Aprender a Practicar Mindfulness, por Vicente Simón

Aprender a Practicar Mindfulness, por Vicente Simón

Aprender a Practicar Mindfulness, por Vicente Simón

Para todos los que buscan conectar con el presente, salir del modo “piloto automático” y vivir plenamente, el psiquiatra Vicente Simón nos introduce a la práctica del mindfulness con su libro “Aprender a practicar mindfulness”. 

La traducción más cercana de “mindfulness” sería atención o conciencia plena. Esto significa, prestar atención al momento presente de forma intencional y exenta de juicio. O alternativamente, ser consciente de lo que se experimenta mientras se está experimentando. El autor nos proporciona su propia definición de mindfulness, que es: “la capacidad humana universal y básica, que consiste en la posibilidad de ser conscientes de los contenidos de la mente momento a momento”. 

En resumen, el mindfulness consiste en dejar de lado las preocupaciones constantes sobre el futuro y el pasado, pudiendo acercarnos a nuestras experiencias de forma calmada, con una mente que se centra en el presente con sosiego y relajada concentración en vez de rumiar sobre escenarios futuros que nos producen ansiedad.

A lo largo de este sencillo y ligero manual, el doctor Simón nos acerca a las observaciones de diferentes pensadores y filósofos sobre la conciencia plena en el presente y nos desgrana los puntos más importantes de la práctica mindfulness: la observación, aprender a no identificarnos con nuestros estados emocionales, la aceptación y ausencia de juicio, la curiosidad, las estrategias de afrontamiento para manejar emociones intensas y negativas, la práctica del amor propio y autoaceptación… 

Además de proporcionarnos las herramientas necesarias para comprender y practicar el mindfulness, Simón nos brinda diferentes meditaciones guiadas con las cuales poder comenzar a ejercitar este nuevo estado de conciencia en nuestro día a día.

Como concluye el autor, el constante torrente de preocupaciones que nada tienen que ver con la experiencia presente, impide la vida misma. Es por ello que la práctica del mindfulness se convierte en una herramienta básica a la hora de acercarnos a la tranquilidad y plenitud.

Inés Zulueta Iturralde
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Inés Zulueta Iturralde
Psicóloga
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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Enganchad@ a Las Nuevas Tecnologías

Enganchad@ a Las Nuevas Tecnologías

Cuando hablamos de adicción a las nuevas tecnologías, es frecuente que, automáticamente, traigamos a nuestra mente la imagen de un niño o niña con un dispositivo electrónico cualquiera.

No es raro, hoy en día, echar un vistazo alrededor en un restaurante y ver a los padres aplacar la actividad de sus hijos a través de un aparato, ya sea tableta, móvil u otro. Sin duda, la eficacia de esta técnica es incuestionable.

A modo de sedante para niños y padres, mantener absortos a los pequeños en una actividad digital reduce la actividad de éstos como veníamos diciendo, pero también nuestra implicación en el manejo de sus comportamientos. No obstante, las víctimas -sí, víctimas- de esta estrategia no son solamente los niños, también los adultos, tema en el que se centrará el presente artículo.

De forma resumida, podríamos describir la adicción a las nuevas tecnologías como el uso excesivo de aparatos electrónicos, sumado a la necesidad de utilizarlos cuando hemos estado un tiempo prolongado (o no tan prolongado, en algunos casos) apartados de ellos, y con una función calmante y/o placentera a veces difícil de reconocer.

En la era de la hiperconectividad, es esperable que muchas de nuestras actividades se hagan a través de las nuevas tecnologías, desde quedar con nuestros amigos, pasando por informarnos sobre algo de forma rápida o comprar un producto en cuestión de segundos a golpe de dedo. La utilidad es más que evidente.

Sin embargo, la cara oscura de esta utilidad reside en la inmediatez del premio, del refuerzo o de la satisfacción. Nos sentimos más tranquilos cuando obtenemos respuesta por parte de nuestra pareja en el momento en lugar de esperar a vernos. Nos sentimos especialmente reconocidos cuando los “likes” crecen como la espuma y podemos observar en tiempo real este fenómeno tan satisfactorio. Nos sentimos con mayor control pudiendo acudir de forma inmediata a una información que resuelva una duda del momento. En definitiva, la prontitud de la respuesta adquiere un fuerte tinte de recompensa. Esto por supuesto dista enormemente de ser inocuo.

Es necesario recurrir a una explicación breve de nuestros mecanismos cerebrales para comprender cómo funciona el asunto en cuestión, y, para ello, haremos referencia al mecanismo de recompensa de nuestro cerebro. Este sistema forma parte de nuestro “cerebro primitivo”. Esto implica que guarda una fuerte relación con la supervivencia animal, pues “informa” de una sensación placentera.

De forma extremadamente resumida, el circuito de recompensa localiza estímulos placenteros (ej: un buen plato de comida, un abrazo o una droga). La consecuencia de “acceder” a ese estímulo es la liberación de neurotransmisores, a saber, dopamina y serotonina, que producen en nosotros una intensa sensación de bienestar. Otros ejemplos claros son cuando me doy un abrazo con alguien que me encanta, cuando compro algo a través del móvil que ansiaba desde hace tiempo, cuando acierto una respuesta jugando a un juego de mesa -y persisto en el juego tras ese atino-, o cuando veo una notificación de la persona que me gusta.

Pues bien, teniendo en cuenta todo lo anterior, es esperable que los adultos obtengan ese bienestar a través de sus dispositivos móviles, de la misma manera que los jóvenes y los niños.

Parece interesante, además, hacer referencia a la calma que proporciona a unos padres tener localizado a su hijo o hija gracias a su teléfono. La inmediatez juega una vez más un papel fundamental.

Esto quiere decir que el refuerzo, a saber, la sensación de calma que obtenemos al saber dónde se encuentra nuestro hijo o hija, hace que acudamos a nuestro teléfono con mayor asiduidad para aplacar sentimientos displacenteros. Es lo que llamaríamos un refuerzo negativo, cuyo matiz consiste en la reducción del malestar. Los refuerzos positivos se distinguen de los anteriores puesto que proporcionan bienestar. Un ejemplo puede ser cuando pido algo para comer a través del móvil, cuando escucho música que me gusta o estoy en contacto con la persona a la que ansío.

En definitiva, nadie escapa con facilidad a la trampa de los dispositivos electrónicos. Además, como decíamos previamente, en la era de la hiperconectividad resulta paradójico que cada vez nos encontremos más distanciados y aislados. Estamos presentes físicamente pero no mentalmente. Quedamos con nuestros amigos pero dedicamos buena parte de esos momentos a estar pendientes de cosas que no guardan relación alguna con el momento específico. Puedo estar tomándome una cerveza con mi mejor amigo de la carrera pero me abstraigo de la situación hablando con alguien que puede encontrarse en Honolulu.

Los adultos también experimentamos estas situaciones, y parece pertinente hacer especial mención a los padres: el uso de dispositivos y sus aplicaciones confieren a los padres una sensación ilusoria de conexión con sus hijos. Al percibir el alejamiento de éstos, los padres tratan de encontrar otras vías de comunicación con ellos, y es aquí donde juegan un rol primordial las nuevas tecnologías. No es raro ver a padres tratando de acercarse a sus hijos enseñándoles qué se han descargado en el móvil o el último chiste que les han mandado.

La añoranza de un contacto más genuino, más íntimo y menos mediado por lo electrónico empuja a los padres a encontrar otras vías de acceso a sus hijos e hijas, pudiendo verse atrapados también en el uso excesivo de estas tecnologías. 

Sinews, Hacemos Fácil lo Difícil
Sinews MTI
Instituto de Terapia Multilingüe
Psicología, Psiquiatría, Logopedia
Cita en la Clínica

¿Por qué mi terapeuta me pregunta sobre mi infancia y la relación con mis padres? La importancia en psicoterapia de explorar las relaciones tempranas durante la infancia

¿Por qué mi terapeuta me pregunta sobre mi infancia y la relación con mis padres? La importancia en psicoterapia de explorar las relaciones tempranas durante la infancia

Generalmente, cuando tomamos la decisión de ir a terapia es porque tenemos algún problema en el presente que nos genera malestar y nos vemos sin recursos para poder manejar la situación de forma efectiva. A veces, este problema lleva un tiempo con nosotros (meses, años); otras veces, ocurre algo repentino en nuestra vida que hace que busquemos ayuda de forma inmediata. Independientemente del tiempo con el que llevemos conviviendo con el problema, lo que suele ocurrir cuando decidimos comenzar terapia es que este problema interfiere de forma significativa en el presente en diferentes ámbitos de nuestra vida (personal, familiar, laboral, académica, de pareja, etc.).

Durante la terapia, nuestro terapeuta nos va a realizar preguntas para entender cómo se manifiesta el problema (sintomatología), desde hace cuanto tiempo convivimos con él y cómo nos afecta a las diferentes áreas de nuestra vida. También nos va a hacer preguntas sobre nuestra infancia, adolescencia y edad adulta, pero especialmente, va a querer profundizar en las experiencias tempranas con nuestros padres o personas cercanas con las que crecimos.

Evidentemente, podemos entender que sea importante que nuestro terapeuta nos conozca, no solo en el presente, si no que también conozca nuestra trayectoria vital, pero ¿por qué tanto interés en conocer las experiencias relacionales en la infancia?

Veamos por qué es tan importante conocer en profundidad estas experiencias infantiles para entender los problemas o dificultades que tenemos en el presente.

En la infancia, a través de la interacción con las personas que nos rodean y con el mundo exterior, se comienzan a establecer los patrones de pensamiento y comportamiento, las estrategias de afrontamiento y habilidades de regulación emocional, así como los esquemas mentales sobre cómo funcionan las relaciones con los seres queridos o personas del entorno cercano.

Puesto que cuando somos pequeños somos dependientes de los adultos cercanos para poder sobrevivir, cuando somos niños vamos a hacer todo lo posible por mantener a nuestros padres/cuidadores lo más cerca posible para que satisfagan nuestras necesidades (físicas, emocionales, cognitivas, sociales). Para ello aprenderemos, a través de la interacción con ellos, cómo tenemos que comportarnos para recibir atención, amor y cuidados. Así, a través de las experiencias tempranas con nuestros padres/cuidadores aprendemos nociones básicas sobre como funcionan las relaciones afectivas en términos de cuidado, seguridad, intimidad y dependencia.

En la interacción con nuestros padres/cuidadores también empezaremos a forjar el concepto de nosotros mismos en base a las cosas por las que se nos valora, recompensa o se nos quiere; y en base a las cosas por las que se nos castiga, desprecia o maltrata. De esta forma, comenzaremos a desarrollar nuestro autoconcepto, nuestra opinión sobre nosotros mismos, en términos de si somos válidos, suficientemente buenos, o merecedores de amor/cuidado/atención por parte de las figuras importantes de nuestra vida. Así mismo, comenzaremos a conformar nuestro sistema de valores y de creencias, nuestra idea sobre lo que tiene valor en el mundo, tanto respecto a nosotros mismos como con respecto a los demás.

Por tanto, las experiencias infantiles con nuestros padres/cuidadores tendrán un gran impacto sobre quienes somos y sobre cómo pensamos, sentimos y nos comportamos tanto en la adolescencia como en la edad adulta. Así, vemos como los patrones de relación, comportamiento y pensamiento que adquirimos en la infancia nos acompañarán a lo largo de nuestra vida.

Evidentemente, esto no significa que otras experiencias posteriores ocurridas durante otras etapas de la vida no tengan impacto sobre nuestros esquemas mentales y patrones comportamentales; por supuesto que sí. Sin embargo, las experiencias tempranas con nuestros padres/cuidadores van a establecer las bases sobre la forma en la que vemos y nos enfrentamos al mundo y a las relaciones interpersonales. Y esto es fundamental a la hora de entender el origen de los problemas que podemos tener en el presente.

Veamos un ejemplo:

Si un niño ha sufrido abandono o negligencia durante la infancia, si ha crecido en un ambiente en el que sus padres no han estado disponibles para atender sus necesidades de forma consistente y predecible, el niño no se sentirá seguro en la relación con ellos. Crecerá con la sensación de que no puede depender de las personas cercanas y es probable que tenga miedo a ser abandonado, pues la experiencia le indica que no puede confiar en que las personas cercanas vayan a estar disponibles cuando las necesite. De esta forma, en la interacción con sus padres se irán formando sus esquemas mentales sobre como funcionan las relaciones afectivas, y esta será la base de la cual partirá en posteriores relaciones de amistad o de pareja.

Como hemos explicado anteriormente, los niños van a desarrollar ciertas conductas para mantener a los padres lo más cerca posible y aumentar así las posibilidades de que sus necesidades sean cubiertas. Así, ante la falta de atención y cuidado por falta de los padres, es probable que este niño llore desconsoladamente cuando se separe de ellos con el objetivo de evitar la separación. También es probable que le moleste que los padres presten atención a otras personas, pues eso minimizaría sus posibilidades de ser atendido. Generalmente, la incertidumbre respecto a la satisfacción de necesidades se traduce en gran malestar, desconcierto, sensación de falta de control y miedo al abandono.

Respecto al concepto de sí mismo, es probable que este niño sienta que no es querible, que no es suficiente, que hay algo malo en él que hace que las personas cercanas no le quieran/cuiden/atiendan (a nivel más inconsciente). Al formarse estos esquemas en la infancia, los niños no pueden llegar a entender el complejo mundo de los adultos y las razones por las cuales los padres/cuidadores no les atienden adecuadamente, por lo que generalmente, asumen la responsabilidad por la falta de atención o cuidado por parte de los padres. De esta forma, este niño irá formando un concepto negativo de sí mismo que, a su vez, le afectará en posteriores relaciones y otros contextos de la vida (de pareja, laboral, académico, etc.).

Así, es muy probable que cuando este niño se convierta en adulto, en futuras relaciones, especialmente en relaciones de pareja, siga manteniendo este concepto de sí mismo y estos patrones de pensamiento y comportamiento. Esto se puede manifestar en las relaciones adultas en problemas de celos, dificultades para confiar en la pareja, miedo constante a que la pareja le abandone, enfadarse constantes porque la pareja pase tiempo con otras personas o realizando sus hobbies, etc. Como vemos, estos comportamientos se parecen mucho a los comportamientos que esta persona utilizaba en la infancia para llamar la atención de sus padres/cuidadores.

Estos patrones de pensamiento y comportamiento se suelen mantener con independencia del comportamiento de la pareja, pues son los esquemas de relación que construyó en la infancia. Es decir que, aunque su pareja no diera ninguna señal que indicara la intención de abandono, esta persona seguiría teniendo miedo porque parte de la expectativa de que las personas cercanas no son confiables y se van a marchar en algún momento. Respecto al concepto de sí mismo, esta persona seguirá sintiendo que no es suficiente, y probablemente no entenderá por qué su pareja quiere estar con él; de aquí, también el miedo al abandono.

Así, vemos como estos esquemas de relación que esta persona adquirió en la infancia, fundamentalmente en el contexto familiar, le acompañarán a lo largo de su vida y serán trasladados a otros contextos y a otras personas.

En el caso particular de esta persona, estos patrones de pensamiento y comportamiento probablemente darán lugar a altos niveles de ansiedad y a síntomas depresivos, además de gran cantidad de conflictos y malestar en la pareja. Estos problemas serán las razones por las cuales esta persona tomará la decisión de comenzar la terapia. Así, vemos como los problemas que presenta esta persona en el presente tiene sus raíces en las relaciones tempranas con sus padres.

Por esta razón, en terapia siempre exploraremos las relaciones infantiles. Lo que iremos haciendo en terapia será conectar presente y pasado, y veremos como lo que está ocurriendo en el presente tiene relación con las experiencias pasadas y con formas de funcionar en el mundo que aprendimos durante la infancia.

Al inicio del tratamiento abordaremos la sintomatología y las dificultades en el presente, proporcionado entendimiento sobre el origen y mantenimiento de los problemas y proporcionando herramientas para gestionar estas dificultades. Posteriormente, abordaremos temas más profundos, que nos lleven a cuestionarnos los patrones de pensamiento/comportamiento, los esquemas de relación, las creencias y valores; los cuales se instauraron en la infancia y son la base de nuestros problemas en el presente. A raíz de este proceso de cuestionamiento, iremos sustituyendo estos esquemas por otros que sean más adaptativos y que estén más ajustados a la realidad que estamos viviendo. Lo cual se traducirá en un impacto positivo en nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos en el presente, y mejorará así nuestro estado de ánimo y la calidad de vida.

Amanda Blanco Carranza
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Amanda Blanco Carranza
Psicóloga
Adultos
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El Regreso a Clases y La Ansiedad por Separación

El Regreso a Clases y La Ansiedad por Separación

Septiembre ha sido un mes difícil para todos, especialmente para los más pequeños de la casa.

Después de mucho tiempo sin ir a la escuela, se vieron en la tesitura de tener que regresar, pero con muchas restricciones y medidas para su seguridad y sus maestros.

La gran mayoría ha demostrado una increíble entereza dándonos una valiosa lección, adaptándose a nuestra nueva normalidad con una excelente disposición. Han aprendido la distancia adecuada que deben mantener de sus compañeros, usan sus máscaras en todo momento, se lavan las manos tantas veces como les recordemos, han aprendido nuevas formas de saludar a sus compañeros y profesores, entre otras cosas. Además, todo esto lo han hecho con tenacidad y sin quejarse cuando les llaman la atención por no seguir las normativas.

Los niños y niñas han regresado al colegio sabiendo que existe un virus que podría poner en peligro a sus seres queridos. De ninguna manera quieren ser los causantes de que alguno de sus familiares caiga enfermo. Por esta razón, cumplen con las restricciones a rajatabla a pesar de no entender muy bien de donde provienen (por lo menos la complicada teoría que hay detrás de la palabra contagio o pandemia).

Sin embargo, con todos los cambios e incertidumbres que han atravesado durante los últimos seis meses, y con el recordatorio constante de la posibilidad de enfermarse con el virus, la ansiedad por separación ha sido un sentimiento común para algunos niños y adolescentes durante el último mes.

Este trastorno aparece cuando los niños o niñas creen que hay una gran probabilidad de que les ocurra algo malo, principalmente a sus padres o al cuidador principal. 

Si además tenemos en cuenta que, durante los últimos seis meses, la mayoría de ellos han compartido su casa con sus padres viéndolos de manera regular, el apego hacia ellos ha aumentado. Durante esos meses han construido rutinas y hábitos en comunión con sus padres que ahora deben dejar a un lado. Deben regresar a la escuela alejándose del hogar que ha sido su fuente de seguridad y estabilidad durante la época de cuarentena. Tienen que pasar a ver a sus padres pequeños ratos en las mañanas o en las tardes, mientras pasan la mayoría del tiempo lejos de ellos sin poder comprobar que se encuentran bien, seguros y sanos.

El miedo cobra sentido cuando están lejos de su círculo de seguridad, pierden esa sensación de que nada malo puede ocurrirles generando inmensa ansiedad cada vez que se encuentran lejos de sus familiares. Por otro lado, ir al colegio los pone en riesgo de contraer el virus y contagiar a alguno de sus familiares. Por lo tanto, se sienten en riesgo constante al estar expuestos en el colegio.

¿Qué podríamos hacer para ayudar a nuestros niños, niñas y adolescentes a hacer frente a estos altos niveles de ansiedad?

En primer lugar hay que darle cabida al miedo. Reconocer que existe y permitirles que lo expresen es el paso mas importante para superar cualquier miedo o nerviosismo que puedan sentir los mas peques. Si no cuentan con un vocabulario amplio para expresarse podemos ayudarles a través de dibujos, cuentos o juegos, ofreciéndoles el lenguaje necesario para exteriorizar lo que están sintiendo. Si cuentan con vocabulario y lenguaje suficientemente desarrollado hagamos preguntas como ¿Qué te da miedo? ¿Te asusta volver a la escuela? ¿Por qué? Una vez que hayan descrito con palabras lo que sienten empaticemos con ellos con frases como

  • «Si estuviera en tu lugar sentiría lo mismo»
  • «Está bien sentirse así / o sentir estas emociones»
  • «Volver a la escuela debe ser duro hoy en día, creo que eres muy valiente».

Al empatizar le damos espacio a que converse con nosotros lo que esta experimentando y podamos plantear estrategias exitosas para afrontar sus miedos.

Entre esas estrategias tenga en cuenta:

  • Consolar a vuestros hijos e hijas siempre con la verdad por delante. Si los engañamos ellos se darán cuenta y podrían confundirse dejando de confiar en vosotros en el largo plazo. Admitamos que a pesar de la situación no ser la mas idónea tiene muchos aspectos positivos como volver a ver a sus profesores y compañeros, aprender mas cosas en conjunto con sus compañeros, tener una rutina, entre otras cosas. Todas las ventajas que podáis darles cuanto mas especificas mejor. Esto no cambiara la situación, pero hará que sea mas llevadera.
  • No puede ayudar a su hijo o hija si no es consciente de lo que esta sintiendo. Comprenda sus propias emociones para que pueda compartirlas con ellos. De esta manera se sentirán apoyados y validados al no ser los únicos que sienten esos miedos. Demostrarles sus sentimientos y emociones los ennoblece ante sus hijos, les hace sentir menos raros aceptando la realidad y adaptándose mejor a ella. Eso si teniendo siempre en cuenta que el miedo no os debe paralizar, que debéis seguir adelante y seguir yendo al colegio. Cada día que asista al cole es un paso más en la batalla que afrontan contra la ansiedad por separación.
  • Podéis poner en práctica técnicas de relajación antes de ir a la cama o antes de ingresar a la escuela, disminuyendo un poco la intensidad de la ansiedad. Con los niños pequeños, puede usar un globo, pidiéndoles que lo llenen lentamente y luego, mientras deja que el aire salga del globo, expulsar el aire que ha llenado sus pulmones muy lentamente. Otro ejercicio que puede realizar es el cuadrado de la respiración, inhale, retenga el aire durante cinco segundos y luego exhale muy lentamente. Estos ejercicios puede repetirlos entre tres o cuatro veces hasta conseguir una respiración pausada.
  • Escriba o haga un dibujo con vuestros hijos o hijas sobre sus miedos, qué pasa con ellos, cuáles son sus pensamientos, sus sentimientos, qué es lo que más temen. Pueden hacerlo como un cómic poniendo distintas etapas de su día a día y como se enfrenta a cada una de ellas. Recuérdele su cómic favorito de superhéroes o de dibujos animados para que lo retraten de esa manera. Toda historia tiene un inicio un desarrollo y un final, al elaborarlo de esta manera consigue que su hijo lo elabore de esa manera en su pensamiento. Dibujar o escribir son actividades que pueden resultar terapéuticas.

Hay que estar atento a si vuestros hijos están reflejando lo que están observando en casa. Hay que poner límites saludables a la información que entra en casa, no solo por nuestra salud mental sino también por la de nuestros hijos. Estos limites permitirán que no nos sobrecarguemos de información aumentando nuestros propios niveles de ansiedad y por tanto los de nuestros hijos e hijas. Es bueno ser consciente de lo que nos preocupa para que podamos trabajar sobre ello y así no transmitírselo a nuestros hijos e hijas.

Cuando hacemos introspección también debemos poner en tela de juicio si nuestros miedos son racionales o no, si se adecuan a la situación y si tienen un origen justificado. Son tiempos difíciles donde nos enfrentamos a una realidad cambiante que como consecuencia generan gran incertidumbre en todos los aspectos de nuestras vidas. Esto puede llegar a paralizarnos afectando nuestros hábitos de salud mental.

Por eso es de vital importancia recordar que debemos dormir al menos unas ocho horas diarias, comer en base a una dieta balanceada, adherirnos a una rutina relativamente estable, dedicar tiempo a actividades de ocio y entretenimiento, hablar sobre lo que nos concierne o preocupa y si es necesario acudir a un especialista.

Estar en sintonía con tus sentimientos y emociones te permite reconocerlas mas fácilmente en tus hijos e hijas. Si sabes el origen de los mismos pueden poner en marcha los mecanismos necesarios para hacerles frente.

Sinews, Hacemos Fácil lo Difícil
Sinews MTI
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Herramientas para la identificación y la expresión de emociones

Herramientas para la identificación y la expresión de emociones

¿Por qué es importante saber identificar y expresar emociones adecuadamente?

Las emociones nos proporcionan información importante sobre lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, sobre cómo nos afectan los eventos externos y qué significado tienen para nosotros. Las emociones también nos informan sobre cómo nos afectan los eventos internos, ya sean pensamientos o reacciones fisiológicas. De esta forma, las respuestas emocionales a eventos externos e internos se convierten en guías que nos orientan a la acción, nos disponen a actuar de una u otra manera, nos indican qué hacer dependiendo de la emoción que estemos sintiendo.

Si no sabemos identificar adecuadamente las emociones que sentimos, es muy probable que tengamos dificultades para gestionar nuestros sentimientos, reflexionar sobre porqué nos sentimos de esa manera y sobre qué tenemos que hacer para cambiar nuestro estado emocional. Por eso, es muy importante que sepamos identificar las emociones que estamos sintiendo y que sepamos identificar a qué pensamientos están asociados, de forma que podamos tomar decisiones para gestionar nuestras emociones y dar respuesta a la situación a la que nos enfrentamos.

Las habilidades de identificación y expresión de emociones se han de favorecer en la infancia para que los niños desarrollen un sistema emocional que les permita una adecuada gestión y manejo emocional. Sin embargo, estas habilidades a veces no se han desarrollado adecuadamente durante esa etapa de la vida y podemos encontrar adultos con dificultades para identificar, expresar y gestionar sus emociones. En ocasiones, las personas con estas dificultades sólo pueden determinar si están “bien”, “regular” o “mal”, pero no saben identificar exactamente que emoción están sintiendo. En otras ocasiones, pueden diferenciar entre emociones básicas (como alegría, tristeza, miedo, ira, asco y sorpresa), pero tienen dificultades para ser más específicos con estados emocionales más complejos.

A continuación, se describen algunas herramientas y recursos que pueden ser de gran ayuda para desarrollar estas habilidades de identificación y expresión de emociones. Todas ellas se pueden utilizar con adultos, y algunas de ellas, con los más pequeños, dependiendo del nivel de desarrollo emocional que tengan.

Rueda de emociones

Herramientas para la identificación y la expresión de emociones

La Rueda de las emociones es un recurso muy útil y sencillo para ayudar a identificar y nombrar emociones. Esta rueda es una circunferencia compuesta por el nombre de diferentes emociones, las cuales están categorizadas partiendo de emociones básicas, en la parte interior del círculo, a emociones más específicas y complejas, en la parte exterior del círculo.

La Rueda de las emociones proporciona un vocabulario rico y concreto para identificar y nombrar emociones. En ocasiones, es necesario profundizar en el significado de las emociones más específicas para aprender a diferenciar entre emociones parecidas pero distintas dentro de la misma categoría emocional (por ejemplo, diferencias entre estar apático/a o indiferente).

Junto con el nombramiento y descripción de la emoción sentida, es importante que también se identifique en qué parte del cuerpo se localiza esta emoción y como se siente (por ejemplo, “cuando me siento furioso noto que se contrae mi frente y lo siento en la cabeza y en el pecho”; “cuando me siento asustado lo noto en la boca del estómago”). Identificar la parte de cuerpo donde se siente la emoción ayuda en el proceso de identificación de las emociones.

A su vez, es importante que investiguemos sobre los pensamientos y comportamientos asociados a esa emoción, para que entendamos el por qué de las emociones que sentimos y cómo influyen en nuestra manera de pensar y de comportarnos, y viceversa.

Tabla periódica de las emociones

Herramientas para la identificación y la expresión de emociones

La Tabla periódica de las emociones es una herramienta similar a la rueda de las emociones, que tiene el mismo objetivo: ayudar a identificar y nombrar las emociones. En este caso también encontramos diferentes categorías emocionales con formato de tabla periódica, que a su vez se subdividen en emociones más específicas.

Este recurso es recomendable cuando las capacidades de identificación y nombramiento de emociones son algo limitadas. En ese caso, quizá sea más útil comenzar por utilizar la tabla periódica en vez de la rueda de las emociones, ya contiene menos emociones, y éstas son de menor complejidad que las que encontramos en la rueda.  

Al igual que hacíamos con la rueda de las emociones, parte del proceso de identificación y nombramiento de las emociones implica la localización de la emoción en el cuerpo, y el explorar los pensamientos y comportamientos asociados a la emoción.

Libro “Emocionario” de Cristina Núñez

Herramientas para la identificación y la expresión de emociones

El Emocionario es un libro donde se presenta la descripción y representación gráfica de una gran variedad de emociones y sentimientos. Este libro puede considerarse un diccionario emocional.

Es un libro muy útil para aprender a identificar emociones de forma adecuada, pues no sólo describe los diferentes estados emocionales, si no que también ayuda a distinguirlos exponiendo como se relacionan unas emociones con otras y explicando de forma sencilla las posibles causas de la emoción sentida.

Este libro está dirigido principalmente a la población infantil. Sin embargo, es un recurso muy útil también para personas adultas que tienen dificultades para identificar sus emociones. Por tanto, este libro es muy recomendable para cualquier persona que intervenga en la educación infantil (e.g., padres, profesores, etc.), y para personas adultas que quieran profundizar y mejorar sus capacidades de identificación emocional.

La sencillez y concreción con la que se describen las diferentes emociones hace que este libro sea una herramienta de cabecera para el trabajo con la identificación y expresión emocional, tanto dentro como fuera de terapia.

Libros “El laberinto del alma” y “Diario de emociones” de Anna Llenas

El laberinto del alma es otro libro de referencia para la identificación de emociones y sentimientos. Este libro, al igual que el Emocionario, también es considerado un diccionario emocional, pero a diferencia de este, El Laberinto del Alma está dirigido a población adolescente y adulta, pues se describen sentimientos de mayor complejidad emocional (por ejemplo: vínculo, empatía, abandono, toxicidad, ceguera emocional, etc.).

Especialmente interesantes son las representaciones gráficas que acompañan la descripción de cada una de las emociones/sentimientos que se presentan en el libro, pues captan de forma muy precisa la esencia de la emoción descrita.

La representación gráfica de las emociones es un recurso muy importante para ayudar a desarrollar las capacidades de identificación y expresión de emociones, pues en muchas ocasiones, tiene mucho más poder a la hora de transmitir lo que la persona está sintiendo, que únicamente la identificación y nombramiento de la emoción.  

Y es precisamente la representación gráfica de las emociones lo que se trabaja en el libro Diario de emociones. Este libro está compuesto por diferentes ejercicios orientados a la identificación y expresión emocional, entre los cuales podemos encontrar ejercicios para conectar con diferentes emociones para después dibujarlas (e.g., “escucha una canción triste y déjate llevar” expresando gráficamente como te hace sentir); ejercicios para localizar la parte del cuerpo donde sentimos diferentes emociones y colorearlas con el color que represente para nosotros esa emoción; ejercicios para la expresión de nuestros miedos; etc.

La expresión emocional a través de dibujos, imágenes y colores además de facilitar la identificación de emociones también es una herramienta terapéutica de gran valor en el proceso de gestión y canalización de emociones. Por tanto, el Diario de emociones es un libro muy recomendable para explorar nuestro mundo emocional y nuestra forma de expresar lo que sentimos.

Cartas Dixit

Herramientas para la identificación y la expresión de emociones

El dicho común “Una imagen vale más que mil palabras” es especialmente aplicable en el caso de la expresión emocional, pues en ocasiones las imágenes pueden captar el mundo emocional de manera mucho más precisa que las propias palabras. 

En ocasiones es difícil poner en palabras lo que estamos sintiendo, pues es posible que no sepamos que estamos sintiendo o no contemos con un adecuado vocabulario emocional para describir la complejidad de nuestro mundo emocional. Por ello, las cartas del juego de mesa Dixit pueden ser un gran recurso para ayudar a desarrollar o mejorar las capacidades de identificación y expresión emocional.

Estas cartas están compuestas por una gran variedad de imágenes, las cuales además de ser tener un gran valor estético, son cartas muy simbólicas y con mucho detalle, por lo que son muy útiles para representar la variedad y complejidad de los estados emocionales, incluso de representar los pensamientos asociados a esas emociones.

Evidentemente, el significado que cada persona atribuya a cada imagen es subjetivo; es decir, una imagen puede representar una emoción o emociones para una persona, y representar otras emociones completamente diferentes para otra. Por eso es muy importante utilizar esta herramienta de forma que la persona pueda expresar lo que significa para ella. Especialmente importante, para la mejora de la identificación y expresión de emociones, es que se exploren los pensamientos y comportamientos asociados a las imágenes de las cartas.

Es muy recomendable combinar el uso de las cartas Dixit con la rueda de emociones o la tabla periódica de las emociones, para que, partiendo de las imágenes representadas en las cartas, se vaya desarrollando la capacidad de identificar, nombrar y diferenciar las emociones que se están sintiendo.

Por tanto, el uso de las cartas Dixit es especialmente útil para personas que tiene dificultades para identificar que emoción están siendo, o para aquellas personas cuya diferenciación entre emociones sea muy básica.

Dibujos, collages y plastilina

Otros recursos para la identificación y expresión de emociones pueden ser la realización de dibujos, collages o la representación de las emociones con plastilina. Estos recursos son muy interesantes como medio para dar forma y externalizar el mundo emocional, y como un medio de gestión y canalización de emociones.

El uso combinado de las representaciones gráficas con otros recursos de nombramiento de emociones, como la rueda de las emociones o los diccionarios de emociones, puede ser de gran ayuda para mejorar las capacidades de identificación y expresión emocional. Al igual que hacíamos con otras herramientas, es muy importante explorar los pensamientos y comportamientos asociados a las emociones, e identificar la parte de cuerpo donde se localizan.

Las herramientas y recursos descritos pueden ser utilizados tanto por terapeutas y otros profesionales (profesores, educadores, etc.), así como cualquier persona que quiera mejorar sus capacidades para identificar y expresar sus emociones.

A la hora de trabajar con el mundo emocional, es muy importante ser creativo y contar con gran variedad de herramientas que faciliten el proceso de identificación y expresión de emociones, ya sea con población adulta como con población infantil, y por supuesto, siempre adecuando los recursos al nivel de desarrollo emocional que presenta la persona.

Amanda Blanco Carranza
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Amanda Blanco Carranza
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Maneras de Amar

Maneras de Amar

Maneras de Amar

Maneras de amar, escrito por los psicólogos Dr. Amir Levine y Rachel Heller, es un interesante libro de autoayuda que tiene el objetivo de acercar al lector los últimos avances en investigación científica sobre la forma en la que las personas adultas tendemos a formar vínculos afectivos con nuestras parejas sentimentales. 

Los autores hacen un gran trabajo a la hora de transmitir, en términos sencillos y comprensibles, los principales hallazgos científicos sobre la teoría del apego y su influencia en las relaciones de pareja adultas. 

La teoría del apego explica la forma en la que los seres humanos establecemos vínculos afectivos con otras personas, especialmente con personas cercanas, en base a las experiencias con nuestros padres o principales figuras de cuidado durante los primeros años de vida. A través de estas experiencias aprendemos nociones básicas sobre funcionamiento de las relaciones afectivas en términos de intimidad, seguridad, cuidado, dependencia y autonomía. La forma en la que los adultos establecen lazos afectivos con sus parejas se parece a los establecidos entre padres-hijos. Por tanto, estas experiencias tempranas acabarán forjando nuestro particular estilo de apego, es decir, la forma específica en la que tendemos a relacionarnos afectivamente con otras personas.

Los estilos de apego son estables a través del tiempo. Sin embargo, esto no significa que sean rígidos. Los estilos de apego son maleables, es decir, que podemos aprender nuevas formas de relacionarnos afectivamente con nuestras parejas para tener relaciones más sanas y satisfactorias.

Este libro se centra fundamentalmente en los estilos de apego en las relaciones sentimentales adultas. Los autores del libro exponen que, en función de nuestro estilo de apego, diferiremos en las expectativas que tenemos sobre la relación y la pareja, las ideas sobre la intimidad emocional, la actitud hacia las relaciones sexuales, la capacidad para expresar deseos y necesidades, y la forma de reaccionar ante el conflicto.

Si los miembros de la pareja tienen estilos de apego diferentes, estas diferencias pueden dar lugar a conflictos o desencuentros, problemas de comunicación, dificultades en la comprensión de las necesidades del otro, así como dificultades para satisfacer estas necesidades. Por tanto, conocer nuestro propio estilo de apego y el de nuestra pareja puede proporcionarnos información muy relevante para ayudarnos a entender las dificultades de pareja y cómo abordarlas para conducir nuestra relación a buen puerto. 

Los autores describen 3 estilos de apego: apego ansioso, apego evasivo (también llamado evitativo) y apego seguro. Todas las personas encajamos en uno de estos estilos de apego; estudios científicos han encontrado estos estilos en diferentes países y culturas. Las características principales de estos estilos de apego son las siguientes:

Apego ansioso:

Las personas con este tipo de apego anhelan cercanía e intimidad. Suelen querer estar el 100% del tiempo con sus parejas y suelen molestarse cuando su pareja pasa tiempo con otras personas o realizando otras actividades. Suelen obsesionarse con su relación y dudan de que sus parejas puedan corresponderles a sus necesidades amorosas; suelen sentir que tienen más necesidad de intimidad que sus parejas, por tanto, sienten mucha inseguridad sobre el futuro de su relación y el miedo al abandono suele estar muy presente.

Apego evasivo (evitativo):

Las personas con este tipo de apego anhelan autonomía e independencia, por lo que suelen mostrarse frías y distantes emocionalmente. La intimidad emocional les incomoda por lo que evitan el acercamiento. No les gusta sentir dependencia de otras personas, tienen dificultades para confiar en la pareja. Suelen tener dificultades para abrirse emocionalmente y comunicar sus necesidades, problemas o dificultades, y no muestran gran preocupación por las relaciones sentimentales o por como pueda sentirse su pareja.

Apego seguro:

Las personas con este tipo de apego suelen ser cálidas y cariñosas. Suelen sentirse cómodas  acercándose e intimando con sus parejas. Suelen gestionar bien el equilibrio entre intimidad e independencia. No suelen preocuparse por la posibilidad de que su pareja les abandone. Suelen comunicar adecuadamente sus necesidades y sentimientos. Son receptivos a las necesidades de la pareja y proporciona apoyo cuando la pareja lo necesita.

De los tres estilos de apego, el apego seguro es en apego más sano y el que genera menos conflictos y dificultades en las relaciones sentimentales. Las relaciones formadas por parejas en la que uno o ambos miembros de la pareja tienen estilos ansiosos o evasivos, suelen tener más conflictos y más dificultades para comunicarse y comprender las necesidades de la pareja.

Este libro proporciona una descripción muy detallada de los estilos de pensamiento, estados emocionales y formas de actuar de las personas en las relaciones sentimentales adultas en función de cada estilo de apego, y proporciona herramientas útiles y sencillas (cuestionarios) para la identificación de nuestro estilo de apego y el de nuestra pareja. Por otro lado, describe las necesidades emocionales especificas y puntos débiles de cada estilo, y proporciona consejos y estrategias para lidiar con las dificultades que se pueden encontrar cuando la pareja esta formada por dos personas con estilos de apego diferentes.

Especialmente importante es la sección del libro dedicada al apego seguro, donde se proporciona pautas y estrategias especificas para mejorar los estilos de comunicación, técnicas de resolución de conflictos y expresión de necesidades para personas con apegos ansiosos o evasivos, para ayudarles a acercarse más a los que utilizan personas con apego seguro.

En conclusión, este libro es una guía útil para ayudarnos a navegar el mundo de las relaciones sentimentales proporcionando un entendimiento más profundo de la forma en la que nos relacionamos con nuestras parejas para alcanzar un mayor bienestar psicológico y emocional.

Amanda Blanco Carranza
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Amanda Blanco Carranza
Psicóloga
Adultos
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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Atypical

Atypical

El trastorno del espectro autista, acortado como TEA, es una afección neurológica que afecta a las capacidades de aprendizaje de una persona. Normalmente se empiezan a ver los signos y consecuentemente se diagnostica en la infancia, y es una de las afecciones que más preocupan a los padres cuando reciben la noticia, pues popularmente se tiene un conocimiento bastante limitado o erróneo sobre el trastorno debido una vez más a la desinformación que tenemos respecto a el.

De manera resumida, el TEA es una afección neurológica que afecta a la capacidad de un individuo de relacionarse adecuadamente con su entorno, todo lo que le rodea, las personas que lo padecen pueden tener problemas de comunicación, aprendizaje de conocimientos, molestias por ruidos, una gran variedad de problemáticas, razón por la cual hace unos años empezó a llamarse trastorno del espectro autista, pues la misma afección creaba una gran variedad de problemáticas según la persona.

En la sociedad la información que normalmente solemos tener sobre esta afección, a menos que conozcamos a un familiar o conocido que lo padezca, suele venir de películas y series famosas, los cuales suelen generar mitos y/o confusiones sobre los que realmente es. Un ejemplo espectacular de esto es la famosa película Rain Man (1988) de Barry Levinson, donde el actor Dustin Hoffman interpreta el papel de una persona con TEA y síndrome de Savant (capacidades extraordinarias en un cierto campo como la memoria o matemáticas).

Pero todos estos mitos y casos excepcionales no nos permiten conocer cómo son realmente las personas que padecen esta afección, y pueden crear como ya hemos dicho temor en las personas cercanas a alguien que recibe el diagnóstico.

Afortunadamente, en los últimos años, han aparecido más y más series que intentan derrocar esta falta de conocimiento y mostrar cómo son las vidas de las personas que las padecen, sus potenciales y posibles formas de relacionarse con ellas.

Una de las series que más ha llamado la atención en este aspecto es Atypical (Atípico), creada por Robia Rashid se estrenó en 2018 y cuenta la vida de Sam Garden, un adolescente de 18 años que padece un trastorno del espectro autista. En la serie podemos ver cómo es el día a día de Sam, los problemas con los que se encuentra en cuanto a la interacción con su familia y amigos, problemas románticos en cuanto a su primer amor, su vida de instituto, su comprensión del mundo y desarrollo personal para entenderse a sí mismo.

Nos ofrecen la oportunidad de ver en primer plano cómo es la vida de una persona con TEA y enseñan diferentes pautas sobre como podemos interactuar con ellos y entender sus dificultades, aunque hay que tener en cuenta que con cada persona será diferente. Creada con la colaboración de escritores y actores que padecen el mismo trastorno, Atypical ha recibido críticas asombrosas por el realismo de los problemas y por cómo consiguen transmitir la información respecto a las problemáticas habituales, tanto así que actualmente tiene ya 3 temporadas disponibles y ha sido renovada para la cuarta y última temporada.

Atypical es un modo interactivo y bueno para aprender sobre el TEA, tanto para padres y familiares cómo conocidos o personas que simplemente tienen curiosidad. Eliminan el estigma asociada al trastorno y permiten que nos adentremos a su mundo de una manera excepcional, con toques cómicos, dramáticos, serios y realistas todo a la vez. Para las personas que no tengan información fiable sobre el TEA, o que tengan curiosidad de aprender más, esta serie representa una oportunidad perfecta para ello.

Tommy Gyran Norheim
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Tommy Gyran Norheim
Psicólogo
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español, inglés y noruego
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Lacan: historia y aportaciones

Lacan: historia y aportaciones

Jacques Lacan fue un psicoanalista y psiquiatra de origen francés. Nacido en París el 13 de abril de 1901, es conocido por su “retorno a Freud”, actualizando y modificando la teoría de Sigmund Freud, conocido por todos como el padre del psicoanálisis. Su evolución teórica provoca la escisión de la Sociedad Psicoanalítica de París. Dicha evolución se caracteriza especialmente por un sustancial abandono de los aspectos más puramente biológicos, confiriendo una enorme importancia al lenguaje de cara a la comprensión de los pacientes, el cual, según su concepción, estructura el inconsciente a través de sus códigos.

El objetivo del presente escrito no es tanto aportar una explicación biográfica de Lacan, si no describir de forma breve pero clara alguna de las aportaciones más curiosas que esta figura del psicoanálisis produjo en esta corriente, así como algunos datos que rindan cuenta de la particularidad de esta figura del psicoanálisis. Este no es sino un primer contacto con la teoría de Lacan. En artículos posteriores se profundizará en otros aspectos.

Escansión

Una de las características de la terapia psicoanalítica de marcado enfoque lacaniano es el conocido corte de sesión o escansión. Se dice que la utilidad de este corte es el puntuar, el hacer hincapié en una verbalización llevada a cabo por el paciente y que guarda una enorme relación con los conflictos intrapsíquicos de éste.

El objetivo fundamental de este corte de sesión es fomentar la reflexión del paciente sobre lo que dijo, abrir la puerta a un discurrir por parte del sujeto.

Partiendo de la premisa que dice que el inconsciente se estructura como un lenguaje, Lacan se negaba a plegarse a la norma de la duración de las sesiones (que debían durar 50 minutos según la IPA).

Descrito por él como un imperativo obsesivo, esta duración rígida no respetaba las puntuaciones del sujeto en su discurso (y por ende, sus contenidos inconscientes), ya que el inconsciente, según Lacan, no obedece nunca a un tiempo preestablecido. Al cortar la sesión en este punto, el analista realiza una acentuación en forma no verbal, dejándole entrever al paciente que lo que ha dicho se trata de algo significativo y que no debe ser tomado a la ligera. El analista no es en absoluto un oyente neutral. Deja muy claro que ciertos puntos, que seguramente guarden relación con la revelación de un deseo inconsciente y con un goce previamente no admitido son cruciales. El analista dirige la atención hacia ellos, recomendándole al paciente más o menos directamente que piense en ellos y los tome seriamente.

Los pacientes no tienden a hablar y puntuar espontáneamente los temas más importantes. Es más, desde el punto de vista psicoanalítico, los pacientes tienden en mayor medida a evitar aquellos aspectos. Ejemplo de ello son los temas relacionados con la sexualidad, evitando, por ejemplo, asociar sueños y fantasías con elementos que conllevan mayor carga sexual.

Muy probablemente el lector se preguntará qué se espera de uno cuando acude a un terapeuta de orientación lacaniana. Pues bien, el análisis no requiere que relatemos toda nuestra vida en detalle ni toda nuestra semana y sus pormenores. Hacerlo convierte automáticamente la terapia en un proceso infinito. Para que el analista pueda involucrar al paciente en un verdadero trabajo analítico, no debe tener miedo en dejar claro al paciente que el contar historias, los relatos detallados de lo que pasó en la semana y otras formas de discurso superficial no son el material del análisis, aunque, por supuesto, puede ponerlos al servicio del análisis. El terapeuta tenderá por tanto a cambiar de tema en lugar de intentar, de forma obstinada, a encontrar algo de significación psicológica en los detalles de la vida cotidiana del paciente.

Cuando el analista de repente concluye una sesión, puede acentuar la sorpresa de lo que el paciente ha expresado, o introducir el elemento de sorpresa a través de la escansión, dejando que el paciente se pregunte qué fue lo que el analista escuchó y que él mismo no logró escuchar. Cuando las sesiones de tiempo fijo son la norma, el paciente se acostumbra a tener una cantidad de tiempo determinado para hablar, y calcula cómo rellenar ese tiempo, cómo hacer un mejor uso de él. Los pacientes saben a menudo que el sueño que tuvieron es lo más importante que deben relatar para su análisis. Sin embargo, tratan de hablar de muchas cosas de las que quieren hablar antes de llegar al sueño, si es que llegan a él. Establecer una duración determinada de la sesión no sirve, según Lacan, sino para alimentar la neurosis del paciente: el uso que hace del tiempo previsto para él en la sesión es una parte indisociable de su estrategia neurótica, que involucra la evitación, la neutralización de otras personas y demás.

El diagnóstico lacaniano

Para los profesionales que trabajen con los sistemas diagnósticos predominantes como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), la sistematización llevada a cabo por Lacan resultará enormemente simplista. No obstante, ésta implica también precisiones mucho mayores respecto de lo que generalmente se considera que es un diagnóstico en buena parte del ámbito de la psicología y la psiquiatría. Los criterios diagnósticos de Lacan se basan fundamentalmente en la obra de Freud, siendo ésta ampliada en multitud de ocasiones, y en el trabajo de algunos psiquiatras franceses y alemanes como Kraepelin o Gatian de Clérembault.

En lugar de tender a multiplicar todavía más las ya numerosas categorías diagnósticas, de modo que cada nuevo síntoma o conjunto observable es considerado como un síndrome separado, el esquema diagnóstico de Lacan es enormemente simple, pues incluye solamente tres categorías principales: neurosis, psicosis y perversión.

A diferencia de las categorías diagnósticas como el DSM, los diagnósticos lacanianos proporcionan al terapeuta una aplicación inmediata, en la medida en que guían los objetivos del terapeuta e indican la posición que éste debe adoptar en la transferencia. La teoría lacaniana demuestra que ciertos objetivos y técnicas utilizados con los neuróticos son inaplicables con los psicóticos. Y esas técnicas no solo son inaplicables, sino que incluso pueden resultar peligrosas, puesto que pueden disparar un brote psicótico.

El diagnóstico no es, por tanto, una cuestión formal de papeleo, tal como requieren las instituciones sanitarias. Es fundamental para determinar el abordaje general que el terapeuta adoptará para el tratamiento de un paciente individual, para situarse correctamente en la transferencia y para realizar las intervenciones apropiadas. Lacan trata de sistematizar las categorías de Freud ampliando sus distinciones terminológicas. Lacan distingue entre categorías diagnósticas en función del mecanismo de defensa operante.

Es decir, las tres principales categorías diagnósticas adoptadas por Lacan son categorías estructurales basadas en tres mecanismos diferentes o formas diferentes de negación. Encontramos entonces que para la neurosis el mecanismo fundamental es la represión, para la perversión es la renegación y para la psicosis la forclusión. Retomando a Freud, el cual decía que mecanismo y estructura no son meras compañeras que presentan una fuerte correlación entre los pacientes. El mecanismo de negación es constitutivo de la estructura. Esto quiere decir que la represión es la causa de la neurosis, así como la forclusión es la causa de la psicosis.

Diversos estudios encuentran una relación positiva entre la impulsividad, la ira y la impaciencia. Cabe, en este contexto, mencionar la elevada de tasa de abandonos (egosintónico y suele provenir por parte de otra persona) cuando la ira es motivo de consulta. Como decíamos, la ira correlaciona con la impaciencia. Esto podría explicar que las personas que padecen este problema cuando no obtienen resultados deprisa, abandonan el tratamiento; cuando obtienen resultados deprisa, abandonan el tratamiento; cuando la pareja les deja, abandonan el tratamiento y cuando la pareja no les deja, también suelen abandonar el tratamiento.

Homosexualidad

Mientras que la corriente psicoanalítica predominante en la época de Lacan afirmaba rotundamente que los homosexuales no podían ejercer el trabajo de psicoanalistas, Lacan rompió con esta preconcepción, dando a entender que los homosexuales sí podían ejercer como tal. Roudinesco, psicoanalista de origen francés, afirma que Lacan aceptaba asimismo a pacientes homosexuales, sin el objetivo de adentrarles en lo que por entonces se consideraba la normalidad.

La Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) contaba en la década de 1920 con un comité encargado de gestionar esta cuestión. La rama berlinesa de dicha asociación decía así: “(la homosexualidad) es un crimen repugnante: si uno de nuestros miembros lo cometiera, nos comportaría un grave delito”, llegando incluso a considerarse como una “tara”.

En este sentido, la posición de Lacan resultó novedosa, evitando rechazar a homosexuales en su formación como analistas. Esta negación al estigma predominante, junto con su negación a establecer un tiempo determinado en las sesiones, así como su oposición al academicismo propio de la IPA conllevó su expulsión de esta institución en 1963.

A continuación, se ampliarán algunos de los aspectos descritos unas líneas más arriba, profundizando en las estructuras y en los pormenores que distinguen a dichas estructuras desde el punto de vista de Lacan.

Con anterioridad, se esbozaron de forma breve algunos de los aspectos más curiosos y característicos de Jacques Lacan. Esta no es sino una continuación de lo anterior, donde profundizaremos de forma sintética en una de las categorías diagnósticas descritas por Lacan: la neurosis. Retomando lo dicho en el anterior artículo, el abordaje lacaniano del diagnóstico puede parecer extraño y simplista para aquellos profesionales familiarizados con otras categorías diagnósticas como es el caso del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). El propósito de este artículo no es resaltar los posibles defectos de estos instrumentos diagnósticos.

El objetivo es describir una alternativa en un contexto donde la psicología ha tendido en gran medida a aproximarse a la medicina -y por ende, a la psiquiatría-, intentando operativizar y cuantificar aspectos que, al fin y al cabo, resultan intangibles. El diagnóstico lacaniano, en lugar de multiplicar las categorías diagnósticas, incluye tres categorías principales: neurosis, psicosis y perversión.

A diferencia de otras categorías diagnósticas, proporcionan una aplicacióninmediata al terapeuta, guiándole en sus objetivos e indicando la posición que éste debe asumir en la transferencia. Un aspecto interesante de este abordaje es que las personas que son habitualmente consideradas “normales” (Cabría preguntarse qué es normalidad y qué no lo es) no tienen una estructura especial propia. Por lo general, son neuróticas en términos clínicos. Esto quiere decir que el mecanismo de defensa básico es la represión. Freud sostenía lo siguiente: “Si adoptamos un punto de vista teórico y desatendemos el aspecto de la cantidad, podemos afirmar que todos estamos enfermos, o sea, que todos somos neuróticos, ya que las precondiciones para la formación de síntomas, a saber, la represión, también pueden observarse en personas normales”.

A diferencia de otras estructuras como la psicosis, la neurosis se caracteriza por la instauración de la llamada Función paterna, la asimilación de la estructura esencial del lenguaje, la primacía de la duda sobre la certeza, un considerable grado de inhibición de las pulsiones que se opone a su puesta en acto libre de inhibiciones, la tendencia a encontrar más placer en el fantasma que en el contacto sexual directo, el ya mencionado mecanismo de la represión, el retorno de lo reprimido en forma de lapsus, actos fallidos y síntomas, etc.

A diferencia de la perversión, la neurosis implica el predominio de la zona genital frente a otras zonas erógenas, cierto grado de incertidumbre respecto de lo que excita y lo que no o una importante dificultad para lograr la satisfacción aún sabiendo lo que excita. La represión: “Lo esencial en la represión no es que el afecto esté suprimido, sino que está desplazado y es irreconocible” Lacan, Seminario XVIII, p.168.

Como decíamos anteriormente, el mecanismo fundamental que define la neurosis es la represión. Este mecanismo es el responsable de que, mientras que,en la psicosis, tal y como veremos en el siguiente artículo, el paciente es capaz de revelar toda su “ropa sucia” sin aparente dificultad, el neurótico mantiene esas cosas ocultas para los demás y para sí mismo. A diferencia de la neurosis, en la psicosis no hay inconsciente, ya que éste es resultado de la represión. La represión puede ser descrita como la expulsión de la psique de pensamientos o deseos que no son aceptables para nuestra visión de nosotros mismos o para nuestros principios morales. Además, ésta puede explicarse como una atracción ejercida por el núcleo del material reprimido “original” sobre elementos relacionados con él. La represión no implica la absoluta y completa eliminación de ese pensamiento, al contrario que en la psicosis, como veremos que sí ocurre. En la neurosis, la realidad y sus elementos son afirmadas en un sentido muy básico pero desalojados de la conciencia. El afecto y el pensamiento están conectados, tal y como defienden también terapias de corte cognitivo como la Terapia Racional Emotiva de Albert Ellis. La represión ejerce una separación, “un divorcio” entre el afecto y el pensamiento, siendo éste excluido de la conciencia. Este es el motivo por el cual los analistas a menudo se encuentran con personas en consulta que dicen sentirse vacíos, tristes, ansiosos o culpables sin saber por qué. O bien las razones que esgrimen no parecen corresponderse en modo alguno con la magnitud del afecto que los acompaña. La carga afectiva perdura cuando el pensamiento ha sido reprimido, llevando a la persona a buscar explicaciones a ese sentimiento. Esto, es decir, la ausencia del pensamiento pero la presencia de un afecto arrollador son muy comunes en la neurosis histérica. En la neurosis obsesiva, el pensamiento puede estar presente pero no suscitar afecto alguno. Tenemos por ejemplo pacientes que relatan haber sufrido acontecimientos gravísimos pero éstos no suscitan absolutamente ninguna reacción afectiva. Aquí, el analista trata de traer esos afectos disociados al aquí y ahora del análisis. El retorno de lo reprimido:

Cuando un pensamiento se reprime, queda latente, no desaparece. Trata de expresarse allá donde pueda, conectándose con otros pensamientos relacionados. Estas expresiones adoptan la forma de lapsus, sueños, actos fallidos y síntomas. En este sentido, Lacan afirmaba que “lo reprimido y el retorno de lo reprimido son uno y el mismo”. Aquello que ha sido apartado de la conciencia aparece aparece de forma maquillada a través del olvido de un nombre, la rotura “accidental” de un regalo, o el rechazo hacia el cariño de una madre que desvela la represión del niño de su deseo por la madre. Otro ejemplo de esto son las interrupciones o irrupciones.

Existen multitud de ejemplos para exponer el retorno de lo reprimido. En cualquiera de estos casos, algún deseo está siendo sofocado. Para Lacan, el síntoma neurótico cumple el papel de la lengua que permite expresar la represión (Seminario III, p.72). Se trata de un mensaje dirigido al Otro. La insatisfacción del deseo y el deseo imposible o neurosis histérica y neurosis obsesiva : El neurótico obsesivo se caracteriza por su deseo imposible. El obsesivo puede, por ejemplo, anular o negar al Otro. Por ejemplo, mientras hace el amor, el neurótico obsesivo puede fantasear que está con otra persona, negando de esta manera la importancia de la persona con la que está. El deseo en la neurosis obsesiva es imposible: cuanto más próximo a su satisfacción se encuentra el obsesivo lo sabotea.

Es por ello, por ejemplo, que en la neurosis obsesiva sea frecuente encontrar narrativas de una persona (el obsesivo) que se enamora de alguien inalcanzable o establecer requisitos extremadamente estrictos a sus parejas y allegados. En la neurosis histérica, el sujeto adopta la posición de objeto de deseo del Otro. Asimismo, el sujeto puede identificarse con un par y desearlo como si fuese él. Es decir, desea como si estuviese en su posición. A menudo podemos encontrarnos con parejas donde uno aprecia ciertas cosas y el/la contrario/a acaba deseándolas. En la histeria, se detecta en el Otro un deseo, un consecuente posicionarse como objeto de satisfacción de ese deseo pero luego negar dicha satisfacción para seguir manteniéndolo vivo (el deseo). La neurosis obsesiva y la neurosis histérica en el análisis: Dado que el obsesivo intenta neutralizar al Otro, cuanto más obsesivo sea, menores serán las posibilidades de que se analice. El obsesivo puede, intelectualmente, llegar a aceptar la existencia del inconsciente, pero no la idea de que éste es inaccesible sin la ayuda de otra persona. Refiere dificultades, pero se limita a hacer un “autoanálisis” que toma la forma de llevar un diario, escribir sus sueños o preocupaciones de la semana. Comúnmente, el obsesivo vive su vida en rebelión contra uno o todos los deseos de sus padres, pero niega cualquier relación entre lo que hace y lo que sus padres quisieron que hiciera.

La primera maniobra que ha de efectuar el analista es asegurarse de que el obsesivo entienda que el Otro no puede ser anulado o pasado por alto. Es decir, tratará de impedir los intentos del obsesivo de repetir eso con el analista. Los analistas que trabajan con obsesivos están familiarizados con la tendencia de estos pacientes a hablar y hablar, interpretarse a sí mismos o asociar, sin prestar atención a las puntuaciones del analista. Éste muchas veces ha de hacer un auténtico esfuerzo para evitar que el obsesivo arrase con sus intervenciones, ya que suele tener la sensación de que el paciente se interpone en el camino de lo que quería decir. Podemos pensar, teniendo en cuenta lo anterior, que en la neurosis histérica el paciente será un paciente ideal, ya que éste está atento al deseo del Otro. Asimismo, el paciente quiere saber en estos casos. Es por esto que en la histeria es fácil pedir la ayuda del analista, pero también es difícil para ella trabajar una vez está en el proceso analítico. En el caso de que el analista acceda a darle al paciente lo que busca, es probable que éste lo cuestione, lo desarme y encuentre la falla en el saber del analista: esto la convierte en la prueba de que puede complementar el saber del analista. A menudo pueden resultar un desafío para los terapeutas, dado que pueden hacerles sentir que no están a la altura de la comprensión de la situación. Se convierten así en amos del saber del analista, ya que le empujan a saber y prontamente. En la histeria es frecuente que el sujeto traiga un nuevo síntoma cuando el anterior se resuelve.

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La validación emocional: Una necesidad básica en la infancia y la adolescencia

La validación emocional: Una necesidad básica en la infancia y la adolescencia

No recuerdo exactamente cuántos años tenía por aquel entonces, pero sé que aún era pequeña. El suceso que voy a compartir ocurrió unos años antes de mi décimo cumpleaños. No recuerdo (de forma precisa) lo que había sucedido, tampoco la razón exacta por la que estaba disgustada, simplemente recuerdo que me sentía así y que el disgusto en cuestión se había prolongado varios días. ¿por qué elegir entonces compartir una historia en la que faltan más datos de los que realmente se tienen? La respuesta es simple: Porque recuerdo exactamente cómo me sentí al vivirla y eso es lo importante.

Movida por la tristeza que sentía, recuerdo haber hablado con uno de los adultos más cercanos de mi contexto sobre lo que me estaba sucediendo. La respuesta que recibí, fue la siguiente. -“Bueno, esto no puede seguir así, algo hay que hacer y tienes que poner de tu parte”. Puede que me equivoque al reflejar las palabras exactas de la respuesta en cuestión (han pasado ya muchos años), sin embargo, recuerdo de manera inequívoca la expresión facial y el tono emocional que la acompañaron. Cualquiera podría pensar que el mensaje trasmitido fue positivo. Después de todo, el adulto en cuestión me estaba dejando saber que quería resolver la situación y ayudar. Sin embargo, yo me preocupé, me tensé y me abrumé.  Pensé: “Oh-Oh, X está preocupado y estresado, y es por mi culpa”. A lo largo de mi vida, he pensado varias veces en la escena que acabo de describir y con el tiempo, he sido capaz de clarificar algo que experimenté pero que en su momento no era capaz de nombrar:  Sentí una sensación de urgencia, como si se me estuviesen transmitiendo que tenía que “ponerme bien rápido” (a pesar de que esas palabras nunca fueron dichas en voz alta). Era como si no hubiese espacio para mis emociones, y a pesar de estar completamente segura de que el aducto en cuestión me quería, de que yo le importaba y de que tenía las mejores intenciones para conmigo, su respuesta, orientada a la acción y a la resolución de problemas se quedó corta. Le faltó el paso previo esencial: La validación emocional.

¿Qué es la validación emocional y por qué es tan importante?

Las experiencias que vivimos a lo largo de nuestras vidas despiertan emociones. La existencia humana no puede ser comprendida sin tomar las emociones en consideración y son esas mismas emociones las que nos permiten conectar con los demás. Validamos a alguien cuando somos capaces de transmitirle que sus experiencias, pensamientos y emociones tienen sentido (razón de ser), que aceptamos sus experiencias internas y que, por ende, los aceptamos a ellos. La validación es un acto de conexión humana, sincera y verdadera y toda persona necesita experimentarlo, de manera constante, a lo largo de su vida. La validación emocional transmite mensajes muy sustanciales: Te veo, me importas te comprendo (o intento comprenderte) y estoy aquí, (sin utilizar esas palabras, per se). Si nos detenemos a pensarlo, la validación tiene una importancia vital para la vida de cualquier ser humano, sin que importe en lo absoluto su edad. Desafortunadamente, a los padres y/o cuidadores se les habla poco sobre esta tarea crucial de la crianza. Podría decirse que la validación es una necesidad emocional primaria, como la seguridad y el sentimiento de ser querido.

La validación emocional resulta de vital importancia por un sinnúmero de razones: Impacta la capacidad de identificar, nombra, expresar y comprender emociones (sean estas propias o ajenas); contribuye a la construcción y mejora del autoestima; permite la internalización del modelo “que valida” observado, lo que se traduce después en la capacidad de auto-validarse y contribuye de manera directa al desarrollo de las estrategias de regulación emocional, disminuyendo la probabilidad de desarrollar conductas impulsivas como estrategia de regulación.

Para comprender de manera detallada lo que es la validación y sobre todo cómo materializarla, resulta necesario ilustrar, a su vez, su contra punto, es decir, la invalidación emocional. Cuando una persona siente que sus experiencias, pensamientos y emociones se juzgan, condenan o minimizan (restándoles importancia) está siendo víctima de una interacción invalidante. Los efectos de entornos emocionalmente invalidantes en la infancia deja huellas a largo plazo, las cuales se extienden hasta la adultez de los individuos que han crecido en dichos entornos. Las investigaciones sobre las consecuencias de la invalidación emocional subrayan que la exposición repetida y sistemática a dicha invalidación impacta la capacidad de nombrar y expresar emociones, fomentando así la inhibición emocional,  contribuyendo también a estados depresivos y al desarrollo de la tendencia de recurrir a comportamientos impulsivos (nocivos) que sirven para aliviar de manera abrupta pero puntual, un malestar emocional.

¿Cuáles son las características de la invalidación emocional?

En esencia, la invalidación emocional temprana (porque también puede haber invalidación en la adultez, claro está) ocurre cuando las figuras adultas referenciales de un niño o adolescente no se encuentran en sintonía con las necesidades y emociones que estos puedan tener y/o manifestar. En efecto, los adultos en cuestión responden desestimando, censurando o castigando (puede ser con gestos, miradas, tonos de voz…) la expresión de necesidades, pensamientos y emociones por parte de los menores. De hecho, el no acudir o no responder es la forma más primaria de invalidar. Si un niños llora, por ejemplo, calmarlo (tanto con palabras como con acciones) es una respuesta que valida, en lugar de etiquetarlo como “ llorica” lo cual lleva el mensaje implícito de: No deberías de estar llorando, no tiene sentido que te sientas como te sientes.

Si un niño expresa una necesidad, como por ejemplo “tengo hambre”, responderle dándole opciones sobre qué cosas puede comer es validarle, si por el contrario contestásemos con un “no es posible que tengas hambre, estaríamos invalidándole y transmitiéndole el mensaje (no verbal) de que la sensación corporal que está sintiendo, no es real.

Lo mismo podría suceder en lo que a emociones respecta, si un adulto le dice a un niño, “no deberías enfadarte”  (cuando en efecto, lo está), contribuyendo así a que el niño aprenda que sus emociones son incorrectas, que siente cosas que no debería de sentir y por ende que desconfíe de sus emociones, de su criterio y de sus reacciones a los eventos que puedan sucederle. Si el entorno familiar falla de manera constante en la terea de prestar atención a los pensamientos, emociones y sensaciones corporales de sus miembros más pequeños, podría estar reforzando de una manera no intencionada (claro está), la desregulación emocional. Y esta es la explicación: Si las señales emitidas no son tomadas en cuenta el niño o adolescente aprendería a intensificar o escalar las expresiones de dichas señales para obtener así lo que necesita de su entorno.

¿Cómo puede entonces materializarse la validación?

¿Como pueden padres y cuidadores validar a sus chicos? Marsha Linehan, la psicóloga americana que desarrolló la terapia Dialéctico Comportamental, compuso (dentro de la misma) un apartado de validación para que los terapeutas lo utilizasen en sus sesiones con los pacientes. Aquí resulta importante realizar un breve matiz: La terapia dialectico-comportamental fue desarrollada, en un principio, para abordar el trastorno límite de la personalidad (trastorno del que la misma Linehan había sido diagnosticada). La invalidación emocional en la infancia tiene un papel casi protagónico en la vida de la mayoría de las personas diagnosticada con TLP.

La teoría detrás del apartado de validación para el uso de terapeutas, puede extrapolarse al cuidado y la crianza, para ser utilizada por padres y/o cuidadores. De los 6 niveles de validación expuestos por Linehan, utilizaré cuatro para dar ejemplos concretos sobre cómo puede validarse de una manera consciente y elegida.

Nivel uno: Presencia y curiosidad.  Prestar atención es la clave. Cuando tu niño o adolescente se comuniquen contigo, sintoniza con la emoción que te estén revelando, tanto de manera verbal como gestual. Mantener un buen contacto ocular, agacharse o sentarse para colocarse  a su nivel, un toque o contacto físico sutiles, etc, son formas de comunicación no-verbal que validan.

Nivel dos: Reflejar. Ser espejo. Consiste en traducir (de manera adecuada) a palabras, lo que se observa y comunicarlo al niño o adolescente. El objetivo es la comprensión de la experiencia interna de nuestros chicos sin juzgarla. Parafrasear cuando son algo más fluidos verbalmente o mayores es una excelente herramienta. Por ejemplo: -“Déjame ver si he entendido bien: Me has dicho que…. ¿es correcto?”

Nivel tres: Revelar lo que no ha sido dicho. En esencia, si el adulto ha estado prestando atención al niño o adolescente, será capaz de intuir y decodificar cosas que no han sido dichas de forma explícita. Por ejemplo, un niño puede encontrarse llorando y quejarse sobre algo que le ha hecho su hermano, sin nombrar emoción ninguna. Su adulto-referente podría intervenir diciendo: “…imagino que eso te hizo enfadar”. Para Linehan, el nivel tres se resume en: “leer la mente”. En sus formas más complejas abarca descifrar no solo lo que la persona siente, sino también sus pensamientos y aquello que se encuentre desando, entre otros. Es importante tener en cuenta el preguntar si se está en lo correcto después de “leer la mente a alguien”, para dar espacio a cualquier clarificación, ya que si no, podríamos paradójicamente invalidarle.

Nivel cuatro: Es una premisa que debe de servir como guía para funcionar: Todo comportamiento es causado por un evento o bien, constituye la respuesta a un suceso.  Este es sin duda alguna uno de mis niveles preferidos, por que nos ayuda a comprender y a tener compasión. Contrario a lo que se pueda pensar, no significa (bajo ningún concepto) que cualquier comportamiento será aprobado o excusado. El siguiente ejemplo lo ilustra de manera clara: Un chico no ha realizado sus deberes y miente a su profesor. Es comprensible que el chico mienta por temor a las consecuencias que el no haber hecho sus deberes pueda traerle. El adulto puede comunicarle al chico que entiende que puede haber habido miedo (nivel 3 o nivel 2 si el chico ha explicado que sintió temor) y que la mayor parte de los animales (humanos incluidos) hacen cosas para protegerse cuando sienten miedo. Sin embargo, esas cosas no siempre son las más sabias, sirviendo solo a corto plazo, y empeorando  la situación a la larga.  A partir de ahí se podría adoptar una estrategia de resolución de problemas para pensar en posibles opciones que permitan al chico corregir su comportamiento disfuncional.

Si eres un adulto  troncal en la vida de un menor, un padre/madre, un cuidador, un profesor, un tío o tía o un primo mayor, ten presente el profundo impacto que la validación puede tener en el desarrollo emocional de los niños adolescentes presentes en tu vida. No importa si se trata de una conversación trivial, profunda o de una charla seria sobre las reglas, valídale por favor.

Rocío Fernández Cosme
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Rocío Fernández Cosme
Psicóloga
Niños, adolescentes y adultos
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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Recomendación de lectura: Hyperfocus, de Chris Bailey

Recomendación de lectura: Hyperfocus, de Chris Bailey

Recomendación de lectura: Hyperfocus, de Chris Bailey

Para todos aquellos que sufrimos a la hora de tener que concentrarnos en tareas difíciles durante largos periodos de tiempo, nos demoramos en exceso en completar tareas aburridas y repetitivas, o sentimos que no usamos nuestro tiempo de la forma que querríamos, llega el libro Hyperfocus.

En una época en la que nuestros recursos atencionales se ven continuamente saturados por un fluir desmedido de información, llamadas, emails, y mensajes que salen de cada uno de nuestros aparatos electrónicos, la capacidad de concentrarnos en una tarea de forma constante sin la tentación de hacer otras cinco cosas a la vez, o cambiar de tarea frecuentemente está completamente mermada.

En una lectura fácil y entretenida, el experto en productividad canadiense Chris Bailey nos sumerge en el mundo de la atención, ayudándonos a comprender porqué nos resulta tan difícil hacer uso de la misma de forma adecuada.

Según el autor, para poder disfrutar de una vida plena en vez de ponernos en piloto automático, es preciso aprender a controlar nuestros recursos atencionales de forma eficaz; siendo capaces de concentrarnos intensamente en algo para ser productivos y aprender de forma profunda, y desconcentrarnos después para relajarnos y dar con ideas novedosas. Para él, la capacidad de prestar atención plena es el pilar más importante para ser productivo y feliz.

Después de una exhaustiva investigación sobre las limitaciones y proezas de la atención humana, Bailey nos desgrana perlas de sabiduría convertidas en sencillos pasos para: aumentar nuestra capacidad atencional, evitar las distracciones, evitar postergar nuestras metas vitales, prestar atención a lo que realmente nos llena, recargar las pilas y conectar con nuestro lado creativo.

Inés Zulueta Iturralde
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Inés Zulueta Iturralde
Psicóloga
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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