¿Cuándo termina el amor y se convierte en amistad?
¿Existe un límite temporal o el felices para siempre?
¿Por qué parece que a algunas parejas no les afecta el paso del tiempo?
¿Por qué otras personas repiten los mismos patrones en distintas relaciones?
Probablemente estos temas supongan ninguna novedad, la mayoría de nosotras hemos discutido sobre los secretos y obstáculos de las relaciones de pareja en múltiples ocasiones.
No es de extrañar que sea uno los temas con mayor demanda dentro de los gabinetes de psicología ni que sea algo que nos preocupe y en lo que queremos trabajar y aprender más.
Somos seres absolutamente sociales y dependientes del grupo (incluso para nuestra propia supervivencia) y probablemente debido a como hemos articulado nuestras relaciones a lo largo de la historia de la humanidad, la relación romántica es el grupo elegido en el que más horas pasamos y en el que más proyectos compartimos.
Los estudios que tratan de descubrir cuales son las variables relacionadas con mayor felicidad, bienestar e incluso longevidad han mostrado que por encima de aspectos como el económico, laboral o de clase social, aquello que más influye en nuestro bienestar subjetivo son las relaciones que tenemos con otras personas y más específicamente con la familia cercana.
¿Cómo no preocuparnos entonces por nuestras relaciones sentimentales? ¿Cómo no tratar de aprender más sobre la construcción y el mantenimiento de una relación sana, excitante y duradera? Pero, sobre todo, ¿cómo no ser conscientes de las dificultades y aprender a navegarlas?
Gracias a avances en campos como la neurociencia a día de hoy sabemos que nuestro cerebro se comporta de forma similar cuando se “enamora” a como lo hace en adicciones, también sabemos que tendemos a valorar positivamente todo lo que nos resulta familiar y que tras una ruptura experimentamos procesos fisiológicos parecidos a los que sentimos en un proceso de duelo.
Por este y otros muchos motivos es evidente que las relaciones románticas y, sobre todo, su bienestar dentro de ellas, es más complicado de que lo que pensábamos, desde el principio de la relación hasta su mantenimiento en el tiempo.
Como terapeuta considero que es justo y fundamental que reconozcamos y dejemos de banalizar estas dificultades, ya que cada relación las experimenta y normalizarlas es el primer paso para desprendernos de esa sensación de “¿qué problema hay en mí?” y continuar evolucionando. Este es el objetivo principal de este artículo, crear conciencia y mostrar obstáculos comunes en las parejas desde el conocimiento científico actual.
En las clases que imparto en Personalidad y Diferencias Individuales solemos hablar sobre la relación entre los rasgos de la personalidad, la duración de la relación y el bienestar tanto afectivo como sexual. Diferentes estudios y meta-análisis han mostrado como aspectos como la extraversión (por la capacidad para comunicar amor y necesidades), la apertura a la experiencia (que nos conduce a probar cosas nuevas y aprender), la conciencia y la perseverancia (para la orientación a objetivos a largo plazo) correlacionan positivamente con mantener una relación estable y duradera y con la felicidad percibida dentro de ella.
Pero no debemos olvidar que todos estos patrones de comportamiento se pueden entrenar y además que tan solo son correlaciones, es decir, no sabemos qué fue antes si el huevo o la gallina. ¿Nos mostramos en los cuestionarios más comunicativos, abiertos a la experiencia y centrados por tener una relación sana y positiva o son estas variables las que nos hacen tener una relación satisfactoria?
Adentrándonos más en lo que conocemos en el campo de la ciencia como posibles claves para una pareja feliz, sabemos que en un principio se trabajó sobre la idea de “Quid Pro Quo”, es decir, aquellas personas que contaban con sensación de justicia en su relación eran más capaces de perdurar en el tiempo que las que no se sentían así.
Pero gracias a los avances de la investigación y a estudios como los de John y Julie Gottman (terapeutas de pareja, profesores e investigadores de la Universidad de Texas), sabemos que esa necesidad de “igualdad y justicia” solo aparece en las parejas cuando ya se encuentran pasando por malos momentos, cuando están en estado de alerta debido a no encontrarse cómodos en la relación.
El método Gottman ha mostrado una alta eficacia en la terapia de pareja, probablemente porque aborda la relación de una manera holística, se centra en la historia de vida conjunta, pero también tiene en cuenta los patrones de aprendizaje y personalidad de cada uno de los miembros de la pareja. Así mismo este método trabaja sobre el comportamiento, pero sin dejar de lado la regulación emocional y los patrones de pensamiento e interpretación.
Se han identificado así lo que llamamos los cuatro jinetes del apocalipsis en una relación romántica, siendo estos los siguientes:
Obviamente no en todos los problemas de pareja aparecen estos 4 jinetes de manera simultánea, pero sí que suele encontrarse alguno de ellos jugando un papel principal dentro del conflicto.
Es justo aquí donde damos con una de las claves principales para entender y comenzar a trabajar en una relación positiva. Sabemos que la diferencia entre un pareja feliz y satisfecha y otra que no lo está no es el número de conflictos que aparecen sino su manejo, ya que somos capaces de hacer de un pequeño conflicto un gran problema si dejamos que alguno de estos cuatro jinetes entre en juego.
Pero, ahora que sabemos un poco más sobre estudios científicos, sobre la evidencia y sobre estas cuatro actitudes como protagonistas en los problemas sentimentales, ¿qué podemos hacer con todo esto? ¿cómo llevarlo a la práctica?
Como decía al comienzo de este artículo, nuestro bienestar está íntimamente ligado al tipo de relaciones que construimos asique cómo no trabajar en ellas y darles la importancia que merecen. Es cierto que nuestras relaciones de pareja son complicadas por el hecho de tratar de encajar dos piezas de un puzzle que vienen con diferentes formas creadas por la vida anterior, modelos de familia… pero también es verdad que el manejo de los conflictos diarios o el hecho de no manejarlos acaba siendo un factor de riesgo mucho mayor para la ruptura o el malestar en la relación.
¿Cuántas veces hemos arruinado un momento o día agradable por expresarnos desde la crítica, el desprecio o tomar una actitud defensiva? ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de no habernos comunicado con nuestra pareja, haber afrontado un problema o expresado nuestras necesidades?
El problema principal de manejar así los conflictos no es solo la cantidad de afecto negativo que expresamos, sino que como el tiempo es limitado y el día continúa teniendo 24 horas y la semana siete días, nos quedamos con mucho menos espacio para compartir afecto positivo y para disfrutar de la relación.