En la actualidad, la psicología ha experimentado un notable auge, extendiéndose más allá de las consultas para insertarse en redes sociales y en la cultura de consumo. Su presencia cada vez más prominente ha moldeado nuestra forma de interpretar la vida, convirtiéndose en una herramienta habitual para dar nombre a nuestras experiencias individuales y a nuestras dinámicas relacionales. Sin embargo, en este mar de conocimientos, “tips” y guías prácticas, también hay lugar para la desinformación.

La dependencia emocional es uno de estos conceptos de la psicología moderna ampliamente extendidos en internet y que se ha integrado en gran medida en nuestra manera de entender las relaciones. Principalmente, se emplea como etiqueta negativa para definir relaciones en las que se dan ciertas dinámicas o a las personas que participan en ellas. Todos hemos escuchado alguna vez cosas como “esta persona no sabe estar sola” o “es demasiado dependiente de los demás”.

Sin embargo, aunque en nuestra sociedad prevalecen de manera cada vez mayor los valores individualistas, es irrefutable que los seres humanos necesitamos a los demás de muchas maneras. Entonces, ¿Qué es realmente la dependencia emocional? ¿Hemos internalizado un discurso realmente beneficioso acerca de lo que es y lo que no es dependencia emocional?

1. Las relaciones afectivas en el contexto actual. ¿Qué vemos en las consultas de psicología?

En mi experiencia profesional, es habitual escuchar a personas que acuden a consulta explicando que sufren un problema de “dependencia” por sentir una fuerte necesidad de conformar relaciones afectivas con otras personas, o por sentirse heridas cuando sus relaciones atraviesan problemas o se rompen. En algunas ocasiones, estas personas expresan un deseo de lograr una independencia total, con un discurso en la línea de “no debería necesitar a nadie para ser feliz”.

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Es realmente positivo que las personas logren alcanzar un bienestar emocional sin estar en una relación de pareja o en momentos en los que sus relaciones significativas con otros son más escasas. Que una persona pueda ser autónoma, organizar sus planes vitales en torno a sus propios deseos y decidir cuándo compartir momentos con otras personas, puede favorecer en gran medida su salud psicológica. Sin embargo, es necesario ser cauteloso para no caer en una concepción simplificada o extrema de la dimensión dependencia/ independencia emocional.

Desde la sociología, autoras como Eva Illouz han señalado cómo la era moderna nos ha animado a enfocarnos en la autonomía individual, poniendo en valor la capacidad de cada persona para satisfacer sus necesidades individuales. Esta nueva perspectiva, aunque positiva en muchos aspectos, también ha llevado a considerar la necesidad de formar vínculos afectivos profundos y estables como algo secundario.

2. ¿Podemos diferenciar una conexión emocional sana y una dependencia emocional perjudicial?

La dependencia, en su acepción más general, implica la necesidad para vivir. En la famosa pirámide de las necesidades de Maslow, la necesidad de amor y aceptación por parte de otros se encuentra en tercer lugar, siguiendo a las necesidades fisiológicas y de seguridad. En este sentido, todos necesitamos conformar relaciones con otras personas, por lo que, entendida de esta manera, la “dependencia emocional” puede ser concebida como inherente a los seres humanos.

Sin embargo, aunque las relaciones significativas y auténticas contribuyen en gran medida al bienestar emocional de las personas, sabemos que no son siempre caminos de rosas. A veces, en las relaciones pueden surgir conflictos o emociones negativas. Desde el punto de vista del bienestar psicológico individual, podríamos preguntarnos, en una relación saludable, ¿No debería vivir nunca emociones negativas? ¿Son estas emociones un indicador de dependencia emocional?

La respuesta es que no necesariamente. Las emociones negativas y el dolor emocional forman parte de la vida, y aunque a veces indican la necesidad de un cambio, no implican necesariamente la ruptura con nuestras relaciones a las que las asociamos. La madurez emocional implica reconocer las emociones negativas y tratar de comprenderlas y manejarlas lo mejor posible.

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Entonces, ¿Cuándo hablamos de una dependencia emocional perjudicial? Bien, pues estas relaciones se dan cuando entramos en la relación desde la necesidad de que la otra persona se haga cargo de cosas de las que no podemos hacernos cargo nosotros mismos, en lugar de hacerlo desde el deseo de acompañamiento y cuidado mutuo. Es decir, cuando buscamos que el otro cumpla un “rol o una función” que, en realidad, nos correspondería a nosotros mismos.

Algunos ejemplos podrían ser los siguientes: entrar en una relación buscando que la otra persona repare problemas profundos de autoestima; buscando que la otra persona se encargue de hacer cosas que sería bueno, incluso necesario, poder hacer por uno mismo; buscando el estar siempre acompañado, pidiendo al otro una entrega total a la relación en términos de espacio y tiempo; etc.

Es decir, la dependencia emocional perjudicial tiene que ver con el lugar desde el cual buscamos y conformamos nuestras relaciones.

3. ¿Está la dependencia emocional siempre ligada a la falta de autoestima?

A menudo se asocia la “dependencia emocional” a una falta de autoestima. Pero realmente, es válido buscar validación y aprecio en nuestras conexiones con los demás. Es normal anhelar pertenencia y amor en nuestras interacciones, ya sea en relaciones de pareja, familiares o amistades.

Sin embargo, es crucial reconocer que la construcción de una autoestima sólida va más allá de la validación externa. No es posible depositar toda nuestra sensación de valía personal o la reparación de problemas de autoestima en la reafirmación del amor de los demás. Aunque es bueno sentirnos elegidos y apreciados en una relación, la verdadera reparación de la autoestima implica procesos internos más profundos a nivel individual.

En cualquier caso, la causa subyacente a formar relaciones de dependencia emocional no siempre tiene que ver con la falta de “amor propio”, si no que existen otros motivos, como el miedo al abandono o a estar solos, los patrones familiares de los que hemos aprendido, la necesidad constante de seguridad o el miedo a la incertidumbre, o la idealización de la pareja como única fuente de apoyo y satisfacción.

4. ¿Cuáles son los riesgos de permanecer en una relación de dependencia emocional?

Los riesgos de permanecer en una relación de dependencia emocional son diversos. Estos incluyen la dificultad para renunciar a la relación ante comportamientos nocivos para la persona, incluso de abuso o maltrato; el conformar la relación sin que haya un verdadero deseo y mantenerla únicamente por esa función que cumple para nosotros; la tendencia a adaptar la propia forma de ser para complacer a la pareja; la vivencia de la relación desde emociones negativas, como celos, que pueden dar lugar a comportamientos hirientes para el otro, como el control excesivo; y, en última instancia, el riesgo de evitar enfrentar los problemas internos que de base nos llevan a entrar en este tipo de relaciones.

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5. ¿Cómo podemos abordar la dependencia emocional?

Como hemos visto a lo largo de todo el artículo, los motivos por los cuales desarrollamos relaciones de dependencia no son generalizables. Ante el malestar en las relaciones, lo más adecuado es acudir a un profesional de la psicología que pueda guiarnos en la comprensión de nuestra situación personal, teniendo en cuenta nuestro funcionamiento interno, historia personal y contexto.

En cualquier caso, hay algunos procesos generalizables que pueden ayudarnos a hacer frente a un problema de dependencia emocional perjudicial. Por un lado, la aceptación del propio dolor emocional y el entendimiento del mismo como una respuesta humana y natural. Por otro lado, la autocompasión, alejándonos de la culpabilización para observar nuestro dolor desde la ternura, como lo haríamos con un buen amigo o amiga. Asimismo, la responsabilización sobre este proceso de autoconocimiento, para poder tomar decisiones más conscientes sobre las relaciones que deseamos construir. Por último, creo que es muy importante buscar vínculos fuera de la pareja, como las amistades, comunidades o grupos de apoyo, en los que reforzar el acompañamiento y la conexión con otras personas.

Sobre la autora

Emma es psicóloga sanitaria en Sinews. Atiende a adultos y adolescentes que acuden a consulta por problemáticas como ansiedad, depresión, duelo, autoestima, dependencia emocional… Además, es especialista en el tratamiento del trauma. Realiza sus intervenciones desde un enfoque integrador, que incluye una exploración de las relaciones vinculares primarias desde la mirada de la teoría del apego, así como una aproximación al problema desde una perspectiva cognitivo-conductual, empleando técnicas efectivas según la demanda de cada paciente.

Emma Chancellor Díez
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Emma Chancellor Díez
Psicóloga
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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