Hoy en día, la gran mayoría de los niños que viven en grandes ciudades, como Madrid, comienzan la Educación Infantil antes de los 2 años, algunos incluso a los 4 o 5 meses de edad, debido a reincorporación de sus padres al trabajo. Es cierto que al comenzar la educación tan temprano, muchos obtienen grandes beneficios, como aprender a socializar con otros niños, a no depender tanto de sus padres, a ser más independientes o a desarrollar un vocabulario más completo. Los bebés son como esponjas, y aunque no veamos inmediatamente todo lo que están aprendiendo, nos van mostrando poco a poco todas las habilidades que van adquiriendo gracias a la estimulación que les demos tanto activa como pasivamente. Los bebés nos escuchan hablar desde que están en el vientre, y son capaces de reconocer su lengua materna, mostrando más interés hacia ella, desde el día de su nacimiento.

Desde el inicio de este curso, los niños que van a la escuela a edades tan tempranas o, que incluso, están al cuidado de personas que no son sus padres, pueden tener uno de los perjuicios del uso de las mascarillas: no poder observar la articulación de quiénes les están hablando. Esto repercute negativamente en el desarrollo de su lenguaje, ya que necesitan, además de escuchar a otras personas hablando, ver cómo mueven sus labios y lengua al hablar. Por lo tanto, ahora, más que nunca, nuestros bebés van a necesitar que les estimulemos el lenguaje de manera extra cuando estemos en casa, para que reciban ese apoyo visual tan necesario.

Para cualquier tipo de aprendizaje es necesario que realicemos actividades ligadas a emociones positivas, así que habrá que “disfrazar” estas lecciones en un paquete atractivo para que aprender sea algo divertido, tanto para nuestro bebé, como para nosotros. Podemos estimular el lenguaje de muchas maneras y a cualquier hora del día. Aunque al principio no nos sepan contestar con palabras, y pueda parecer inútil hablarles tanto, esto no podría estar más alejado de la realidad: cuanta más estimulación del lenguaje reciban a cualquier edad, más enriquecido será su vocabulario. Estos son algunos ejemplos de cosas que podemos hacer para estimular el lenguaje de nuestros hijos de manera natural y entretenida:

Habla, habla, habla. Todo lo que puedas, sobre lo que estáis viendo o lo que estáis haciendo. Por ejemplo, si vais al supermercado, puedes ir comentando los alimentos que estáis viendo o que vais metiendo en la cesta; y a la hora del baño, puedes ir nombrando las partes del cuerpo que le vas lavando.

Repite, repite y repite. La repetición es nuestra amiga cuando hablemos con nuestros pequeños. Les ayuda a que ellos, si están en ese punto, puedan repetir la palabra que estemos diciendo con nosotros, y si no, a que tengan más input sobre el nombre de una cosa (vocabulario) y sobre cómo se pronuncia esa palabra (articulación). Por ejemplo, si le estamos lavando las manos, podemos incluso inventar una canción:

“Me lavo las manos,
manos, manos, manos,
con agua y con jabón,
con agua y con jabón”.

Utiliza las onomatopeyas cuando habléis, juguéis o leáis. Ayudan a relacionar un objeto u animal con su sonido, creando nuevas conexiones cerebrales, y a desarrollar diferentes sonidos articulatorios. Por ejemplo, cuando os montéis en el coche, podéis decir que el coche hace “brumm” o una pedorreta sonora, y que el pito hace “piiiiii piiiii”.

Utiliza la música. ¡Canta y baila con tu bebé! No es necesario que tu afinación sea la mejor ni que seas un bailarín de primera. Escuchar canciones infantiles desarrollará su ritmo y vocabulario de una manera atractiva para él o ella. ¡Memorizar canciones y rimas infantiles también le preparará para la lectoescritura! Puedes bailar libremente o haciendo gestos que acompañen a la canción y que refuercen el vocabulario de lo que se está cantando. Y tampoco es necesario que nuestros bebés siempre escuchen canciones infantiles, por lo que les puedes poner también música que te guste a ti, o música clásica, que también ayudará en su desarrollo cerebral.

Utiliza los 5 sentidos. Podéis probar distintos sabores que contrasten entre sí e ir hablando de lo que estáis probando, tanto del sabor como de la apariencia y el olor del alimento (“¡Uy! ¡Qué ácido está el limón! ¿Te has fijado que el limón es amarillo por dentro y por fuera? ¡Y tiene algunas semillas!”). Podéis comparar objetos o telas con diferentes texturas, o de diferentes temperaturas (“Esta manta rosa es muy suave, la podemos tocar con la mano o con la cara. Pero esta alfombra es áspera, ¿verdad? No dan ganas de ponérsela en la cara, además de que puede estar sucia de estar en el suelo”). Podéis hablar de los distintos olores de las comidas que vayáis a comer, de una colonia o del jabón que vayáis a usar.

Leed juntos. Hay gran variedad de libros en diferentes formatos: libros que cuentan una historia, libros para trabajar vocabulario de diferentes categorías semánticas (animales, colores, formas…), libros con dibujos pop-up, libros con texturas incluidas, libros de tela o de plástico, que pueden coger y meterse en la boca sin problema de que se rompan. Que escuchen diferentes cuentos y que, si nos lo piden, leamos el mismo muchas veces, ayudará a desarrollar su vocabulario, y más adelante, su interés por la lectura de manera independiente. Algunas recomendaciones son: “El pollo Pepe”, “El monstruo de los colores” y “Oso pardo, oso pardo, ¿qué ves ahí?”.

Jugad juntos. Para estimular el lenguaje mientras jugamos, podemos utilizar juguetes de objetos que utilizamos a diario, como juguetes de vajilla y de comida; o animales, que podemos nombrar, decir qué ruidos hacen, hablar sobre su forma y sus colores, o si nadan, vuelan, caminan o corren. Para trabajar la articulación, algo que podemos hacer es ponernos el juguete al lado de la boca y decir ahí el nombre del objeto que representa. Por ejemplo, puedo coger una vaca de juguete, me la pongo junto a la cara y digo: “¡Mira! He cogido una VACA. La VACA dice Muuuuuuu”. Otro juego muy divertido, para niños a partir de 18 meses, es el “ThinkFun Roll & Play”, en el que se trabaja vocabulario de colores, emociones, animales, números, acciones y partes del cuerpo.

Hablar y pasar tiempo juntos realizando todas estas actividades, no solo ayudará en el desarrollo del lenguaje de tu bebé, si no que también va a ayudar a crear un vínculo especial entre la madre o el padre y el hijo o la hija que puede durar para toda la vida. Es importante que contestemos y apreciemos las respuestas comunicativas de nuestros hijos, ya sea un balbuceo, sus primeras palabras o sus primeras frases, y que les alabemos cada vez que pasan a una nueva etapa del lenguaje.

Termino con un párrafo de mi artículo también publicado en el blog de Sinews, “Falsos mitos sobre el bilingüismo”:

“Aunque existan variaciones de 5-6 meses de diferencia, las primeras palabras deberían aparecer alrededor de los 12 meses. Alrededor de los 18-24 meses, los niños deberían decir combinaciones de dos palabras, y sobre los tres años, ser capaces de comunicar sus necesidades a través del lenguaje, con frases completas y comprensibles, aunque la pronunciación y gramática no sean perfectas.
Esto es igual para niños bilingües y monolingües. Si tu hijo/a no está desarrollando su lenguaje a este ritmo, sea bilingüe o no, deberías de evaluar su capacidad auditiva, y consultar con un logopeda especializado en bilingüismo, para recibir un asesoramiento profesional y, si fuera necesario, comenzar con un tratamiento lo antes posible.”

Alba Sánchez Blake
Departamento de Logopedia
Alba Sánchez Blake
Logopeda
Niños, adolescentes y adultos
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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