Olvidarse de las rutinas, vivir sin reloj, tener la libertad de hacer lo que nos gusta y cuando nos apetece… los largos días del verano son ideales para vivir así: de forma más lenta, más espontanea.

No tener que regirnos por horarios fijos y dejar espacio para la improvisación es parte de una receta perfecta de desconexión y relajación. Pero tarde o temprano llega el momento de volver a la realidad y un ritmo más formal.

¿Cómo podemos mantener la sensación de libertad del verano en nuestros días marcadas por los horarios y las obligaciones repetitivas? ¿No sería fantástico si pudiéramos empezar a disfrutar de nuestras rutinas, en vez de verlas como una obligación aburrida y monótona?

Te presentamos un sencillo ABC para que te vuelvas a enamorar de tus rutinas.

Analiza lo que te funciona

Si acabas de pasar un verano estupendo, todavía te acordarás de cuales fueron los momentos más memorables y placenteros para ti. ¿Te encantó tomarte el tiempo de sacar la foto perfecta de la puesta de sol sobre el puerto pesquero? ¿Perdiste la noción del tiempo durante la caminata por ese paisaje de montañas tan impresionante? ¿Te dejaste envolver por el sonido de las olas de mar? ¿Sonríes al recordar la divertida sobremesa con los familiares que no viste hace meses?

Como no te puedes llevar la playa a casa, ni desplazar las montañas, necesitas ser pragmático. El reto consiste en identificar el denominador común de tus momentos de placer. ¿Cuál es ese elemento clave que convierte en especial tus días fuera de la rutina? ¿La naturaleza? ¿Cuidarte? ¿El silencio? ¿La creatividad? ¿Las personas? ¿La buena comida? ¿Tomarte tiempo para simplemente ser, sin hacer nada? Las rutinas sólo se vuelven tristes si no dejan espacio para los pequeños momentos de placer. Trasformar la rutina empieza por encontrar en ella las pequeñas réplicas de los grandes momentos de placer que vives durante tu tiempo libre. Y sí, se puede tomar un cóctel de frutas un martes por la tarde en una tumbona improvisada escuchando música chill-out. Se puede usar la cámara de fotos del móvil, para capturar momentos especiales en cualquier época del año y el sol se pone todos los días. ¿Sabes cuál es el mejor sitio de tu ciudad para observarla? ¿Te tomas el tiempo para parar y mirarla? No se trata de pretender que va a ser lo mismo. Se trata de recuperar los micromomentos de placer que están a tu disposición, sin juzgarlos por no estar a la altura de algo que sólo puedes tener una o dos veces al año.

Busca pequeñas variaciones en lo repetitivo:

Activa tu curiosidad y creatividad para descubrir nuevas formas de hacer lo cotidiano. Si has descubierto el placer de escuchar audiolibros tumbado en la playa, ¿porque no ponerte uno mientras que planches? Si te encantó la comida exótica que probaste por primera vez, comprométete con probar un restaurante raro una vez al mes o subscríbete al canal de YouTube que te enseña a cocinar recetas nuevas en casa. Está demostrado que la búsqueda de las pequeñas variaciones de lo cotidiano es fundamental para nuestra felicidad. La repetición sólo es perjudicial si asumimos que las cosas siempre son iguales. Cada día es diferente, y podemos descubrir muchos matices para enriquecer lo que parece monótono. Si tienes niños, deja que ellos con su curiosidad natural te enseñan una mirada diferente que te conecta con el flujo constante de cambios de la vida. Juega al Busca las diferencias en tus desplazamientos diarios, tengas niños, o no. Pregúntate por la mañana ¿Qué pequeña variación podría introducir hoy en mi rutina? Aparta el móvil y mira por la ventana del autobús, sube la radio y canta, aunque sea en medio del atasco, sonríe a las personas que se suben al metro, porque sí, por devolver un toque de humanidad a esos encuentros diarios con desconocidos… con un poco de creatividad acabarás viendo que salir de las rutinas es sobre todo una actitud, la actitud de no conformarse con una vida repetitiva.

Cuestiona lo que haces de forma automática:

A veces la rutina nos engulle sin que nos demos cuenta y nos lleva a hacer cosas… que no sabemos ni porque las hacemos. Las semanas pasan y nos perdemos en lo que hemos hecho así desde siempre. Empieza a cuestionar tus hábitos. ¿Qué haces de forma diaria, que realmente no aporta nada a tu vida? ¿Hay rutinas que han perdido su sentido? Darnos cuenta de que tenemos automatismos que no aportan nada (como encender las noticias a la hora de cenar, mandar mensajes en vez de llamar, ir al super el sábado por la mañana, leer correos en vez de centrarnos en lo más importante, pasar horas en las redes sociales en vez de leer una buena novela o posponer otra vez el cuento de los niños hasta otro día en el que estemos menos cansados…) Ponte una alarma en el móvil cada hora y cuando suena pregúntate: “¿Qué estoy haciendo ahora mismo? ¿Tiene sentido?” Haz una revisión crítica de tus rutinas y averigua si realmente son útiles para ti. Selecciona la rutina que te parezca más absurda y…

Desecha lo que no te sirve:

Fuera con todo lo que se te ha quedado pequeño, grande o anticuado. Igual que revisamos el armario para desechar la ropa que ya no nos gusta, hagamos lo mismo con nuestras rutinas. Haz una limpieza de rutinas, para dejar más espacio para lo que realmente importa. Recuerda que hay muchas formas de hacer las cosas. La clave está en hacer un poquito menos de lo que no tiene sentido, para poder hacer un poco más de lo que sí lo tiene. Te quedarás sorprendido del tiempo que podrás liberar cuando empiezas a desechar tus hábitos viejos sin sentido.

Para recupera la ilusión por tus rutinas, encuentra un buen equilibrio entre lo rutinario y lo nuevo. Aunque tus obligaciones y rutinas nunca van a desaparecer del todo, recuerda que siempre puedes elegir cómo las vas a afrontar. Haz que tu día a día te guste un poco más cada mes y acabarás pasando un año estupendo, sea la estación que sea.

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