Como ocurre con cualquier dificultad psicológica, “depresión y ansiedad” son etiquetas que utilizamos para describir una serie de síntomas y circunstancias por las que puede pasar una persona a lo largo de su vida. En algún momento te puedes preguntar si deberías buscar ayuda psicológica, o si lo que sientes es “normal” o no. Son preguntas comunes que nos hacemos todas las personas en algunas circunstancias, y en este post hablaremos sobre algunos aspectos que quizás te ayuden a comprender un poco mejor lo que entendemos por depresión y ansiedad, y quizás animarte a solicitar ayuda si es que lo necesitas.

Veremos en primer lugar lo que entendemos por depresión y ansiedad, y hablaremos sobre las señales que podrían indicar que es un buen momento para solicitar apoyo psicológico.

¿Qué son la depresión y la ansiedad?

Depresión y ansiedad son dos palabras que utilizamos para describir una serie de circunstancias particulares que ocurren juntas en un momento concreto. Parece evidente, pero en general empezar clarificando esto esto me ayuda a comunicar lo que son las etiquetas diagnósticas.

Cuando hablamos de “trastornos mentales” o “enfermedades mentales”, generalmente tendemos a ver estos problemas como “entes” o fenómenos internos. Esto puede llevarnos a sentir culpabilidad o frustración, así como resistencia al cambio, puesto que al verlo así asumimos en parte que la “causa” de lo que nos pasa se encuentra en nuestro interior, y debemos “curarnos”. Pero no debemos olvidar que las personas somos seres en constante interacción con nuestros entornos, y que es en general en esta interacción donde se encuentra la causa de lo que nos ocurre.

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Somos seres en perpetuo aprendizaje, y muchas de las estrategias que aprendemos pueden ser útiles para enfrentarse a una situación a corto plazo, pero no ser tan útiles y eficaces en el largo plazo, y por tanto acabamos manteniendo un malestar general en nuestras vidas si no somos realmente conscientes de ello. Un ejemplo de esto es la evitación de algo que nos produce ansiedad: el hecho de evitar la situación nos aporta un gran alivio y tranquilidad inmediatas, pero a la larga es muy probable que esa ansiedad aumente y mantenga en el tiempo. Esta disyuntiva entre las consecuencias de nuestros actos en el corto y largo plazo es la base de muchos problemas psicológicos.

Muchas personas, al asumir que se trata de únicamente de un “desequilibrio químico en el cerebro”, se orientan principalmente a tratamientos farmacológicos o hablan de “curar” ese trastorno, ignorando en ocasiones todas las estrategias que podemos implementar cuando descubrimos todos los elementos que están implicados en nuestros comportamientos. Y ese es el objetivo de la psicología: primero analizar qué originó el problema, qué lo está manteniendo, y ponerse en marcha para actuar directamente en esas variables y generar un cambio que nos lleve hacia un bienestar psicológico a través de todas las herramientas aprendidas en el camino.

No hay dos personas deprimidas con síntomas idénticos, al igual que no hay dos personas cuya ansiedad se deba exactamente a las mismas causas. Son etiquetas que utilizamos para resumir y comunicar las cosas que nos están ocurriendo, y que pueden ser útiles para aliviar un poco la incertidumbre, aliviar nuestra preocupación, y como un buen método de comunicación entre profesionales, pero necesitamos examinar tu situación y circunstancias particulares para poder generar el cambio deseado.

Dicho esto, veamos lo que entendemos generalmente por depresión y ansiedad:

Depresión

La depresión se describe como un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por una profunda sensación de tristeza, desesperanza y falta de interés o placer en las actividades cotidianas. Esta incapacidad para experimentar placer o interés se conoce como anhedonia, y es uno de los aspectos más comunes en las personas deprimidas. Esta anhedonia se va generalizando a todas las áreas de la vida, haciendo que cada vez sea más difícil salir de la situación, en una especie de espiral descendente en la que la visión de sí mismo, del mundo que nos rodea, y del futuro, es cada vez más pesimista.

Síntomas

Otros síntomas muy comunes en personas deprimidas pueden incluir:

  • Una disminución de la general de la energía.
  • Cambios significativos en el apetito y peso.
  • Dificultades con el sueño (insomnio, dificultades para conciliar el sueño).
  • Dificultades cognitivas (problemas de atención, concentración, memoria).
  • Sentimientos de culpa o inutilidad.
  • Pensamientos recurrentes acerca de la muerte, autolesiones.
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Ansiedad

Por otro lado, la ansiedad se caracteriza por sentimientos intensos de preocupación, miedo y nerviosismo. Es una experiencia subjetiva que varía en intensidad y puede manifestarse físicamente, cognitivamente y emocionalmente en una variedad de formas. Según sus características se suelen clasificar en diversas categorías, como trastorno de ansiedad generalizada (TAG), trastorno de pánico, trastorno de estrés postraumático (TEPT), fobias o trastorno de ansiedad social, entre otras etiquetas diagnósticas.

Es una experiencia común que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas, y es en realidad una respuesta natural del organismo ante situaciones de peligro o estrés. Sin embargo, cuando la ansiedad se vuelve persistente, abrumadora e interfiere en el funcionamiento diario, puede convertirse en un problema muy incapacitate.

Generalmente, cuando hablamos de ansiedad se incluyen los siguientes síntomas:

Síntomas

  • Síntomas físicos: palpitaciones, dificultad para respirar, tensión muscular, sudoración, temblores, molestias gastrointestinales y sensaciones relacionadas con “presión” en el pecho o un “nudo en la garganta”.
  • Síntomas cognitivos: preocupación excesiva, rumiación de pensamientos con poca sensación de control, dificultad para concentrarse, pensamientos catastróficos y dificultad para tomar decisiones.
  • Síntomas emocionales: sensación de inquietud constante, irritabilidad marcada, sensación de estar constantemente “al límite”, sensibilidad excesiva, miedo intenso y sensación de pérdida de control.
  • Síntomas conductuales: evitación de situaciones temidas, comportamientos de seguridad o comprobación excesivos, dificultades para dormir, agitación o retraimiento social.
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Como verás, algunos de los síntomas de la ansiedad y la depresión se “solapan”. Volviendo a la idea de las etiquetas diagnósticas, raramente nos encontramos en una situación en la que una persona presenta síntomas de una única categoría diagnóstica… Y no es de extrañar, puesto que como hemos visto estas categorías sirven entre otras cosas para agrupar una serie de síntomas y facilitar así el diagnóstico, tratamiento y la comunicación entre profesionales. Pero en ningún caso son “categorías herméticas” y la experiencia humana es demasiado compleja como para recortarla o reducirla a una de estas categorías, por lo que en casi todos los casos experimentarás síntomas que podemos atribuir a varias etiquetas.

¿Cuándo hablamos de trastorno, y cuándo acudir a un profesional de la psicología?

En muchas ocasiones, puede que te sientas identificado/a con muchos de los síntomas que hemos expuesto anteriormente. Pero esto no quiere decir que no sea “normal” (también habría que ver lo que significa normal), y no por ello hablamos automáticamente de un trastorno. Las emociones que experimentamos son en general una respuesta ante eventos que suceden a nuestro alrededor, y todas ellas son útiles de alguna manera. Cuando perdemos a un ser querido, es habitual experimentar profundos sentimientos de tristeza, cambios en el apetito, y una falta de motivación e interés general por las cosas. Puede que además nos sintamos nerviosos e irritables y que sintamos todos esos síntomas físicos asociados a la ansiedad. Y aunque estos síntomas se asocien a la depresión y la ansiedad, esto no significa que tengamos un trastorno, sino que podemos atribuirlos a un proceso de duelo.

¿Pero entonces, cuándo hablamos de trastorno?

En este caso la idea principal es que los síntomas que experimentes, cualesquiera que sean, impliquen un deterioro en áreas importantes de tu vida. Cuando sientas que lo que te ocurre está interfiriendo significativamente en tu vida familiar, tu vida académica o profesional, tu vida personal, tu vida social, y/o otros aspectos de tu vida en general, y sientas que las estrategias que implementas no son suficientes para cambiar cómo te encuentras, y además la situación se mantiene en el tiempo, podríamos empezar a considerar un problema psicológico.

Una vez más, lo importante es poder hacer un estudio muy personalizado de tu historia de vida, de tus circunstancias actuales, y de la función que tienen esos síntomas y comportamientos en tu vida cotidiana, así como los factores que los estén manteniendo.

Ahora bien, no es necesario esperar a que estos síntomas se hayan generalizado y estén en ese punto en el que interfieren con tu vida cotidiana. En realidad puedes acudir a un profesional de la psicología en cualquier punto del proceso: al inicio de un duelo, al sentir que sientes algo que no comprendes muy bien, al ver que tu ansiedad, aunque no esté generalizada y te impida hacer ciertas cosas, te está incomodando y te gustaría trabajar en ella… o incluso si no sientes un gran malestar pero deseas cambiar algo o aprender a desarrollar algún hábito o comprender algo sobre ti y tu comportamiento.

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Tu psicólogo/a hará una evaluación completa para ayudarte a entender todas las variables que desencadenan y mantienen tu problema, y elaborará un plan para realizar algunos cambios que te permitan comprender mejor por qué te pasa lo que te pasa, y modificarlo progresivamente. Además, si es necesario, trabajará de la mano de un/a psiquiatra para combinar estrategias farmacológicas si en tu caso particular lo necesitas. El objetivo de ambos es dotarte de todas las herramientas posibles para comprender lo que te ocurre y alcanzar un bienestar psicológico tan pronto como sea posible.

Al final, un/a psicólogo/a es un especialista del comportamiento, incluyendo emociones y pensamientos, y puede resultarte muy interesante acudir en cualquier punto del proceso en el que estés.

Ansiedad y depresión son dos etiquetas diagnósticas que nos permiten describir una serie de síntomas que generalmente ocurren juntos. La depresión refiere a un sentimiento profundo de tristeza, una incapacidad de sentir placer, y una disminución general de la actividad con cambios en el apetito, el sueño y las capacidades cognitivas. Por su parte la ansiedad refiere a una gran activación, nerviosismo y preocupación, en muchas ocasiones relacionada con la anticipación de sucesos en el futuro. Si estos síntomas comienzan a interferir con diversas áreas de tu vida cotidiana, sería muy positivo acudir a un profesional de la psicología para comprender los mecanismos que los mantienen y cómo cambiarlos, y si fuera necesario, trabajar en paralelo con un/a psiquiatra para evaluar la idoneidad de la medicación en tu caso particular. Sin embargo, no es necesario esperar a este punto, puesto que acudir a un/a psicólog/a antes te puede ayudar a contar con más herramientas y prevenir ese impacto en tu vida diaria.

Sobre el autor

Alejandro Sancha es Psicólogo General Sanitario y Neuropsicólogo clínico. Cuenta además con un posgrado en psicología de la infancia y la adolescencia. Tiene experiencia con diversos problemas psicológicos (ansiedad, trastornos del estado de ánimo, estrés, TDAH, rehabilitación en daño cerebral adquirido, entre otros) y trabaja desde una perspectiva basada en la evidencia. Su pasión por comprender el comportamiento humano le condujo a dedicarse a la clínica, siendo muy importante para él que sus consultantes se sientan cómodos/as desde el inicio, entendiendo cómo su malestar se origina y cómo se mantiene a día de hoy, para así generar las herramientas necesarias que les permitan alcanzar el mayor bienestar posible en sus vidas.

Alejandro Sancha Moreno
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Alejandro Sancha Moreno
Psicólogo
Niños, adolescentes y adultos
Idiomas de trabajo: Español, inglés y francés
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