¿Crees que controlas tu mente? Te propongo un experimento

¿Crees que controlas tu mente? Te propongo un experimento

¿Qué pensarías si te dijera que se estima que, en un día, una persona puede llegar a tener en torno a 60.000 pensamientos? ¿Te lo creerías? ¿Te parece mucho? ¿Te parece poco? ¿Cómo te relacionas con tus pensamientos? ¿Todo el rato le das vueltas a lo mismo? Si no tienes todas las respuestas, te invito a leer el resto del artículo, espero que tras la lectura de este artículo, puedas entender un poco mejor qué es un pensamiento.

Para comprender mejor el poder que tienen nuestros pensamientos sobre nosotros, te propongo que realicemos un pequeño experimento.

El poder del elefante rosa

Me gustaría comenzar realizando un ejercicio. Voy a pedirte que NO PIENSES EN UN ELEFANTE ROSA. Durante los próximos segundos, intenta centrarte en no pensar en elefante rosa. Me atrevo a adivinar que han podido ocurrir dos escenarios posibles. En uno de ellos, nada más leer “elefante rosa”, aunque la instrucción fuera no pensar en ello, no has podido evitar que la imagen del elefante viniera a tu cabeza. Seguramente, de manera involuntaria, su imagen haya aparecido en tu mente. Puede que, después de esta primera aparición, hayas intentado controlar no pensar en ello, escenario número dos. Sin embargo, ¿ha sido fácil controlar que no apareciera? Tal vez te hayas distraído, o te hayas centrado en otra cosa. A pesar de ello, apostaría a que cuando dejes de intentarlo, esa imagen volvería a tu mente. Y dirás, vale puede ser, pero ¿qué tiene que ver esto con mis pensamientos? Mucho más de lo que pensamos.

Tras este ejercicio experiencial, podemos extraer varias conclusiones. La primera de ellas es que muchos de nuestros pensamientos son automáticos, es decir, no estamos conscientemente haciendo un esfuerzo por tener pensamientos, los pensamientos viajan por nuestra mente de manera independiente. La segunda de las conclusiones que se puede extrapolar del ejercicio es que no querer pensar en algo, paradójicamente, tiene el efecto contrario, más aparece en tu mente. Por último, en tercer lugar, se puede ver cómo intentar no pensar en algo requiere energía y esfuerzo mental, no es algo que sea sencillo. En un momento determinado, dejar de pensar en algo puede ser beneficioso, a corto plazo es un gran alivio. Pero, si es una estrategia que requiere de gran esfuerzo, ¿es una estrategia que puede ser útil y asumible a largo plazo?

Es muy útil imaginarse nuestra mente como una autopista, en la que siempre hay tráfico. Dependiendo de la hora del día, hay más coches que otros. En algunas incluso hay atascos. Es una autopista que no se puede cerrar. La autopista sería nuestro cerebro y el tráfico y los coches los pensamientos.

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Entonces, ¿qué es un pensamiento?

Ahora que hemos vivido en primera persona lo difícil que es controlar un pensamiento, es momento de preguntarnos: ¿qué es realmente un pensamiento?

En algunas ocasiones, hay personas que piensan con imágenes. A pesar de ello, en este artículo nos centraremos en aquellos otros pensamientos que no son imágenes, sino que son palabras. Si, has leído bien, los pensamientos no son ni más ni menos que lenguaje. Probemos con otro ejercicio, vamos a intentar crear cierta conciencia sobre lo que pensamos. En muchas ocasiones, ni si quiera somos conscientes de lo que estamos pensando, damos por hecho que tener ese diálogo interno a lo largo del día es natural y damos por hecho que lo que pensamos es certero y real. Pero, ¿y si te digo que no todo lo que pensamos es real? A veces nos engañamos. Antes de nada, sigamos con el ejercicio. Puede que te ayude cerrar los ojos. Concéntrate en lo que está pasando por tu mente ahora mismo y escríbelo más abajo.

  • Pensamiento 1:
  • Pensamiento 2:
  • Pensamiento 3:

Tras el ejercicio, es como si hubiéramos sacado fuera de nosotros lo que llevamos dentro. ¿Qué forma y apariencia tienen ahora? Efectivamente palabras. Las palabras, palabras son. Quiero decir que, igual que nosotros podemos contar una historia, inventada desde 0, si el contenido de nuestra mente es lenguaje, ¿por qué no podría ocurrir lo mismo?

Para entender por qué el lenguaje es tan poderoso en nuestra mente, necesitamos mirar brevemente hacia nuestra historia como especie.

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El lenguaje es una parte fundamental de nuestra naturaleza. Gracias al lenguaje, los seres humanos podemos evaluar las consecuencias de nuestras acciones, predecir o anticiparnos al futuro, aprender de nuestro pasado, acumular conocimiento y regular nuestras conductas y las de otros. De hecho, gracias al lenguaje hemos llegado hasta el punto al que hemos llegado, donde hay un gran desarrollo cultural, de conocimientos y de adaptación al ambiente. Por ende, podemos decir que el lenguaje ha ayudado a la supervivencia del ser humano. En el pasado era vital comunicarse, esto permitió a nuestros antepasados defenderse, atacar y por lo tanto, permanecer sobre la Tierra. Sin embargo, hoy en día, vivimos en una sociedad donde el peligro potencial hacia nuestra vida no es una realidad. En ese sentido, confundir el pensamiento con la realidad puede generar un gran malestar.

Por ejemplo, antiguamente cuando una persona decía que les iba a atacar un mamut, les iba a atacar un mamut, el pensamiento y la realidad coincidían, la alerta y la amenaza eran reales. Sin embargo, hoy en día podemos pensar que nos van a despedir, vamos a enfermar o que nos va a pasar algo malo y no ser real, no tener evidencias de ello. Por lo tanto, el pensamiento y la realidad son dos dimensiones distintas.

Por esto mismo, si tenemos “pensamientos positivos/agradables” pensamos que tendremos experiencias positivas y, por el contrario, si tenemos “pensamientos negativos/desagradables” tendremos experiencias negativas. Es una relación causa-efecto, si pienso de una determinada manera entonces ocurren unas determinadas cosas. Al relacionarnos así con nuestra manera de pensar, es lógico que queramos escapar, huir y evitar todos aquellos pensamientos “negativos”. Pero, como hemos visto antes, cuanto más intentamos huir de un pensamiento, más nos acompaña.

Intentamos evitar lo inevitable

Aunque sea una realidad que puede no gustarnos, el sufrimiento forma parte inherente a la vida. Sufrimiento entendido como pérdidas, decepciones, la tristeza… Estos son momentos o emociones por las que todos pasamos. A pesar de ello, en las sociedades más modernas, el desarrollo parece que va en pro de rechazar la incomodidad. Pero, ¿podríamos mover una montaña?. Podríamos intentarlo, pero seguramente no lo conseguiríamos. Con esto ocurre lo mismo.

Aunque evitar el sufrimiento pueda parecer una respuesta lógica, la realidad es que en las sociedades actuales esta estrategia puede volverse en nuestra contra. Actualmente se entiende la realidad como dos equipos enfrentamos: o me siento bien o me siento mal. Si me siento bien, es que pienso en positivo, es normal y puedo vivir bien. Por el contrario, si me encuentro mal, es porque pienso en negativo, no es normal y entonces ya no vivo en la comodidad. Nuestro objetivo prioritario es sentirnos bien porque pensamos que sentirnos mal es negativo, por eso intentamos evitar las dudas, las preocupaciones, las emociones “negativas” (si es que eso existe). La verdad es que, si esos sentimientos tienen un motivo, intensidad, frecuencia y duración coherentes, forma parte del ser. Hay otras ocasiones en las que evidentemente será un problema a trabajar con un profesional.

Algunos ejemplos se pueden ver con frases como:

  • “No llores”
  • “No te preocupes”
  • “Piensa en positivo y te olvidarás de todo”
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Cuando intentamos escapar de toda incomodidad, puede llegar a ocurrir lo que se conoce como Trastorno de Evitación Experiencial. Este problema se da cuando la persona utiliza la evitación como una estrategia generalizada, afectando a muchas áreas de su vida y limitando su funcionamiento. Nos construimos nuestra propia trampa, intentando escapar de recuerdos, pensamientos, emociones o imágenes que nos generan malestar, acabamos evitando todo aquello que también nos proporciona bienestar. Cuando evitamos algo que nos incomoda, sentimos un alivio inmediato, esto refuerza el hecho de evitar. Es como un círculo sin fin, en el que nos construimos un castillo en el que estamos la mar de cómodos, pero que tampoco son hace felices por todas las cosas que estamos dejando de hacer.

En conclusión, entender que los pensamientos son la realidad nos lleva a sentirnos mal cuando el contenido de estos pensamientos es aversivo. Como no nos gusta pasarlo mal, evitamos, y al intentar evitar el pensamiento solo le estamos haciendo más fuerte. Aceptar nuestra humanidad, con todas sus luces y sombras, no es rendirse: es empezar a vivir de una manera más plena.

Existen muchas estrategias que pueden ayudarnos a construir una relación más saludable con nuestros pensamientos. Como hemos visto, los pensamientos son como compañeros de viaje: no siempre podemos controlar quién sube a bordo, pero sí podemos decidir cómo convivir con ellos. En el próximo artículo hablaremos con más detalle sobre algunas de estas herramientas.

Mientras tanto, recuerda que no tienes por qué atravesar este camino en soledad. Si llevas tiempo sintiéndote mal, si el malestar interfiere en tu vida o simplemente si sientes que necesitas apoyo, buscar ayuda profesional es un acto de valentía y cuidado hacia ti mismo. Un acompañamiento adecuado puede marcar la diferencia y ayudarte a encontrar nuevas formas de vivir en mayor bienestar.

Sobre la autora

Laura Redondo Fidalgo es Psicóloga Sanitaria y Neuropsicóloga en Sinews. Aborda problemáticas que van desde la ansiedad, la depresión, el duelo y la autoestima, hasta los problemas en las relaciones interpersonales, entre otros. Su orientación es cognitivo-conductual, pero integra herramientas y técnicas de otras corrientes, como las Terapias de Tercera Generación, según las necesidades de cada paciente, gracias a su constante formación.

Laura Redondo
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Laura Redondo
Psicóloga
Niños, adolescentes y adultos
Idiomas de trabajo: Español e inglés
Ver su Curriculum


¿Cómo le digo a mi hijo que ha perdido a alguien?

¿Cómo le digo a mi hijo que ha perdido a alguien?

Para comenzar este artículo, lo primero que me gustaría resaltar, es que los niños SI experimentan procesos de duelo. Al igual que cualquier otro ser humano, cuando viven una pérdida tienen que procesarla, hacerla hueco, y restituir una nueva realidad. Algunos de los motivos más comunes por los cuales un niño puede enfrentarse a un proceso de duelo son: el divorcio de los padres, la muerte de seres queridos, la pérdida de mascotas, perder posesiones especiales o perder amigos a causas de mudanzas.

Sin embargo, existen muchos mitos que rodean a los procesos de duelo en niños y adolescentes.

Mitos asociados a los procesos de duelo en niños y adolescentes

  • Los niños no se dan cuenta de lo que sucede tras una pérdida.
  • Los niños y adolescentes NO realizan procesos de duelo.
  • Los adultos deben disimular, si ocultan su dolor los niños serán más felices.
  • No pueden entender y comprender los rituales sociales asociados a la pérdida, por lo que es mejor que no asistan a ellos.
  • No debemos estar tristes porque entonces la persona fallecida se pone más triste.

Una vez esclarecido que los niños transitan por situaciones de duelo, es importante anotar que los niños toman conciencia de la muerte con facilidad. El concepto de muerte tiene cuatro características que son:

  1. Irreversibilidad: aquella persona que ha fallecido no va a volver a vivir.
  2. Universalidad: todos los seres vivos mueren en algún momento.
  3. No-funcionalidad: el cuerpo deja de funcionar, todas las funciones vitales se para.
  4. Causalidad: hay una causa, la muerte tiene una explicación y es una razón física.

Dependiendo de las edades evolutivas, los niños tienen asociadas más o menos características al concepto, este es un aspecto que se debe de tener en cuenta a la hora de cómo transmitir la información de la pérdida.

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¿Qué concepto de la muerte tiene mi hijo según su edad?

  • De 0 a 2 años: perciben la muerte como ausencia. Es equivalente a partir o al abandono. En esta etapa vital son muy sensibles al estado de ánimo negativo que puedan experimentar sus cuidadores.
  • De 3 a 6 años: consideran que la muerte es temporal y reversible, es una edad en la que está muy presente el pensamiento mágico. Además, interpretan de manera literal cualquier explicación que demos por ello sería recomendable evitar metáforas como “ha subido” o “se fue”.
  • De 6 a 9 años: en estos años adquieren el concepto de irreversibilidad, saben que la muerte es algo definitivo y que afecta a todos los seres vivos. Sin embargo, todavía no tienen adquirido el concepto de la propia muerte.
  • De 9 a 12 años: son conscientes de que es irreversible y universal. Así mismo, aparece la conciencia de la propia muerte. Es una etapa en la que se espera que aumente le miedo a la muerte de los seres más cercanos.

Por lo tanto, se puede deducir que, sobreproteger a los menores puede que no sea la mejor ayuda. Obviamente, en la mayoría de los casos, los adultos toman las decisiones que respectan a los menores pensando en su mayor bienestar, con una buena intención. Sin embargo, aunque pueda parecer contraintuitivo, ocultar la muerte puede ser peor. Lo que ocurre cuando los niños no tienen información es que fantasean, haciendo que en muchos casos creen la peor situación inimaginable o una realidad que es incorrecta. Además, cuando no hablamos del tema con ellos, no permitimos la expresión emocional. Por el contrario, si les transmitimos esta información siguiendo una serie de pautas y con las palabras adecuadas a su edad, ayudaremos a que el proceso de duelo sea sano.

¿Cómo puede afectar la pérdida a los menores?

Manifestaciones a nivel afectivo:

  • Tristeza y aislamiento
  • Ansiedad, irritabilidad y agresividad
  • Disminución de la autoestima
  • Conductas regresivas
  • Dificultad de atención y concentración
  • Hiperactividad
  • Culpa
  • Incredulidad

Manifestaciones a nivel somático

  • Pérdida de apetito
  • Insomnio
  • Molestias gástricas o abdominales
  • Agotamiento
  • Sensación de ahogo
  • Dolores de cabeza

A nivel somático es importante señalar que estos síntomas, tras haber consultado con un profesional, no se explican por ninguna otra causa.

Manifestaciones a nivel social y/o escolar

  • Aislamiento social
  • Desadaptación escolar
  • Disminución en el rendimiento escolar
  • Rechazo al colegio

Es importante señalar que si estos síntomas tienen un impacto importante en la vida del menor sería recomendable acudir a un profesional.

¿Qué necesita mi hijo de mi en estos momentos?

En líneas generales, lo que los niños necesitan de los adultos cuando se enfrentan a un proceso de duelo es:

  • Usar un lenguaje sencillo y adaptado a su edad
  • No abrumar usando demasiadas palabras
  • Intuición para saber cuándo está preparado para hablar
  • Tener una mentalidad abierta
  • Escuchar y aceptar sus sentimientos
  • Ser coherentes, nosotros como adultos también estamos tristes por la situación.
  • No mentir nunca
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¿Qué puedo hacer según la edad de mi hijo/a para facilitar la compresión de la muerte?

Niños de entre 0-2 años

En esta etapa evolutiva, les ayudaría mucho mantener las rutinas que se tenían previas a la pérdida del ser querido. Además, les ayudaría poder anticipar la muerte, así como garantizar su salud y cuidado. Por el contrario, que las rutinas se vean alteradas, que haya cambios bruscos y rápidos, así como cuidadores nuevos que no son muy conocidos, podrían ser factores que dificultasen la adaptación a la nueva situación del menor.

En esta etapa se debe estar alerta si se observan pérdidas de peso significativas, no se puede consolar al niños o no se recupera el patrón de sueño.

Niños de entre 3-6 años

En estas edades se recomienda usar un lenguaje claro y adaptado, tranquilizar ante la posibilidad de otras muertes e intentar que comprendan la insensibilidad post-mortem. También se pueden usar ejemplos de la naturaleza o que ya conozcan para ayudar a su comprensión. Por otro lado, se deberían evitar metáforas como “está en un lugar mejor”, “nos ve siempre y nos cuida” o “duerme eternamente”. Debemos recordar que en esta etapa hay una comprensión muy literal del lenguaje, por lo tanto lo interpretarán tal y como se lo contemos. También se deberían evitar las explicaciones que sean muy complejas.

En esta etapa se debe estar alerta si hay mucha ansiedad de separación, pesadillas recurrentes, no quiere comer, no quiere jugar o tiene miedos incapacitantes.

Niños de entre 6 – 10 años

Cuando los niños se encuentran entre este periodo de edades, lo más recomendable es que los adultos les expliquen y dejen participar en los rituales, que éstos respondan a las preguntas y curiosidades que tengas, que el entorno permita su expresión emocional y que puedan entender las dimensiones de la muerte. En caso de que la pérdida sea esperada, es una edad en la que sería recomendable poder prepararlos de antemano. Así mismo, entre los 9 y 10 años serían recomendable valorar su opinión.

Por contra, debemos evitar no aclarar sus teorías imaginadas, no explicarle cómo son rituales o lo que se va a encontrar, así como ocultarles los detalles del fallecimiento. Cuando hablamos de los detalles del fallecimiento siempre hay que tener en cuenta que todos los datos y la información debe estar adaptada a la edad de los niños. En esta etapa se debe estar alerta si se observan signos de alta ansiedad, depresión, no poder separarse de las figuras de apego por miedo a que fallezcan o se observen problemas de rendimiento.

Niños de entre 10 – 13 años

Aquellas conductas que facilitan el proceso de duelo durante estas edades son: tratar de enseñarles a valorar los recuerdos, compartir las experiencias de los adultos con ellos, normalizar lo que siente, solicitar su ayuda en los rituales de despedida y compartir los sentimientos y emociones. Por el contrario, aquellos comportamientos que podrían dificultar los procesos de duelo serían agobiarles con demasiadas preguntar, no respetar su intimidad, y usar frases que dificulten su expresión emocional como por ejemplo “No te sientas triste”.

Durante estas edades se debe estar alerta si se observan signos de extrema tristeza, excesiva responsabilidad, aislamiento, insensibilidad, somatizaciones o incapacidad para volver a adaptarse al colegio.

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Adolescencia y adolescentes

En esta etapa evolutiva dejar que se sientan parte activa del proceso, valorar sus opiniones, evitar los mensajes de fortaleza o responsabilidad, intentar minimizar los cambios, serían acciones que los adultos podrían llevar a cabo para facilitar el proceso. En el lado contrario, exceder en responsabilidades propias de los adultos, retrasar comunicarles la noticia, no dejarles participar en los sucesos, anteponer a otras personas o atosigarles con demasiados ejemplos propios, serían comportamientos que podrían dificultar el proceso de duelo.

En este caso, aquellos signos a los que debemos estar atentos son los siguientes: aumento del consumo de sustancias, aislamiento extremo, pensamientos recurrentes sobre la muerte, irritabilidad extrema, cambios de humor que no cesan, responsabilizar de la muerte a la persona que comunicó la noticia, aparición de ansiedad de separación, trastornos obsesivos o somáticos, sintomatología depresiva, e ideación y plan suicida.

Finalmente, es importante resaltar que se deben tener en cuenta también las características propias de cada cultura, la personalidad del menor y las creencias de cada familia. En este presente artículo se ofrece una guía de las manifestaciones más comunes, eso no implica que no pueda haber otras. Por ese mismo motivo, ante la duda se recomienda asistir a un profesional.

En resumen, es fundamental reconocer que los niños y adolescentes atraviesan procesos de duelo cuando se enfrentan a una pérdida. Por ello, es importante conocer cómo podemos manejar mejor estas situaciones. Se trata de no sobreproteger, ser coherentes, empáticos y honestos, y comunicar la información de una manera sencilla y adaptada dependiendo de la edad del menor. Por último, el duelo es un proceso natural y esperable tras una pérdida, no todos los duelos tienen que ser patológicos. Sin embargo, si se observan algunos de los signos de alarma o interfiere con la vida del menor, no dude en consultar con un profesional.

Sobre la autora

Laura Redondo Fidalgo es Psicóloga Sanitaria y Neuropsicóloga en Sinews. Aborda problemáticas que van desde la ansiedad, la depresión, el duelo y la autoestima, hasta los problemas en las relaciones interpersonales, entre otros. Su orientación es cognitivo-conductual, pero integra herramientas y técnicas de otras corrientes, como las Terapias de Tercera Generación, según las necesidades de cada paciente, gracias a su constante formación.

Laura Redondo
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Laura Redondo
Psicóloga
Niños, adolescentes y adultos
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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El aborto espontáneo y el duelo perinatal no estás sola

El aborto espontáneo y el duelo perinatal: no estás sola

El duelo se define como la reacción emocional ante la pérdida significativa de algo o alguien importante en tu vida. Es el proceso que experimenta una persona para anteponerse y adaptarse a dicha pérdida. Existen muchos tipos de duelo, entre ellos encontramos el duelo sin derechos o desautorizado. Este tipo de duelo ocurre cuando, desde la sociedad no reconocemos la pérdida de un tercero o no dejamos al doliente que la exprese. Parece mentira, ¿verdad? ¿En qué situaciones crees que podría darse este tipo de duelo?

Una de las experiencias en las que se da es en el duelo perinatal. La pérdida perinatal se define como la pérdida del bebé por parte de una persona embarazada desde que se conoce el embarazo hasta el primer mes de vida del bebé. Una de las causas más comunes de pérdida perinatal es el aborto espontáneo. El aborto espontáneo se define como la pérdida prematura del bebé durante las primeras 23 semanas del embarazo. Dentro del aborto espontáneo está: (1) el aborto espontáneo precoz, o aquel que ocurre desde el momento de la concepción hasta la semana número trece de embarazo y (2) el aborto espontáneo tardío, o aquel que sucede a partir de la decimocuarta semana hasta la número veintitrés.

Según las estadísticas, se estima que el riesgo de sufrir un aborto espontáneo en personas embarazadas es del 25%. Incluso, se piensa que este porcentaje podría ser mayor, ya que muchas pérdidas se producen incluso antes de que la persona sea consciente de su estado. Un 25%, eso quiere decir que 1 de cada 4 embarazadas perderá a su bebé de manera espontánea. Esto es, si tienes un grupo de 10 personas y estas se quedasen embarazadas, lo más probable es que al menos 2 pierdan a su bebé. Impactante cuanto menos, ¿no?

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La temida frase del “yo también”

La pérdida por aborto espontáneo es un tema tabú, muchas personas lo han sufrido, pero no han comunicado su pérdida. No es hasta que alguien saca el tema que muchas otras personas se animan a contarlo. Pero ¿por qué es tabú algo que puede ser tan doloroso? Existen varias razones por las que ocurre esto:

  1. El duelo por aborto espontáneo no se concibe dentro de las normas socialmente aceptadas por lo que el círculo de la persona que lo ha sufrido espera un sufrimiento menor.
  2. No existen rituales funerarios asociados lo que genera la sensación de que esta pérdida no debe ser llorada
  3. La ley del primer trimestre: las personas embarazadas suelen esperar al tercer mes de gestación para comunicar su situación de embarazo. Por ello, cuando ocurren los abortos espontáneos, que suelen dar en este espacio temporal, el entorno no es conocer de la situación lo que hace que se sientan más solas, aisladas y sin apoyo.
  4. Desensibilización desde el ámbito médico al no ser una situación que ponga en peligro la vida de la persona ni tenga solución
  5. El desconocimiento de la naturaleza de la pérdida, como explica la Teoría de la Ambigüedad, es uno de los factores más influyentes en el proceso de duelo
  6. La insatisfacción con el tratamiento y la falta de preparación por parte de los profesionales sanitarios para abordar el tema.

Las consecuencias del aborto espontáneo

No es difícil ponerse en la piel de una persona que ha tenido que vivir esta experiencia. La pérdida de un bebé esperado se puede considerar como un evento traumático, llegando a ser una de las experiencias vitales más dolorosas para los padres. Por ello, las consecuencias psicológicas derivadas son muchas y diversas:

  • Sintomatología ansiosa
  • Sintomatología depresiva
  • Estrés postraumático
  • Emociones intensas de dolor, culpa, rabia y vergüenza
  • Aislamiento
  • Estigmatización
  • Sensación de “brazos vacíos”
  • Procesos de duelos naturales
  • Procesos de duelo complicado
  • Entre otras muchas
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El duelo esperable

El duelo es un proceso necesario por el que transitar para integrar nuestras pérdidas. De acuerdo con los teóricos como Worden, ante una pérdida son varias las tareas que tienes que llevar a cabo:

  • Aceptar la realidad
  • Trabajar las emociones y experimentar el dolor
  • Adaptarse al entorno sin el ser querido
  • Recolocar y recordar al ser querido

Las emociones que transitamos a lo largo del duelo no son cómodas, eso no quiere decir que sean negativas o innecesarias. Al revés, por mucho que queramos “quitárnoslas de encima” éstas nos ayudarán a sanar. Por lo tanto, el hecho de experimentarlas no implica que sea un problema. Sin embargo, hay en algunos casos en los que la experiencia se puede complicar y es recomendable acudir a un profesional.

¿Cómo puedo identificar si estoy atravesando un duelo complicado?

Según el CIE-11 son los siguientes criterios los que pueden indicar que estás experimentando un duelo prolongado:

  • Estrés por separación: anhelo de la persona perdida y/o sentimientos intensos de dolor emocional, pena o angustia presente de manera diaria e intensa.
  • Confusión sobre el propio papel en la vida o disminución del sentido de sí mismo
  • Dificultad para aceptar la pérdida
  • Evitación de recordatorios de la realidad de la pérdida
  • Incapacidad para confiar en los demás desde la pérdida
  • Amargura o enfado relacionados con la pérdida
  • Dificultad para seguir adelante con la vida (por ejemplo, hacer nuevos amigos y perseguir intereses)
  • Entumecimiento emocional desde la pérdida
  • Sensación de que la vida es insatisfactoria, vacía o sin sentido desde la pérdida
  • Sentirse aturdido, atontado o conmocionado por la pérdida

Cuando estos síntomas aparecen y (1) han pasado al menos seis meses desde la pérdida y (2) los síntomas mencionados están alterando de manera clínica y significativa la vida diaria de la persona afectada, tanto a nivel social, laboral u otras áreas importantes en el día a día, estamos ante la situación en la que sería recomendable pedir ayuda profesional.

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La terapia puede ayudar

Tanto si se experimenta un proceso de duelo esperable como si es complicado, la terapia es un lugar de validación y apoyo psicológico. Además, tras haber sufrido una experiencia que aún constituye un tema tabú en la sociedad, la terapia es un espacio en el que se tiene en cuenta esta realidad social.

Aunque el duelo es una reacción natural, es un fenómeno idiosincrásico, por lo que se debe considerar teniendo en cuenta las características personales y contextuales de cada individuo. Enfoques terapéuticos como la Terapia Cognitivo Conductual o la Terapia de Aceptación y Compromiso podrían ayudar a transitar estos procesos.

Finalmente, me gustaría subrayar que el duelo perinatal por aborto espontáneo es una experiencia profundamente dolorosa que merece ser reconocida y validada tanto a nivel personal como social. A pesar de ser un tema tabú, es esencial que sepas que no estás sola en tu dolor y que tienes derecho a expresar tus emociones y recibir apoyo. La falta de reconocimiento y los prejuicios sociales pueden intensificar tu sufrimiento, por lo que es crucial fomentar un entorno de empatía y comprensión. No hace falta pasar por esto sola, haciendo como si no pasase nada, compártelo con alguien con quien tengas confianza. Y, si no sale bien, siempre habrá profesionales que puedan ofrecerte un espacio seguro para procesar tu pérdida. Al reconocer la validez de tu duelo, podemos empezar a romper el silencio y brindarte el apoyo necesario para atravesar esta difícil experiencia.

Sobre la autora

Laura Redondo Fidalgo es Psicóloga Sanitaria y Neuropsicóloga en Sinews. Aborda problemáticas que van desde la ansiedad, la depresión, el duelo y la autoestima, hasta los problemas en las relaciones interpersonales, entre otros. Su orientación es cognitivo-conductual, pero integra herramientas y técnicas de otras corrientes, como las Terapias de Tercera Generación, según las necesidades de cada paciente, gracias a su constante formación.

Laura Redondo
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Laura Redondo
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