práctica los siguientes consejos:

  • Crea un compromiso familiar, con unas reglas de espacio y tiempo que todos debéis respetar. Por ejemplo, no se puede utilizar el móvil antes de las 9 de la mañana ni después de las 10 de la noche; es importante proponer alternativas interesantes y divertidas para hacer juntos como ver una película en familia, jugar a algo, crear algo juntos como una maqueta o puzle o compartir cualquier actividad que sea interesante para ellos como aprender a tocar un instrumento. Con eso conseguiremos que no lo vea como una restricción sino como un cambio.
  • Hazles saber las ventajas de no estar siempre disponible, de una desconexión digital completa de vez en cuando. Podéis planear uno o dos días al mes en los que se realizará una actividad nueva y gratificante fuera de casa (una excursión, un concierto, un día de Spa, un evento culinario…
  • Apóyales en el uso de apps que le expongan a salir al exterior. Si le gusta hacer deporte hay muchas opciones que facilitan hacerlo al aire libre, incluso una app, Caminandum, que te ayuda a encontrar personas que practiquen el mismo deporte o actividad para realizarlo juntos o prestarse material.
  • Utiliza apps educativas con ellos para aprender juntos, por ejemplo un nuevo idioma. Hay apps gratuitas como Memrise y Duolingo que permiten aprender jugando, o apps de pago como Babbel que son más completas a nivel académico. Enséñales que pueden utilizar los dispositivos para satisfacer su curiosidad y aprender algo nuevo sobre un tema, introduciendo la cuestión de la veracidad de las fuentes y asegurándote así de que tus hijos están preparados para reconocer las noticias falsas.
  • Participa en las actividades en línea de tus hijos. Si jugáis juntos online o muestras interés por su grupo favorito que sigue en las redes sociales, se convertirán en pasatiempos compartidos. De esta manera, tendrás más control sobre el tiempo que se le dedica a estas actividades.
  • Explícales las diferencias en el uso del Smartphone y todo lo que ofrece de manera comprensiva. Queremos que entienda cómo usar correctamente los dispositivos para que pueda valerse por sí mismo, no imponer nuestro propio criterio.
  • Sé un ejemplo para ellos, comprometiendo a todos los miembros adultos de la familia a serlo también. Si nosotros mismos estamos enganchados al móvil o tablet siempre que tenemos un minuto libre, estamos validando un comportamiento erróneo. Por el contrario, podemos enseñarles cómo es un uso responsable, compartiendo con ellos las utilidades que nosotros sacamos en el día a día. Los padres siguen siendo el modelo más importante en la vida de un adolescente.
  • Asegúrate de tener una forma de estimar el número de horas que tus hijos pasan en línea de manera realista, Android, por ejemplo, cuenta con la función «Digital Wellness» que te dice cuántas veces desbloqueas el teléfono y cuánto tiempo pasas en cada aplicación. A veces ver las estadísticas te ayuda a darte cuenta del problema, y reflejarles esto de manera comprensiva puede llevarles a disminuir la exposición por cuenta propia.
  • Intenta no llegar a los extremos, como bloquear el internet de tus hijos o quitarle los dispositivos de golpe; lo harás aún más deseable.

Solo hay una consigna válida para el uso de éstos dispositivos, y es el equilibrio. Lograr un bienestar digital, sabiendo que dispositivos o aplicaciones usar en qué momento y cuando debemos parar. No es solo el tiempo delante de la pantalla lo que importa, sino la calidad de lo que están viendo. Esto significa que si no podemos reducir significativamente el tiempo que pasan delante de la pantalla, si podemos asegurarnos de que aprovechen estos dispositivos de la misma manera que lo hacemos nosotros.

En resumen:

Para limitar el uso de dispositivos electrónicos en adolescentes necesitamos ayudarles a encontrar el balance que ellos mismos no consiguen lograr. Como padres, se puede:

  1. Compartir el tiempo en línea interesándose por lo que a ellos les interesa
  2. Proponer un bienestar digital familar y alternativas viables, saludables y divertidas
  3. Ser un modelo a seguir, un ejemplo de buen uso de dispositivos electrónicos
  4. Explicar de manera comprensiva las diferencias entre uso y abuso
  5. Asegurarse de que entiendan cuando el uso es excesivo, enseñarles estadísticas
  6. Ayudarles a satisfacer sus necesidad de explorar y su curiosidad de manera adaptativa

En esta nueva era tecnológica, se nos presentan un millón de posibilidades y por tanto un millón de decisiones a diario. Tenemos en nuestras manos dispositivos que nos permiten una accesibilidad permanente; depende solo de nosotros mismos convertirlos en una herramienta de ayuda o en un hándicap. Ésta es la idea que debemos transmitir a los adolescentes.

Para más información sobre prevención, diferencias entre uso, abuso y adicción, factores de riesgo y de protección, y pautas de un uso adecuado, la Universidad Complutense de Madrid ha elaborado una guía para padres y educadores sobre el uso seguro de Internet, móviles y videojuegos.
Disponible en el siguiente enlace:

https://www.ucm.es/data/cont/docs/

María José Rubio Alfonso
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
María José Rubio Alfonso
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El trauma psicológico y sus consecuencias

El trauma psicológico y sus consecuencias

¿Qué es un trauma?

Según la organización mundial de la salud, el trauma ocurre cuando: La persona ha estado expuesta a un acontecimiento estresante o situación (tanto breve como prolongada) de naturaleza excepcionalmente amenazadora o catastrófica, que podría causar un profundo disconfort en casi todo el mundo (O.M.S.: CIE-10).

El trauma es una reacción psicológica de las personas, tras un suceso negativo y altamente estresante que aparece de manera inesperada e incontrolable. Al comprometer la integridad física o psicológica de la persona que lo sufre, y siendo ésta incapaz de afrontarlo, se crea un malestar muy intenso en ella.
El alto impacto psicológico de los sucesos traumáticos se debe a la intensidad del suceso unido a la ausencia de respuestas psicológicas adecuadas para afrontar algo desconocido e inesperado. Para considerar un evento como traumático tiene que ser de carácter negativo, inesperado y repentino.

Una gran parte de los individuos que se enfrentan a una situación traumática sufren de consecuencias psicológicas posteriormente, que pueden ser agudas o crónicas. En los primeros momentos post – trauma hay síntomas que se pueden considerar normales y muy a menudo, estos síntomas remiten de manera espontánea, pero a veces las consecuencias perduran en el tiempo o se incrementan afectando la salud mental.

Síntomas asociados al trauma

Una vez superado el shock inicial, las respuestas a un acontecimiento traumático pueden variar. Las respuestas más comunes son:

  • Flashbacks y pesadillas
  • Ansiedad y constante nerviosismo
  • Rabia
  • Negación del suceso
  • Cambios en los patrones de pensamiento
  • Mayor dificultad para concentrarse
  • Conductas de evitación hacia los recuerdos del suceso
  • Miedo intenso a que se repita el suceso traumático, sobretodo en los aniversarios del suceso o al volver al lugar del suceso original
  • Retraimiento y aislamiento en las actividades cotidianas
  • Detrimento en la salud general o empeoramiento de una enfermedad existente
  • Cambios en el estado de ánimo
  • Disociación
  • Irritabilidad y cambios de humor repentinos
  • Sintomatología física de estrés, como sudoración, cefalea y náuseas
  • Alteración del sueño o incapacidad de dormir (insomnio)

En su mayoría, los afectados no desarrollarán un trastorno por estrés postraumático (TEPT), trastornos de ansiedad o depresivos o trastorno Disociativo de la identidad, sino manifestaciones normales del síndrome postraumático, incluso en situaciones de alto impacto psicológico

Trastornos traumáticos

Tras la exposición a un evento traumático o estresante, es posible que se desarrollen reacciones psicológicas graves, desembocando en uno de los trastornos relacionados con el trauma y el estrés.

Los diagnósticos incluidos en ésta categoría de trastornos son:

  1. TEPT (Trastorno de estrés post-traumático).
  2. Probablemente el más común y estudiado, con una prevalencia del 1-4% de la población. Es especialmente común en personas con profesiones que suponen un riesgo de exposición a eventos traumáticos (Policías, sanitarios, militares…) Son comunes síntomas como pesadillas e insomnio persistentes y recurrentes, flashbacks, aislamiento y alta reactividad (agresividad, hipervigilancia…), miedos irracionales, desrealización (sentir que el mundo no es real) y despersonalización (sentirse un observador externo de sí mismo) y aturdimiento.
  3. TEA (trastorno de estrés agudo).
  4. Se caracteriza por sintomatología similar a la del TEPT que ocurren después del evento traumático. Dichos síntomas pueden durar entre dos días y 4 semanas después del evento traumático. Lo que más lo diferencia del TEPT es que los síntomas deben aparecer casi inmediatamente después del suceso.
  5. Trastorno de adaptación.
  6. Aparece sintomatología ante un acontecimiento traumático claro y definido, en los tres meses siguientes al inicio, pero no se puede clasificar como TEPT. Se presenta un malestar intenso desproporcionado a la gravedad o intensidad del factor estresante y un deterioro significativo en el funcionamiento normal. El malestar se manifiesta con disminución del rendimiento laboral o escolar, cambios en las relaciones sociales, complicaciones en una enfermedad existente, problemas en la pareja o la familia y dificultades económicas.
  7. Trastorno de apego reactivo (RAD) (diagnosticado sólo en niños).
  8. Se caracteriza por una distorsión y falta de desarrollo en la capacidad de relacionarse socialmente. Entre los síntomas más comunes se encuentran tristeza o reacciones de miedo sin motivo aparente, reacciones emocionalmente pobres hacia los demás, episodios de alta irritabilidad y limitación en la expresión de afectos positivos.
  9. Trastorno de compromiso social desinhibido (DSED) (diagnosticado sólo en niños).
  10. Aparece una falta de selectividad ante las figuras de apego que se eligen, siendo demasiado familiar con personas desconocidas y buscando contacto afectivo fuera del círculo social cercano.
  11. Otro trastorno especificado relacionado con el trauma y el estrés.
  12. Aparece sintomatología característica de los trastornos relacionados con trauma y estrés, causando un malestar significativo y deterioro en todas las áreas, pero no se cumplen los criterios para ninguno de los diagnósticos anteriores. En este caso, se especifica qué otro trastorno podría estar influyendo en la sintomatología.
  13. Trastorno relacionado con el trauma y el estrés no especificado.
  14. Lo mismo que el trastorno anterior, pero sin especificar ningún otro trastorno.

Existen varios factores que pueden hacer que las experiencias traumáticas sean más negativas. Por un lado, los factores asociados a la propia persona como la manera en la que percibe y experimenta la situación, la capacidad de resiliencia o el historial de salud mental. Por otro lado están los factores asociados a la propia situación: pérdidas humanas y materiales, extensión en el tiempo o cronicidad, edad a la que comienza (en caso de abuso). Por último factores asociados al lugar donde se produce el suceso; la presencia de apoyo social, existencia de medidas preventivas, la propia cultura comunitaria, o el cuidado de la salud mental existente en esa sociedad.

El trauma en la infancia

Teniendo en cuenta que durante la infancia un niño depende de sus cuidadores, cualquier conducta de abuso o abandono puede afectar de manera traumática, al ser vivida como una amenaza a su propia integridad.

Además, en la infancia es común que los maltratos sean continuos, siendo una situación crónica para ellos. Es importante destacar que el abandono es otra forma de maltrato, siendo igual de perjudicial psicológicamente que el abuso físico o sexual.

Consecuencias del trauma en la infancia: ¿Cuándo buscar ayuda profesional?

Las reacciones mostradas por niños y adolescentes que han estado expuestos a eventos traumáticos pueden resumirse en:

  • Desarrollo de nuevos miedos.
  • Ansiedad de separación (especialmente en los niños pequeños).
  • Alteraciones del sueño.
  • Pesadillas.
  • Tristeza.
  • Pérdida de interés por las actividades normales.
  • Disminución de la concentración.
  • Deterioro del trabajo escolar.
  • Rabia.
  • Quejas somáticas.
  • Irritabilidad.

El funcionamiento en la familia, el grupo de amigos o la escuela puede verse afectado por estos síntomas, poniendo en riesgo la estabilidad mental de los más pequeños.

Los trastornos disociativos: respuesta al trauma crónico

¿Qué es la disociación?

El término disociación hace referencia a una desconexión entre mente y cuerpo; una interrupción en la forma en que la mente maneja la información. Puedes sentirte desconectado de tus sentimientos, pensamientos, recuerdos y el entorno que te rodea y puede afectar a tu sentido de la identidad y percepción del tiempo

La disociación es un mecanismo de defensa del ser humano ante el trauma, que nos permite difuminar e incluso eliminar experiencias demasiado dolorosas para asimilar, sobre todo cuando somos niños y nos estamos desarrollando. Así, ante el abuso o maltrato (sobre todo en la infancia y adolescencia), los síntomas disociativos son un salvavidas para muchas víctimas; el problema es que ésta reacción en principio adaptativa, se convierte en disfuncional muy rápidamente, afectando la salud mental de las víctimas

Los síntomas disociativos

Los síntomas disociativos se dividen en tres bloques: Amnesia, desrealización/despersonalización y confusión/alteración de la identidad. (Steinberg, 1995).
La amnesia cumple la función de permitir al paciente seguir con su vida olvidando selectivamente la situación angustiosa y la emoción intolerable; en el Trastorno disociativo de la identidad por ejemplo, las partes que se encargan de las situaciones de la vida cotidiana normalmente presentan amnesia para los traumas previos.
La despersonalización desconecta el cuerpo de la consciencia de manera que el individuo puede desligar la experiencia traumática de sus propias emociones; muchas veces cuando hay un trauma severo no percibimos la parte emocional de la experiencia para defendernos contra el grado de activación emocional que nos provoca.
La alteración de la identidad alterna un estado mental con otro sin crearse una meta conciencia que abarque ambos.

Los trastornos disociativos

Los trastornos disociativos incluyen varios síndromes con el núcleo común de una alteración en la conciencia que afecta tanto a la identidad como a la memoria.

  • Amnesia Disociativa, en la que los pacientes pierden memoria autobiográfica de ciertos eventos, generalmente acontecimientos de naturaleza traumática o estresante.
  • Fuga disociativa, en la que la amnesia cubre toda (o al menos una parte muy grande) la vida del paciente y va acompañada de pérdida de la identidad personal y en muchos casos un traslado físico (de ahí su nombre). La amnesia disociativa puede diagnosticarse con o sin fuga disociativa.
  • Trastorno de identidad disociativa o TID (anteriormente trastorno de personalidad múltiple), en el que el paciente parece poseer y manifestar dos o más identidades (una personalidad “huésped” y uno o varios “alter egos” ) que alternan el control sobre la experiencia, el pensamiento y la acción consciente y están normalmente separados por cierto grado de amnesia.
  • Trastorno de despersonalización, en el que los pacientes sienten que han cambiado de alguna forma o que de alguna manera ya no son reales.
  • Trastornos disociativos no especificados, en el que el paciente manifiesta algunos síntomas disociativos en cierto grado pero no llegan a cualificar para un diagnóstico de los anteriores.

Aunque los efectos del trauma pueden repercutir en áreas de funcionamiento que parecen alejadas del trauma, considerar el trauma como la principal influencia causal de los síntomas puede ayudar a empoderar a las personas para que se curen a sí mismas con apoyo, y validación en un entorno seguro.

María José Rubio Alfonso
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