Para combatir desigualdades es esencial construir enfoques científicos en torno a los derechos humanos. Así, más allá de la existencia de leyes que velen por los intereses de las comunidades desfavorecidas, los investigadores y profesionales de la salud deben ser conscientes del impacto que su trabajo tiene sobre dichas comunidades y hacer lo que esté en su mano por fomentar la igualdad. Si bien puede haber diferentes opiniones sobre cómo apoyar a grupos en situación de desigualdad – por ejemplo, London (2008) defiende la importancia de dar voz a aquellas personas a las que se quiere ayudar para evitar caer en paternalismos – considero que, sea cual sea la perspectiva que adoptemos, es imprescindible conocer la realidad de los colectivos cuyos derechos queremos preservar, por lo que he decidido hablar aquí de la relación entre las condiciones de las minorías sexuales y el efecto que tienen en su bienestar psicológico.

Discriminación, estrés y bienestar psicológico

En España, el último informe realizado por el Ministerio del Interior (2021) sobre los delitos de odio refleja que en 2021 se registraron 530 delitos de odio motivados por homofobia y transfobia. Las agresiones y los incidentes de discurso de odio motivados por la orientación sexual o identidad de género de la víctima han ido en aumento en los últimos años y componen el 25,86% de todos los delitos de odio registrados en España en 2021.

Las minorías sexuales, es decir, las personas no heterosexuales, sufren discriminación en todos los países del mundo y enfrentarse frecuentemente a un entorno social desfavorable puede facilitar la aparición de estrés (Saavedra & Robles, 2016).

¿Qué es el estrés de minoría y cómo afecta a las personas LGTB+? 1

Además, aunque un entorno social adverso conlleva un aumento del estrés para todas las personas (Dohrenwend, 2000) las discriminación que sufren las minorías tiene unas características concretas. Así, con el objetivo de distinguir el estrés específico que solo experimentan las minorías (ya sean raciales, sexuales o de cualquier otro tipo) y basándose en varios trabajos de psicología social y sociología, el psiquiatra Ilan Meyer (1995, 2003) desarrolló el modelo de estrés de minoría según el cual las minorías están expuestas a determinados estresores (estresores de minoría) solo por el hecho de pertenecer a un grupo discriminado.

Para Meyer (2003), el estrés de minoría se caracteriza por ser:

  • Único: es diferente al resto de estresores a los que personas no estigmatizadas están expuestas.
  • De origen social: se origina en estructuras sociales, procesos e instituciones sobre las que el individuo afectado no tiene control.
  • Crónico: está ligado a estructuras sociales relativamente estables en el tiempo.

Los estresores de minoría que Meyer (1995, 2003) considera específicos de las minorías sexuales son: la homofobia interiorizada, las experiencias de discriminación o violencia, el estigma percibido y la ocultación de la orientación sexual.

El estigma percibido consiste en las expectativas que se tienen de sufrir rechazo y discriminación, las cuales facilitan la aparición de sensaciones de alienación y miedo respecto a la sociedad, así como de una alta vigilancia tanto del entorno como del propio comportamiento, lo cual requiere una gran cantidad de energía (Allport, 1954; Cohen et al., 1986). Entonces, las minorías sexuales se enfrentan tanto a estresores puntuales (experiencias de violencia) como a otros que pueden más sutiles y persistentes (estigma percibido).

Hay una asociación causal y robusta entre la presencia de estrés y la aparición de episodios de Depresión Mayor, respaldada por una gran cantidad de investigaciones sobre el efecto que sobre la salud tienen tanto los eventos vitales estresantes (Hammen, 2005; Mazure, 1998) como los estresores continuos y repetitivos, los cuales pueden tener un efecto acumulativo (Juster, McEwen & Lupien, 2010) que puede llegar a ser tan dañino como los picos de estrés producidos por eventos vitales especialmente estresantes (Rojo-Moreno, Livianos-Aldana, Cervera-Martinez, Dominguez-Carabantes & Reig-Cebrian, 2002).

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Para entender las consecuencias a largo plazo de la discriminación, Pearlin y colaboradores (1997, 2005) acuñan del concepto de “proliferación del estrés”, el cual hace referencia a un encadenamiento causal de estresores. Este modelo asume que, incluso después de que los efectos directos de un estresor puedan haber desaparecido, la exposición a dicho estresor puede haber favorecido la aparición de nuevos estresores que no desaparecen a la vez que el estresor inicial. En la misma línea, Hatzenbuehler (2009) afirma que los mayores niveles de estrés a los que las minorías sexuales están expuestas como consecuencia del estigma favorecen la aparición de problemas interpersonales, desregulación emocional y procesos cognitivos disfuncionales. A su vez, estos problemas y procesos median en la relación entre el estrés de minoría y la aparición de psicopatología. De esta forma, la exposición a estresores relacionados con la discriminación no solo favorece que aparezcan nuevos estresores, sino que puede afectar a la manera en que la persona afronta dichos estresores.

Protección frente al estrés de minoría

Autores como Savin-Williams (2008) han reprochado que la perspectiva del estrés de minoría ha llevado a algunos investigadores a centrarse excesivamente en la discriminación que sufren los grupos estigmatizados y a ignorar los mecanismos de afrontamiento y apoyo social de los que la minorías disponen. Así, aunque las personas con una orientación sexual no normativa experimentan mayores niveles de estrés y eso puede traducirse en un aumento significativo de malestar psicológico que experimentan, también es posible que el impacto del estrés de minoría se vea atenuado por factores protectores, como una sólida identidad de grupo (Schmitt, Branscombe, Postmes & Garcia, 2014), el afrontamiento de minoría (del cual hablaré en el siguiente párrafo) o, incluso, que en aquellas personas expuestas a niveles relativamente bajos de estrés de minoría la exposición continuada al estrés reduzca la probabilidad de que un evento traumático desencadene una depresión mayor (Cairney, Boyle, Offord & Racine 2003). Además, identificarse como parte de una minoría puede influir en el efecto de nuevos estresores dependiendo de la relación que la persona tenga con esa parte de su idendidad y del nivel de integración que esta identidad tiene con el resto de identidades de la persona (Thoits, 2013).

Jones (1984) estudió el “afrontamiento de minoría” (minority coping), que es la habilidad de las minorías de crear estructuras empoderantes que ayuden a combatir el estigma que sufren. Los recursos que una minoría tiene para lidiar con la discriminación pueden clasificarse en individuales y grupales, aunque la diferencia entre ambos no esté claramente delimitada. Los recursos individuales son, por ejemplo, aquellos que dependen de la personalidad de un individuo, y los grupales son aquellos que actúan a niveles sociales.

La afiliación entre personas de una minoría:

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  • Posibilita el acceso a ambientes sociales en los que no hay prejuicios contra ellos por pertenecer a esta minoría y donde, por lo tanto, no hay exposición a estresores que sí existen en otros ambientes.
  • Acceso a apoyo frente a los prejuicios que hay contra el grupo estigmatizado.
  • Individuos con una fuerte identidad de grupo tienden a evaluarse a sí mismos comparándose con personas de su mismo grupo en lugar de compararse con personas de la cultura dominante (Pettigrew, 1967).
  • Ser parte de un grupo puede facilitar la reevaluación de la situación estresante, reduciendo su efecto nocivo sobre el bienestar psicológico del individuo. Así, el grupo valida la experiencias y sentimientos de las personas pertenecientes al grupo estigmatizado. De hecho, esta reevaluación es la piedra angular de las terapias psicológicas que buscan empoderar a quienes pertenecen a grupos discriminados.

Sobre el autor

Jorge Jiménez Castillo es psicólogo en SINEWS, donde ejerce en inglés y español. Trabaja a diario con población local e internacional y tiene un largo historial estudiando la realidad del colectivo LGTBIQ+ dentro y fuera de la clínica. Trabaja desde un enfoque cognitivo-conductual con intervenciones basadas en la evidencia y considera que para dar una atención psicológica de calidad hay que conocer las desigualdades que atraviesan a los usuarios y explorar cómo interseccionan entre ellas.

Jorge Jiménez Castillo
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Jorge Jiménez Castillo
Psicólogo
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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